Canarias se encuentra desde ayer dibujando una de las postales más típicas de la Navidad isleña, con los cielos tamizados por la calima, tal y como ocurre prácticamente todos los meses de diciembre y enero en el archipiélago.

El debilitamiento del anticiclón de Las Azores, y la consiguiente entrada del viento del este, viste a las islas de un siroco que, según la Agencia Estatal de Meteorología, continuará hoy presente en las islas occidentales en la primera mitad del día, acompañado con unas temperaturas en descenso.

Una situación de manual pero que comparada con otros años, incluso llega con retraso y con menor intensidad.

Esto no impide que el Gobierno de Canarias, ayer, remitiera las habituales recomendaciones a la población para hacer frente a un fenómeno que en el pasado año 2017 se hizo presente desde el día 5 y cuya persistencia durante las jornadas siguientes llegó a saturar el servicio de urgencia del hospital universitario de Gran Canaria Doctor Negrín de pacientes con problemas respiratorios.

Por ello Sanidad sugiere evitar la exposición prolongada al aire exterior, mantener las ventanas cerradas y no realizar esfuerzos físicos al aire libre, sobre todo para niños y mayores. Además señala que la partículas pueden producir molestias torácicas, tos, palpitaciones, o incremento a la susceptibilidad a infecciones respiratorias, al menos durante los cinco días posteriores al inicio del episodio.

En este aspecto, la Agencia Estatal de Meteorología no señala explícitamente, según las últimas previsiones, que se vuelva a repetir la intrusión de polvo en suspensión al menos hasta el jueves.

Esto supone una tregua inhabitual según el recuento de efemérides, tomando como referencia este último siglo, que se despidió del anterior con un 1999 protagonista de una nevada histórica el 8 de enero, aliñada con potentísimos vientos y lluvia, y una no menos significativa calima. Todo a la vez.

Dos años después, en 2001 fue tal la entrada de polvo procedente del continente africano que la imagen llenó portadas el 30 de diciembre, con unas islas orientales prácticamente desparecidas.

También 2005 se estrenaba con idéntica situación pero anclada en el tiempo, justo desde diciembre de 2004, con una sucesión de temporales que dejó amarrada la flota pesquera hasta bien entrado enero y con los cultivos de exportación, como el tomate, pidiendo aire fresco por señas, ralentizando la floración desde Fuerteventura hasta La Aldea de San Nicolás. Las crónicas advertían, además, que quedaba "mucho más por venir".

Atendiendo a una estadística que sostiene que dos de cada tres eneros llega calima lo suficientemente densa para reducir la visibilidad a menos de 5.000 metros, 2009 y 2010 ofrecieron una relativa tregua, hasta que en 2011 se cerraron de nuevo los cielos.

Era 5 de enero, eclipse de sol, y un gran chasco para la asociación Saros Expediciones Científicas, grupo que se había apostado en Pozo Izquierdo para analizar y disfrutar del hito, pero la calima ocultó la maravilla.

En 2013 el polvo permaneció desde noviembre a Navidad, pero en 2014, en lugares como Santa Lucía, de fiestas patronales en diciembre, celebraban la buena afluencia de personal precisamente a la ausencia de polvo en suspensión, los cielos despejados y un aire manso que no subía de la categoría de brisa.

Pero fue un ir hacia atrás solo para coger fuga, porque al siguiente año, 2015, no hubo tregua con el cielo espeso y unas temperaturas que resultaron las más bajas de un diciembre isleño desde 2008. Y además seco y con avisos amarillos por temporal. Los cielos enrojecieron del 24 al 31, y se prolongaron hasta el 4 de enero. Amparo R. Montero, reportaban en la crónica que dejó escrita en este periódico, que "el trineo deja una estela de calima" en la capital grancanaria.

Otro tanto pasa en el año 2016, donde los niveles de partículas en suspensión superan el 26 de diciembre 17 veces el límite establecido por la Unión Europea como dañino para la salud. En la avenida Mesa y López llega a registrarse 878 PPM 10, cuando el citado umbral se encuentra en apenas 50.

Y del pasado año llega, además del mencionado colapso en los servicios de urgencia, una intrusión tras otra de aire sahariano, especialmente del 5 al 10 de enero, rematado por la borrasca Ana.

Una de los daños colaterales más sonados de aquél siroco sanitario se produce una semana después, cuando el coordinador de servicios de Urgencias del colapsado Hospital Negrín presenta su dimisión.