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Valsequillo

Las once semillas del almendrero

Valsequillo distingue a las mujeres que dieron forma a la gran cita de invierno en la localidad de medianías

Seis de las galardonadas, de izquierda a derecha, junto a la concejal de Festejos y el alcalde, Francisco Atta. LP

El Ayuntamiento de Valsequillo entrega hoy el máximo reconocimiento de la localidad a las once mujeres pioneras de la Ruta del Almendrero, la mitad de ellas distinguidas a título póstumo, a la que se suma otra Almendra de Plata que se otorga a la asociación La Parada del Rincón, encargada de anunciar la fiesta con la lectura del pregón.

Las pioneras galardonadas son María del Carmen Florido Ramírez, Josefa Hernández Santana, Josefa Ramírez Santana, Francisca Medina Monzón, Genara Ramírez Monzón, Francisca López Sosa, Souad Aftimios Hanna Kharoufah, Librada Suárez Ortega, Francisca Monzón Medina, Asunción Calderín Perera y Dolores Monzón Medina, las cinco últimas a título póstumo.

El consistorio de la localidad de medianías ha querido reconocer a estas once mujeres del barrio de La Barrera con el máximo galardón que entrega la institución por su participación en la organización y el desarrollo de la Fiesta de La Ruta del Almendrero en Flor, desde sus inicios.

María del Carmen Florido recuerda cómo llenaban de piedras un bidón y le plantaban un par de hojas de palmeras para marcar donde se iniciaban los puestos. La más joven de ellas, Francisca López, comenzó siendo una niña, y cuenta que venía con Josefita y sus hijas y que colaboraba ayudando a los mayores y a las mujeres, que eran las que estaban en los ventorrillos.

Francisca Medina es la mayor y a sus 87 años aún sigue saliendo el domingo de la Ruta ofreciendo sus tortillas de carnaval. Del inicio de las fiestas relata que se hacían a la entrada del barrio, en el patio de Mamá Lola. Mientras ella hacía las tortillas, otras se encargaban del potaje de jaramagos, las papas arrugadas, el queso y las artesanas, como Josefita Hernández, mostraban sus trabajos, en su caso los calados.

Fefita Florido Ramírez, de 75 años, es una de las pioneras. "Desde que empezaron las fiestas pusimos los primeros ventorrillos, donde poníamos las traperas, algo de ganchillo, también unas papitas arrugadas o cualquier cosita para hacer fiesta. La familia nos reuníamos todos y allí nos pasábamos el día, unos con las papas arrugadas, otros haciendo ganchillo. Los chiquillos repartiendo flores de jaramagos, flores de retama y almendras. Así empezó todo".

La fiesta empezó en Tenteniguada y luego ellas la continuaron en La Barrera, "porque es la entrada del pueblo. Los hombres nos ayudaban un poco para levantar los ventorrillos con ramas de palmera pero realmente quienes dábamos la cara haciendo todo lo demás éramos nosotras. Llevábamos la voz cantante".

Josefita Hernández Santana, de 73 años, fue otra de las primeras en iniciar la fiesta. "Ya que hemos trabajado tantos años poniendo ventorrillos y calando en la carretera, porque no había aceras ni nada, sino un cañaveral. Hacíamos allí los ventorrillos con palmas y palos, lo que había en ese tiempo".

Desde los diez años ya calaba y hacía sus pinitos, "aunque notan finos como ahora. La gente trabajaba en los almacenes de tomate y cuando no había trabajo se dedicaba a calar, a sacar algo para la casa y para vivir. No había otra. Mi hermana ganaba 80 pesetas a la semana trabajando día y noche en el almacén, como era antes, y yo a lo mejor sacaba 40 o 50 pesetas calando".

Antonia Benítez es hija de Francisca Monzón Medina, fallecida hace seis años. "Ella montaba el ventorrillo haciendo el sancocho, el potaje de rábanos, carne de cochino frita?, era muy buena cocinera y no se cobraba la comida, sino que ponían allí una cestita y la gente ponía la voluntad y gozaba con eso".

Soraya, hija de Souad Aftimios, recuerda los inicios de su madre en la fiesta. "Yo tenía catorce o quince años, pero ayudaba a mi madre. Ella montaba un ventorrillo con una caseta que teníamos de la playa. Ponía su plancha y hacía pinchitos, refrescos y demás. Con los años fue poniendo cosas de antigüedades".

Aquello fue creciendo porque "al principio éramos tres o cuatro personas y después se fueron sumando otras vecinas hasta que llegaron a diez u once, que son las que ahora homenajean. Todas eran vecinas de La Barrera. Dos primas vecinas de mi madre fueron junto con ella las tres pioneras de las fiestas aquí. Luego siguió una cuñada de una de ellas y otros familiares y vecinas".

La gente al principio las tomaban por locas. "En aquella época venían los guiris, los suecos, antiguamente venía mucho turista. La gente se fue animando y cada año eran más. Luego se fueron quitando las casetas de playa y se pusieron enlatadas de palmeras para hacer los ventorrillos".

Isa, hija de Genara Ramírez Monzón, recuerda cuando su madre hacía el puesto de comida porque tenía una pequeña dulcería. "Ella sacaba la plancha y hacía la carne. Cogía la burra, la engalanaba, les ponía las traperas y las lombardas. Paseábamos a la gente por 50 pesetas o 20 duros, dependiendo del trayecto".

Unión vecinal

Isa tiene ahora 44 años y tendría cinco o seis años cuando empezó a ayudar a su madre. "Los niños les dábamos las almendritas a los coches que venían. Mi hermano, que era mayor que yo, cogía la burra y paseaba a la gente para sacar un dinerillo extra con nuestros padres".

Hoy en día el Ayuntamiento monta el ventorrillo, que es una caseta. "En aquella época le ponían pitones como puntalas para amarrar las hojas de palmera. Eran palos y entre todos los vecinos ayudaba a montar el ventorrillo. Había más unión vecinal que hoy. El hombre organizaba las fiestas pero luego era la mujer la que vendía. Si detrás de la comida había una mujer, pues más se vendía".

La fiesta se formó para que isleños y turistas se acercaran a la localidad y la conociera mejor. "Hoy en día es una fiesta grande en Valsequillo y ahora sería época baja si no fuera por la ruta del almendro, en el que la gente se pone guapa y lograr mover la economía del municipio".

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