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Honores y distinciones 2021 | Hijo Predilecto de Gran Canaria | Político, ex ministro, expresidente de Canarias y exalcalde

Jerónimo Saavedra: “La actual generación de políticos está quemada antes de tiempo”

Jerónimo Saavedra, Hijo Predilecto, muestra el artículo de Derechos y Libertades de la Constitución Española, el pasado jueves en su domicilio . | | ANDRÉS CRUZ

Jerónimo Saavedra Acevedo (Las Palmas de Gran Canaria, 1936) recibe el próximo viernes el título de Hijo Predilecto de Gran Canaria y leerá el discurso en nombre de todos los premiados de este año. En esta entrevista relata recuerdos de su infancia, de su larga carrera en las instituciones y opina que la actual generación de políticos, la que sustituyó a la suya de la Transición, “ya está quemada”. Confía más en la tolerancia de los jóvenes de 30 años.  

Cuesta entender que no tenga todavía este reconocimiento de Hijo Predilecto de Gran Canaria. Es imposible encontrar a un grancanario con tantos méritos como usted: primer presidente de Canarias, ministro en dos ocasiones, diputado en el Congreso y en el Parlamento regional, senador, alcalde de la capital, Diputado del Común y un largo historial como político y profesor universitario. ¿Contento con este título?

Mucho. Sorprendido no, porque hay una frase de Shakespeare, que además ya utilice en un escrito de redacción en mis años de bachillerato en los Jesuitas, que dice “last but not least” [“ahora, nuestro gozo, aunque sea el último, no menos importante”, de la obra el Rey Lear], y quiere decir que lo último que llega no es lo último ni lo peor. Creo que premios de esta naturaleza, como el de Hijo Predilecto de Gran Canaria, responden al reconocimiento a toda una larga vida. Y es preferible siempre que llegue a tiempo y no que sea póstumo, como desgraciadamente ha ocurrido con Fernando Redondo y algunos más.

“Que este premio del Cabildo sea de los últimos no quiere decir que sea menos importante”

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Este es el galardón que concede el Cabildo de Gran Canaria, única institución en la que no estuvo nunca. ¿No le atraía el gobierno insular?

Pues no. La verdad es que no, y curiosamente el antecedente político mío está en mi padre, que fue vicepresidente del Cabildo cuando yo era casi recién nacido, en el periodo 1939-1945, con el letrado Antonio Limiñana como presidente. He pasado por instituciones parlamentarias de todo tipo y por las administraciones, pero nunca he estado en el Cabildo y no sé por qué, no hubo ningún propósito. Como estuve veinte años de secretario general de los socialistas canarios tenía la llave, por así decirlo, para colocarme en la lista electoral que quisiera. Sin embargo, durante la Transición me enfoque hacia a la política nacional, de ahí pasé al ámbito autonómico, y al final, ya casi de retirada, fue cuando opté a la Alcaldía de mi ciudad natal.

¿A qué se dedica ahora?

A estar colgado al teléfono para responder a consultas de muy distinta naturaleza. Desde que dejé la Diputación del Común, en el año 2018, debí dedicarme íntegramente al ocio, pero no es así, porque la gente cree que yo puedo resolver sus problemas aunque no tenga poder administrativo de ningún tipo. Lo cierto es que lo mismo me vienen con consultas laborales que con problemas judiciales o cuestiones culturales. Me entretengo así. Si no existiese esa vinculación con la actualidad, a lo mejor ya no estaría aquí, me hubiera ido por aburrimiento.

“Ahora me dedico a responder consultas de todo tipo por teléfono; es así como me entretengo”

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¿Y cómo lleva las restricciones de la pandemia?

Con toda normalidad. Sufriendo sobre todo por las limitaciones en el ámbito cultural, que es mi gran afición. También lo siento por el sector de la restauración, porque suelo comer frecuentemente fuera de casa y me siento muy solidario con todos esos trabajadores.

Usted ha sido testigo y actor de la historia de Gran Canaria desde casi el final de la Guerra Civil, pues ya tenía tres años cuando acabó la contienda militar. ¿Cómo era la Isla entonces?

La Isla de entonces la percibo de una forma muy personal. En la infancia, por distintas razones, mi familia nos organizaba alguna salida al campo los fines de semana e iba hacia los tres destinos posibles por carretera, que antes no había tantas. Por ejemplo, la primera vez que fui a La Aldea de San Nicolás fue en la campaña electoral de 1977 y recuerdo que desde allí hasta el Puerto de Mogán bajé por unas pistas tremendas. En esos viajes familiares de infancia y adolescencia me iba a Agaete, porque mi padre era de allí y mi abuela tenía una finca cercana al Puerto de Las Nieves, en el barranco. También nos íbamos por la carretera del centro hasta Tejeda, al menos dos o tres veces al año porque uno de mis cuñados era un Hernández Guerra, una familia muy conocida de allí, y nos divertíamos mucho. Y por último, por el sur iba al Puerto de Arinaga, porque mi padre tenía las salinas y el barco de pesca. Esos eran mis tres destinos, esa era mi diversión, porque el resto que recuerdo era la vida local, como viajar en tranvía de Triana al Mercado del Puerto, ir a ver como rompían las olas en el monumento de don Benito Pérez Galdós en el viejo muelle de Las Palmas y los poquitos cines que nos dejaban ver las películas que superaban la censura. Y muchas procesiones y mucho espectáculo religioso en la calle.

“La elección como alcalde de Las Palmas de Gran Canaria en 2007 fue mi mayor alegría política”

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¿Y cómo percibe ahora a Gran Canaria?

Ahora la percibo como una capital económica. El tema estatutario de la capitalidad compartida es secundario, no significa ni más ni menos con Tenerife. Por lo que escucho de la gente de otras islas, reconocen que el principal centro urbano de Canarias está aquí y eso se refleja en la vida económica, cultural y en las iniciativas que aquí se generan.

¿Qué le quedó por hacer en sus numerosos cargos públicos? ¿Hay algo que le hubiese gustado realizar y no se atrevió?

Nada. Al menos nada a mi alcance. Es cierto que no pudimos conseguir que Las Palmas de Gran Canaria fuera Capital Cultural Europea, que fue un empeño nuestro. Nos ganaron los de San Sebastián en la fase final y luego esa ciudad pasó muy desapercibida en la celebración de esa capitalidad cultural, cosas de la vida.

Fue presidente de Canarias en dos etapas, al inicio de la autonomía. ¿Cuál es la receta para gobernar un Archipiélago tan complejo como el canario?

La receta es que por encima de todo está el poder regional y que por debajo, según la característica de los problemas, los protagonistas son los cabildos y los ayuntamientos. Pero ese es un tema que está todavía por definir. Después de 40 años de autonomía sigue sin clarificarse pese a que se ha hecho una ley canaria de municipios y otra de cabildos. Pero sigue habiendo confusión, torpeza e interpretación inadecuada por parte de algunos funcionarios y seguimos viendo, por ejemplo, que competencias que claramente deben estar en los ayuntamientos o en los cabildos, pues una parte está y la otra no. Siendo alcalde sufrí las consecuencias en materia de servios sociales, la política de mayores o de dependencia, que no se ha clarificado y sigue sin clarificarse. Las principales ciudades tienen una política de ayuda a domicilio, que pertenece al sistema de dependencia pero no consta a efectos de obtener los recursos del Estado. Estamos perdiendo dinero porque no hemos sido capaces de decir cuál es y cómo se resuelve este problema.

“Lamento que no me llamen del PSOE para contarles cómo se reconstruyó el partido en la clandestinidad”

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¿Cuál es el mejor recuerdo de su vida política?

La elección como alcalde de Las Palmas de Gran Canaria en el año 2007 fue mi mayor alegría. Se viven mejor las elecciones locales que las parlamentarias. Ya sea en el Parlamento autonómico, en el Congreso de los Diputados o en el Senado, eres uno entre muchos, en función del porcentaje de votos de obtengas, pero no sabes si vas a gobernar. En cambio, cuando te presentas a la Alcaldía y ganas por mayoría absoluta, pues eso sí que se disfruta. No estás pendiente de con quién vas a pactar ni cosas por el estilo.

¿Y el peor momento de su carrera?

Quizá el del año 1985 en el Parlamento de Canarias, cuando los 27 diputados socialistas fuimos los únicos que votamos a favor del Protocolo 2 de Canarias en la Unión Europea, formando parte del Tratado de Adhesión del Reino de España. No entendíamos que se tuviera esa visión tan política, además sabiendo que el mundo empresarial, quitando al sector agrario, estaba súper satisfecho con el sistema del Protocolo 2. Y nos quedamos solos, 27 socialistas contra 33 diputados del resto de los grupos parlamentarios. Al acabar la sesión plenaria me reuní con los compañeros del Gobierno en una sala de la Cámara regional y les dije que, ante esa falta de confianza en Europa, pues yo dimitía. Y un mes después fue cuando se firmó el primer pacto de Gobierno en Canarias, que fue el Pacto de Progreso.

“Claro que ha habido algún compañero desleal en mi carrera, pero el tiempo va borrando las aristas”

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Su segundo mandato al frente del Gobierno de Canarias acabó también de forma un tanto traumática.

No, normal. Una moción de censura es un hecho normal en una democracia.

¿Debió actuar de otra forma para evitar la moción de censura de Manuel Hermoso y el posterior auge de la coalición nacionalista?

No fue culpa nuestra, porque como sabemos fue un problema de falta de sensibilidad, que no es la primera vez que ocurre, incluso con gobiernos socialistas, por parte del ministro de Hacienda de cada momento. Estábamos discutiendo la actualización del Régimen Económico y Fiscal (REF) del año 1972, que teníamos desde la época franquista, al hecho nuevo de una mayor integración en la UE después del Protocolo 2. La parte fiscal se resolvió con la creación del IGIC, pero la parte económica estaba pendiente. Yo fui a ver a Carlos Solchaga, que era el ministro de Hacienda, y no había manera de que se bajara del burro. Luego yo, de ministro de Administraciones Públicas, en el año 1994, fui el que convoqué a las partes, a todos los diputados canarios, y ahí se hizo la nueva Ley del REF.

Dejó de liderar el PSOE canario en el año 1997, pero siempre se ha dicho que siguió manejando los hilos desde la sombra. ¿Le llaman todavía sus compañeros socialistas para pedirle consejo?

Paradójicamente me llaman más los ciudadanos de a pie, es un poco surrealista. Yo lamento que los compañeros socialistas no tengan interés, por ejemplo, por conocer de boca de uno de los supervivientes que seguimos aquí cómo fue la reconstrucción del socialismo en la dictadura y en la clandestinidad, en la década de 1970. Y no les voy a cobrar nada. (Risas). No hay una historia publicada sobre esa etapa y qué menos que les cuente a las agrupaciones locales del PSOE cuántos éramos y cómo actuábamos. O cómo se creó la Junta Democrática de Canarias como movimiento de unidad de las fuerzas políticas en la clandestinidad. Hubo muchos ciudadanos que participaron en la lucha contra la dictadura y no son conocidos. Había mucho miedo en el votante canario y eso explica que la UCD arrasara en las primeras elecciones democráticas de 1977. Muchos de los grupos políticos que habíamos compartido trabajo en la clandestinidad y en la Junta Democrática no sacaron ningún representante. Hubo tal ingratitud del votante isleño con los luchadores contra el franquismo, por el miedo o por conservadurismo, que Adolfo Suárez sacó más porcentaje de votos en Canarias que en su propia provincia.

¿Alguno de sus delfines en el PSOE canario le salió rana?

No suelo opinar negativamente ni de los compañeros de mi partido ni de las otras organizaciones. El tiempo va borrando las aristas. Claro que ha habido algún desleal, pero no voy a dar nombres.

“Parece que los políticos de ahora solo buscan un empleo y la retribución de un cargo público”

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Los políticos de generación concluyeron su tarea y han dado paso a los actuales dirigentes. Vista la calidad democrática en las instituciones estatales y autonómicas, ¿cree que en España es necesaria una nueva renovación de caras o es el momento de afianzar a esta generación? ¿Están quemados ya los actuales políticos?

Yo creo que esta generación política está quemada antes de tiempo, quizá porque su formación y su experiencia no era similar a la generación a la que yo pertenecí. Salíamos de una dictadura y entrábamos en una democracia, todos teníamos nuestra profesión. Nosotros teníamos vocación más profesión. Hoy, desgraciadamente, parece que la vocación no se da tanto, sino que por encima de todo está la búsqueda de empleo y la retribución de un cargo público. Eso ha deteriorado una barbaridad a las clases políticas dirigentes de todos los partidos, sin exclusión alguna. Como profesor de Universidad durante más de 40 años he visto a través de los alumnos cómo van cambiando las generaciones y las actitudes de las personas. Yo tengo ahora muchísima confianza en la gente menor de 30 años. Tengo contacto con ellos y les veo con una apertura, una cordialidad y una capacidad de dialogar que desgraciadamente no veo en la generación hoy gobernante.

“No voy a publicar unas memorias, me cuesta coger un bolígrafo y sentarme a escribir”

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¿Le preocupa la radicalización de política española? ¿Le parece peligrosa esta deriva?

Sí, sin ninguna duda, y no soy el único. No soy pesimista, pero me sorprende como la gente ignora la historia de nuestro propio país y como todavía se sigue hablando de república y exhibiendo una bandera. Resulta que en las dos experiencias anteriores, la del siglo XXI duró menos de un año, y la de 1931 a 1939, apurando mucho, acabó fatal, en una guerra civil. ¿Qué más da si la monarquía es sucesoria? ¿qué va a mejorar la república en este momento? La capacidad del jefe del Estado, el rey, en la Constitución Española de 1978, es menor que la de algunos presidentes de república. Y algunos de esos presidentes de república, en América o ahora en Francia, han acabado ante los tribunales para responder de sus actos. La república española es un mito que se reclama sin sentarse a analizar fríamente cuál es el interés general del país en cuanto a la configuración de Estado. La actual Constitución del 78 está dando pruebas de adaptarse mejor a los cambios políticos, económicos e industriales tan tremendos que ha habido desde el año 1975 hacia acá.

¿Publicará sus memorias?

No. Ni siquiera las he hecho. Me cuesta mucho escribir. Por mucho que le dé vueltas a la cabeza y sepa lo que voy a decir, el hecho de sentarme a una mesa y coger el bolígrafo, porque soy de la vieja escuela tecnológica, me supone un problema.

“La república española es un mito; me sorprende que la gente no conozca la historia de su país”

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El próximo viernes leerá el discurso en nombre de todos los premiados. ¿Qué mensaje lanzará a los grancanarios es esa celebración del Cabildo?

Es muy difícil hacer ese discurso, porque en estos actos hay proyecciones de vídeos donde se resumen las circunstancias de los premiados y en el caso del Cabildo son 21 personas o entidades. Por tanto, no voy a repetir esos méritos de cada uno. Va a ser un intervención mínima, que creo que sintetiza este tipo de reconocimientos en dos palabras: el agradecimiento y el amor. Y sobre el tema del amor, en el sentido en el que yo lo interpreto, girarán los ocho minutos que me han asignado.

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