Guía demostró ayer que las tradiciones con todos sus detalles pueden mantenerse pese a que la fiesta en el transcurso de los años se haya convertido en un acto multitudinario. Las calles del casco de este municipio del norte de Gran Canaria reflejaban esa devoción que los lugareños, los que se fueron y regresan por las Marías y los que llegan de otros pagos, profesan a la Virgen. Esa devoción arrastra cada año hasta Guía a María Dolores Quintana, que se fue al Sur por motivos de trabajo.

Unos siete mil quinientos romeros, según estimaciones de los Mayordomos de las Marías, organizadores de esta celebración, participaron ayer en la procesión y en la romería y ofrenda a la patrona de Guía. Los peregrinos, de todas las edades, iban con sus mejores trajes regionales. Nada de camisetas de tirantes o correas al cuello para colgar vasos de alcohol. Cada vez son más los que llevan el bucio, los que engalanan las ramas con buganvillas y frutas. También llama la atención el arreglo floral de los tambores. Además, en las veintisiete carretas, fabricadas en madera y tiradas por yuntas, como en las que iban sobre ruedas, se cuidó la tradición. Así, la celebración que cumple doscientos años fue, a juicio del mayordomo Luis Miguel Arencibia y del periodista Santiago García Ramos, ejemplo de cómo los guienses han sabido cuidar este homenaje a la Virgen.

A las doce y diez de la mañana finalizó la misa, pero hasta las y media no pudo salir del templo, que estaba a rebosar. Un repique de campanas, el ruido de los bucios junto a un rocío de serpentinas que bajaban desde el campanario sirvieron para saludar entre vivas y aplausos a la patrona. Bajo el redoble de un sinfín de tambores, el trono, que pesa unos 1.500 kilos y lo cargaban 12 costaleros, recorrió las escaleras que separan el pórtico de la plaza. Los mismos tambores y bucios siguieron sonando en el recorrido de la imagen por las calles del casco. Precisamente debido a las paradas que hay que hacer para que los costaleros puedan descansar, la procesión se alargó hasta las dos de la tarde. Desde esa hora y hasta después de las cinco de la tarde los peregrinos hicieron la romería y ofrenda a la Virgen. La comitiva la abrieron unos burros cargados de plátanos, y los siguió un desfile de romeros en caballo. Entre carreta y carreta, así hasta veintisiete, tiradas por yuntas, los grupos folclóricos y de baile hacían los honores a la patrona. Tras la romería, los peregrinos con bucios y tambores siguieron a la Virgen y la despidieron en el altar.