Las cascadas del Barranco del Negro fueron ayer el principal y casi único atractivo para los grancanarios que se lanzan a la carretera cada vez que la lluvia visita la Isla. Es una parada obligatoria para los que circulan entre Tunte y Ayacata y fue complicado encontrar un hueco porque solo hay cinco aparcamientos. Los afortunados subieron hasta los charcos para hacer fotos o mojarse los pies; los demás echaron un rápido vistazo a los tres saltos de agua y siguieron de largo.

Juan Manuel Rodríguez, vecino de Santa Brígida, es uno de esos ciudadanos que visitan las presas de la cumbre tras el paso de un temporal. Ayer se deleitó un rato con el borboteo de agua en el Barranco del Negro y después fue hasta la presa de Chira, donde su mujer, María del Mar, y su hijo, Penichet, se atrevieron a chapotear en el cauce. Al contrario que en anteriores ocasiones, el embalse de Chira y el pueblo de Cercados de Araña estuvieron casi desiertos durante todo el día.

Lo mismo ocurrió en la presa de Las Niñas, a la que muy pocos pudieron llegar por el corte de la circulación entre Ayacata y Mogán. El único acceso abierto hacia los embalses de la cuenca del sur es el de la carretera de Cercados de Espino y Barranquillo Andrés, pero solo es recomendable para los vehículos todoterreno. Muchos excursionistas se llevaron una gran decepción al toparse el cartel de "prohibido el paso" en el cruce de Ayacata. Más de uno se arriesgó a retirar la valla para poder comerse la tortilla de papas y unos chorizos parrilleros junto a la presa de Las Niñas, pero la mayoría optó por respetar las señales de tráfico y se dirigió a los centros recreativos de Morro de Santiago, Llanos de Ana López y Llanos de la Pez.

En este último lugar recalaron Francisco Carmona y otros 50 miembros de la Iglesia Evangelista, que aprovecharon el día de fiesta para confraternizar al calor de un brasero. Malagueño de nacimiento y afincado desde hace décadas en la capital grancanaria, Francisco y sus acompañantes encontraron un día perfecto de otoño, donde no faltó comida típica de varios países, juegos, caminata por el campo y oración. "Nuestra iglesia está formada por personas de muchos sitios; aquí hay colombianos, cubanos, africanos y, por supuesto, canarios", señaló.

En Llanos de la Pez acabó también Josefa León, vecina de Las Rehoyas. Como cada año, con lluvia o sin ella, su familia y amigos celebran el Día de Todos los Santos en lo más alto de la isla. "Hoy hace un poco de frío y humedad, pero se resiste con gusto", explicó Josefa mientras preparaba una mesa bien servida de carne, quesos del país y papas arrugadas. Cuenta que en años anteriores se han reunido hasta medio centenar de amigos y han permanecido en la cumbre hasta las once de la noche, algo que no ocurrió ayer por la amenaza de viento.

Las lluvias del miércoles y el aviso por viento tampoco asustaron a Cristina Ortega y Dayara Reyes, que junto a un grupo de amigos de La Isleta celebraron un cumpleaños. Antes de salir de casa se aseguraron de que el temporal no les iba a arruinar el día y ante la imposibilidad de ir a las presas optaron por una caminata para ver el Nublo.