Se trata de una fecha señalada a fuego en el calendario de los agaetenses. La celebración de La Rama del Valle de Agaete congrega a centenares de rameros que se arman de fuerza y valor para subir un día antes y pernoctar en Tamadaba, y después venerar a San Pedro con la llegada del alba y la bajada del pinar. "El tiempo invitaba a pasar la noche arriba", aseguró Pablo Sosa, vecino de Agaete que subió junto a sus amigos de "toda la vida". Para Sosa el verano comienza con las fiestas de San Pedro. "En el norte el solsticio lo marca la bajada de La Rama del Valle", afirmó el joven de 26 años, que según sus cálculos rameros lleva más de veinte años participando. Cada año se congregan miles de rameros, expertos y noveles, para continuar la tradición.

Para los agaetenses la fiesta popular del Valle difiere en varios aspectos a la de Agaete. "Esta es más para los vecinos del municipio y la de abajo es para compartir con todos los grancanarios", explica Mónica García, que bajó con su rama de pino, eucalipto y poleo. "Es un poco como un derbi de fútbol, pero al final todos somos del mismo municipio", detalló García. Con ella bajaron también Yesenia Sosa y Montse Mendoza. "La noche fue mágica", confirmó Sosa, de 18 años que pese a ser originaria de Sardina del Norte se considera una ramera más. "Es la tercera vez que la hago y cada año me gusta más", manifestó la joven. Mendoza, por su parte, lleva quince años y hace de mentora de Sosa. "Es una experiencia que hay que vivir para entenderla", sostiene, "hay que sentir la bajada", añadió. Sosa corrobora que cuando realizó la bajada por primera vez superó todas las expectativas que había escuchado. "Yo no entendía como subir y bajar una montaña podía ser una fiesta atractiva", se preguntaba Sosa antes de realizarla.

Cristo Rosario baja la rama por primera vez con su hijo Antonio de 12 años. "Yo bajaba con mi padre cuando era chico y ahora lo hago yo con mi niño", reveló Cristo. Su hijo, poco acostumbrado a estos jolgorios, tuvo que madrugar para cumplir con la tradición ramera. "Para el colegio me despierto a las ocho y hoy he tenido que hacerlo a las cinco", detalló Antonio, que espera seguir el ejemplo de su padre. "En toda mi vida solo he faltado dos veces a La Rama", aseguró Cristo, de 53 años, que desveló que una fue por enfermedad y la otra cuando estaba en el cuartel en la península. Antonio considera que ya es mayor para bajar desde Tamadaba. "Mis amigos del colegio lo llevan haciendo bastantes años", desveló el menor, que intenta convencer a su padre para repetir la experiencia el mes de agosto con la de Agaete. Por el momento, padre e hijo se adelantaron al pelotón para dejar la ofrenda en la iglesia y pasar por casa para ducharse y disfrutar de la fiesta.

Porque La Rama es la excusa para que muchos agaetenses se reúnan en su municipio. "Hay familias que viven en diferentes islas y se reencuentran por San Pedro", explica Pablo Sosa. "Para nosotros el año empieza hoy", añadió. Muchos coinciden que se mezclan muchos sentimientos durante el trayecto. "Se piensa mucho en los que no están", explicó Mendoza. Pablo Sosa asegura que tras veinte participaciones aún se le ponen los pelos de punta durante el recorrido. "Cualquier otro día del año, aún teniendo a la banda tocando, no bailaría durante la bajada, pero es que hoy es imposible no hacerlo", reveló Sosa, para quien ambas fiestas de La Rama y la de El Charco en La Aldea son los tres acontecimientos festivos más importantes del norte de Gran Canaria. "Organizo mis vacaciones en torno a ellas", aclaró.

Sosa y sus amigos Fernando Álamo y Luis Hernández subieron a Tamadaba el martes al atardecer. "Hacía calor, pero a medida que llegaba el anochecer se fue calmando", señala Álamo, que realizaba la aventura por primera vez. Sosa, el comandante de la operación ramera, guió a sus amigos hasta su "veril secreto" en el pinar donde pasaron la noche. Según Mendoza en Tamadaba hay diferentes zonas donde se congregan los rameros. "Hay zonas de cachondeo y otras donde se descansa", desveló, "pero a cada rato se escuchan gritos de un lado para otro y reencuentros inesperados", añadió.

"Una vez en la cumbre hay que preparar la rama con pino, eucalipto y poleo para tenerla preparada para el amanecer", precisa Sosa, que ayudó a sus amigos novatos en la confección de una rama en condiciones. Sosa conoce bien las fortalezas y debilidades de la fiesta. "Hay que saber dosificarse para poder disfrutar todo el recorrido", aclara. Una vez dada la charla pre bajada, y con la Banda Guayedra con los instrumentos listos, todos enfilan el camino por el desfiladero. "Es un camino peligroso, hay que festejar pero con cuidado, que ya ha muerto gente", recordó el joven ramero.

Con los primeros acordes de la banda, que resuenan en todo el Valle, comienza la comitiva cuesta abajo hasta llegar a la entrada del pueblo, donde la Banda de Agaete toma el relevo. "Realizar el recorrido al ritmo de la banda lo hace más fácil para los rameros, pero todo un desafio para ellos", aclara Sosa, que quiso felicitar y dar las gracias a los músicos por la labor que hacen por las fiestas. Juan Antonio García, integrante de la Banda Guayedra, resalta que es un camino complicado para tocar instrumentos. "Vamos a un paso muy lento, pero tocar el trombón no es nada cómodo", aseguró García, que también matizó que la comitiva de ramas lo hace todo más ameno. "Por estas fiestas se hace", aseveró.

Una vez concedido el mérito a los músicos, que realizan la bajada con los instrumentos a cuesta, los mayores de Agaete no fallan con su encuentro con La Rama. Honorario Dámaso, de 81 primaveras, no recuerda con edad comenzó a participar. "Sé que antes de hacerlo con mis pies ya me llevaban mis padres en brazos", desveló Dámaso, a quien sus familiares ya no dejan realizar la subida. "Me dicen que estoy mayor para subir, pero por lo menos me suben en coche y la sigo bajando", confesó el señor, que se reunió con sus amigos para rendir homenaje a San Pedro. Como Dámaso hay otros que pese a la edad continúan con la tradición.

Mónica García, vecina de Agaete, lamenta la pérdida de valores que hay en las nuevas juventudes. "Nosotras tratamos de que nuestros menores conozcan las viejas costumbres y las compartan", explica, "pero la mayoría solo vienen a la plaza a coquetear con el alcohol pese a ser menores", denuncia la mujer. Su visión no está distorsionada ni mucho menos.

Pese a la cantidad de vecinos del municipio que se congregan para bajar la rama, muchos menores se convocan en la plaza para su particular fiesta, ajena a toda tradición con San Pedro. "Es una pena que una parte de la juventud pierda ese sentimiento", lamentó García, que tampoco "quería resaltar el lado malo". La ramera asegura que también hay muchos que la continúan y nuevos que la descubren.