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Crisis del coronavirus La vida vuelve a medianías

Manual del perfecto mercadillo

Teror recupera aliento con su cita comercial de los domingos con una primera veintena de puestos

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Desescalada en Canarias | Reabre el mercadillo de Teror

A las ocho de la mañana de ayer domingo se repetía con la reapertura del tradicional mercadillo en formato reducido, la estampa que desde hace dos meses quedó velada en Teror por la pandemia del coronavirus.

Y lo hacía en un estudiado formato fase 1 en el que no quedaba nada a voleo, con sus vallas de acceso al centro del casco desde la plaza Sintes, la Calle Real y la trasera de la iglesia; con un personal de seguridad privada y agentes de la Guardia Civil encargados de cumplimentar el aforo máximo de 180 personas alrededor de los puestos situados en el redondo que forma la basílica del Pino,; con las cintas amarillo chillón situadas en el suelo para indicar las distancias de seguridad; y con unos puesteros al despacho de los productos enmascarado y enguatado tal y como manda el ministro Illa.

En tierra todo controlado, con un público que también se sumaba en su gran mayoría a los protocolos anti Covid, aunque por encima, en la atmósfera, los apenas 14 grados y un cielo encapotado amagaba por pasar por agua un experimento que también incluía la apertura de los aparcamientos públicos desde primerísima hora de la mañana.

Pero no sería hasta partir de las diez y media u once cuando venía a adquirir el renacido mercadillo, con un público a escala, algo parecido a una densidad proporcional al 20 por ciento de los puestos de toda la vida a los que se permitieron abrir en este contacto uno con lo que siempre fue de antiguo.

Los afortunados de ayer son aquellos que solo venden productos de primera necesidad. Y el bocadillo de chorizo, a un euro cincuenta y el Clipper es uno de ellos, como también lo son las hortalizas y verduras, los imprescindibles dulces de las monjas del Císter, y en criterio de la sede de la patrona, las también fundamentales estampillas y figuras religiosas que desde hace más de un siglo se ofrecen en la plaza del Pino y que desde viejo son reclamadas por los miles de peregrinos que se agolpaban hasta aquél 14 de marzo en las inmediaciones de la patrona.

Fuera de este primer conato de mercado quedaron las ventas de ropa, de juguetes, de piedras de estrambóticos poderes, que también las hay, amén de gorros, sombreros, gafas y todo aquello más genérico y propio de un bazar de tocar, probar y volver a tocar a ver qué tal.

Así, siguiendo la resta, lo que ayer se llevaba en Teror son los mismos elementos que se pierden en los tiempos de las medianías, como el pan de leña y sus infinitas variantes que ofrecía ayer Ana Medina, que si bien palpaba ese menor meneo de tránsito poblacional, "por lo menos estamos", certificando además "que el público cumple", mientras la clientela iba pidiendo tan de lejos del mostrador, con el añadido de la mascarilla que no es precisamente un altavoz a pilas, que en ocasiones había que invitarla a acercarse un poco para poder entender los solicitado y rematar la transacción sin que panes y perras terminaran cayendo al suelo.

Lo mismo le ocurría a Yosniell Quintana, comandando el puesto en el que se exhibe todo el recetario de las monjas del Císter, con sus bollos de naranja y anís, sus mantecados y truchas de batata, además de otros reposteros de la villa, y que resaltaba que pese a la amenaza de lluvia el centro de Teror cogía algo de resuello por fin tras estos dos meses de hibernación obligatoria.

Dos meses en los que el que las verduras y hortalizas de Arístides Falcón, del barrio de San Isidro, a la sazón patrón de los agricultores y que algo habrá tenido que ver en esto, han cogido un espectacular fuelle.

Arístides pone las vueltas de los euros en una pequeña bandeja de cartón para alejar en lo posible el amago de contacto y con ese básico pero efectivo sistema de ida y vuelta cobra a los que le pagan sus judías tiernas a 3,50; los ajos a 4 euros; los nísperos a 1,50; las mandarinas a 1,60; la papaya a 1,80; y los plátanos a 1,50, entre otras muchas golosinas de la tierra.

Un tanto más allá, junto a la alameda, se encuentra Beatriz Blanco, que a pesar de la mañanera hora, antes de la raya del mediodía, ya lleva un trasteo importante.

Es de Tunte, y retoma, desde ayer, el trasiego de todos los domingos del mundo desde el pueblo sureño a Teror desde las cuatro y media de la madrugada para ofrecer sus quesos de San Mateo, de Pajonales y de Valsequillo, mientras compagina el trabajo con su carrera de Fisioterapeuta, "que acabo este año si el Gobierno me deja", ríe.

Beatriz Blanco no conoce el desfallecimiento ni las tempestades, "está mejorando la cosa", sentencia a pesar de la que ha caido encima augurando que el próximo domingo más, y más aún, el siguiente.

A medida que va pasando la hora el público se va animando y llegan hasta grupos de moteros que se toman un refrigerio en los locales abiertos en la plaza de Sintes, y en el aparcamiento municipal que se encuentra debajo de su superficie van a entrando más coches cargados con familias que surgen por las rampas y escaleras de la plaza como con tiento, oteando a ver qué tal el panorama, manteniendo a la chiquillería en corto y aunque en cierta fase de preenrale.

Y es que resulta que "la gente necesita salir a la calle", justifica con tino detrás de otro viaje de quesos, frutos secos, mieles de Tejeda y dulces cumbreras Francisco Torres, del cercano Ariñez, en San Mateo, un lugar que no pena en demasía del rigor cuarentenario. "Es que se pasa muy distinto en el campo que en la ciudad, confinado con tu monte y tierrita alrededor y que en realidad ni lo notas", ilustra mientras calcula la cantidad de bocadillos de chorizo que ha cortado y untado durante la mañana. "Pues la verdad, no es como otros domingos ni mucho menos, pero ya le perdí la cuenta".

"El mercadillo está flojillo, pero con unas medidas de seguridad perfectas", alega Torres a modo de invitación para que el isleño de pro se pase por la villa el próximo domingo.

En ese mismo amagar para asentar se encuentra la terorense de El Palmar Teresa de Jesús Melián, que se colocó ayer domingo en la banda de estribor de la basílica de la patrona, "para que la gente conozca que ya estamos", y que si es por ella se harten de naranjas, judías, cebollas, plátanos, jaramagos, nueces, y papas de arrugar, entre otros muchos productos que forman un bodegón de colorines que aún lucen mucho mejor tras las nuevas y uniformes carpas con el que se viste el mercadillo municipal a partir de ahora por cortesía del Ayuntamiento.

Es un "empezando de nuevo otra vez", como puntualiza Rita Santana, tataranieta, biznieta, nieta e hija de las que desde hace más de un siglo regentan el puesto que habitualmente se coloca bajo el gran pino izquierdo que preside la fachada de la basílica, a la venta de rosarios, figuras de santos, velas y estampas religiosas.

Terrazas y comercios

Rita Santana, como todos sus compañeros, espera "a ver si el ambiente se anima y por fin se acaba todo esto", mientras por detrás Turrones Estupiñan mantiene la caja abierta y enfrente ya hay cola en la entrada del templo para la misa de las doce.

Solo hora después acabaría prácticamente el mercadillo, una hora antes de su cierre. El cerrojo lo pondría un inoportuno chubasco, pero la imagen de un domingo con personas dando bulla en el exterior resulta un regalo impagable para muchos de los vecinos de una villa que ha ido retomando el pulso muy poquito a poco desde el pasado lunes, con la tibia apertura de seis de las 17 terrazas del casco, las de Bar El Paseo, Bar Paco, Bar Diego, MC Cafetería, Cafetería-Cervecería De Cine y Pino Maa, a los que se añade un número mayor de pequeños comercios.

A ello se incluye desde que se activara la fase 1 la actividad en la Basílica del Pino, a la que se puede acceder siempre y cuando no se supere el tercio de su aforo, es decir no más de cien personas que deben mantener las medidas de seguridad, aún no está abierta para visitas turísticas o culturales, según especifica la parroquia, y no es hasta la entrada de la fase 3, prevista si lo permite la situación para el 8 de junio, cuando se podría llegar a la mitad de su aforo.

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