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La 'Play Station' aborigen

Canarias tiene uno de los mayores patrimonios del mundo en juegos tradicionales de inteligencia

Exposición de juegos tradicionales de inteligencia en Canarias

Exposición de juegos tradicionales de inteligencia en Canarias / Santi Blanco

JUANJO JIMÉNEZ - ARUCAS.-

José Manuel Espinel, profesor e investigador, reta a Verónica Marrero, que ha entrado tan tranquila a disfrutar de la exposición 'Juegos tradicionales de inteligencia de Canarias' que se exhibe en la Fundación Mapfre Guanarteme de Arucas hasta el día 28, a echar una partida a la chascona. Verónica no tiene ni idea de su mecánica, de cómo se mueven los burgados y piedras sobre la loza, una especie de sofisticado tres en rayas primitivo, pero a los cinco minutos ya está poniendo en dificultades al experto.

La chascona, como se denomina en Fuerteventura y donde goza de bastante popularidad -a día de hoy se puede ver a los taxistas en el aeropuerto absortos en su práctica-, o chiquichasque, como se conoce en La Palma, es sólo uno de los más de 60 juegos catalogados por Espinel y Francisco García-Talavera, director de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife.

Canarias, con este número de juegos, se coloca a la cabeza con diferencia no sólo en España sino de gran parte del mundo gracias a la herencia cultural de los antiguos canarios y las entradas posteriores a la Conquista. Descifrarlos es arqueología pura, con un apabullante número de ellos, como el druque y el trique, con el afijo 'que', o 'piedra', que señalan su origen prehispánico. Pero también es etnografía, porque muchos abuelos del Archipiélago siguen jugándolos.

Con peligro de adicción

Lo peculiar es que se trata de verdaderas ecuaciones lógico-matemáticas que desarrollan la inteligencia múltiple y que, además, enganchan tanto o quizás más que una videoconsola, tal y como le pasa ahora a Verónica que de repente hasta deja olvidada su mochila en una de las salas de la abigarrada exposición. Pero no sólo son máquinas de jugar. Espinel acaba una partida, y con cinco chinas convierte el damero en un ábaco, con el que calcula cifras millonarias. Y sin teclas ni enchufes.

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