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Con mucho geito (9) | Enrique Naranjo Rodríguez

Un hombre como un toro

Enrique Naranjo Rodríguez lo mismo comanda un taxi que una yunta de arrastre | En dos animales supera los 2.000 kilos de peso

Un hombre como un toro | LP/DLP

Enrique Naranjo Rodríguez es fuerte como un toro, tiene corazón de toro, y un par de toros que entre los dos suman 2.200 kilos de peso. Alterna su amor por los animales y por la disciplina del arrastre con su pasión por el taxi, porque todo lo que hace, le place.

Enrique Naranjo Rodríguez tiene dos toros metidos en una gallanía de Cuesta Falcón, en Teror. Son solo dos, pero por peso es una ganadería completa, con sus más de dos toneladas de animal dividido en dos reses monumentales de la tierra. Dos fenómenos. Ocho patas. Dos pares de cuernos como troncos de un nogal.

Uno se llama Brillante. El otro Lugarejos. Y cuando los pone a tirar de una yunta arrastran durante más de ochenta metros más de una tonelada de peso. Sin ruedas. En fricción.

El propio Enrique Naranjo, como ya lo es el ganado basto, es también una especie en peligro, no en extinción, exactamente, porque viene relevo, según dice, pero sí un ejemplar casi único en una Canarias que ha ido despoblando los pequeños alpendres a favor de las grandes explotaciones ganaderas. Lo mismo que ocurre con las tiendas de aceite y vinagre, apunta Naranjo, «que han ido desapareciendo sustituidas por las grandes superficies comerciales». Pero queda él. Y con Enrique, otra decena de irreductibles de los animales enormes, de arrastre y exposición. Al de Teror le acompaña además un centenar de ovejas que maneja casi telepáticamente. «Yo las suelto por la mañana y las recojo por la noche, cuando llego con el coche y ellas salen para el corral corriendo como balas».

Para meterse en semejante trajín, y salir indemne, hay que acoplar varios factores, desde la cuna a la fisonomía. De hecho, se trata de un señor que apenas duerme. Se acuesta a las cuatro de la mañana y se levanta cuatro horas después. «Si uno vive, pon ahí, que 75 años y se pone a dormir ocho horas todos los días se habrá pasado 25 años durmiendo, y yo creo que tampoco es eso».

Hijo, nieto, y de ahí hasta la conquista, de ganaderos, desde chico mamó el cuidado de las reses y de la tierra, «soy un poco mixto», ilustra. Estudió primero en el colegio de El Faro, luego en el instituto del pueblo, del que saltó a «criar papas», y tras la mili, alternando con camiones y el taxi. Ahí, sigue, con el taxi en la capital grancanaria desde el año 84 y «en paralelo con los animales y la tierra».

Todo lo que hace le place. «El taxi es como una adicción. Te relaciona. Todos los días es un cambio brutal del campo a la ciudad pero me relaja, y tiene de bueno que cuando alguien te habla del monte tú le explicas con conocimiento de causa». Y tanto.

‘Brillante’ y ‘Lugarejos’ tienen el segundo y el tercer premio de los mejores toros del país de Gran Canaria

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Después de más de una año con sus dos toros en confinamiento, a la que se añade Martina, la vaca de 15 años que tiene fuera oreándose al sol, se acaba de llevar para su corrala el segundo y el tercer premio al mejor toro del país en el concurso de ganado selecto celebrado recién por el Cabildo en la Granja Agrícola Experimental. «El primero se lo llevó Manolo Ortega con Elegante, y como él también es de Teror y es como si fuésemos hermanos, pues todos contentos».

Pero a Enrique Naranjo Rodríguez lo que le sube la adrenalina es el arrastre.

Una modalidad que no viene del año del cólera, sino que en Gran Canaria se practica desde hace solo unos 30 años, y a la que él se guindó en 1996.

Antiguamente sí que habían piques entre ganaderos. Cargaban en la corsa estiércol, el trigo, las propias papas que cosechaban o materiales para la labor. Y en ese ir y venir pues se la echaban los propietarios diciendo quién arrastraba más lejos y más pesado, pero poco más que un pique.

Hasta que con el tiempo se crea una federación canaria de arrastre que aglutina a las islas de La Palma, Tenerife y Gran Canaria.

En la isla picuda es donde se concentra la mayor afición, con más de un centenar de aficionados, y en la redonda, el número alcanza apenas la decena.

Para un buen arrastrar hay que fijar la mira en el toro y su peso. Pasarse de los 1.100 kilos por animal es jugársela con sus articulaciones. Y bajar mucho, perder ‘tracción’.

«Antes del arrastre tienes como nervios para que todo salga bien y a nadie le pase algo»

Enrique Naranjo - Ganadero y taxista

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Días antes de las pegas Enrique Naranjo los entrena amarrándoles «una rueda de tractor y los pongo a caminar con ella, para que vayan trabajando las patas», pero lo complicado es el momento de iniciar la carrera del arrastre, cuando tiene que ponerle el yugo de 30 kilos de peso en el pescuezo de los toros. «Como es largo tienes que levantarlo a pulso arriba cuando lo hago yo solo, y el de los toros es más difícil que el de las vacas por al altura y porque son más complicados, más inquietos».

Asegura que en esos minutos «tienes como nervios, pensando en que no se te paren, que no te tiren, que todo salga bien, que a ningún compañero o a un animal le pase algo, porque eso repercute en todos nosotros».

Cuando arranca la carrera, de 35 metros de largo, por otros tantos de vuelta más un radio de giro de unos ocho metros, el mundo truena. “Nosotros lo vemos normal, pero sí es espectacular”. Son dos animales que suman 2.200 kilos de peso, más un yugo de otros 35, una corsa, sobre la que va la carga, que pesa unos cien kilos, más ocho sacos de cien kilos cada uno. Tres toneladas y pico de nave sobre la polvajera con Enrique Naranjo comandando el buque.

Que gane, quién pierda, no parece importarle mucho. “Ganar si he ganado pero nosotros solo vamos a disfrutar, a vernos, porque no somos muchos pero lo que sí formamos es una gran familia”.

De valor incalculable

El precio de un valor es tanto el que pidan por él como el que estén dispuesto a pagar. Y en el mundo de los grandes animales de arrastre o exposición el asunto se agrava porque, como dice Enrique Naranjo, los suyos no tienen precio, o dicho de otra forma sería «incalculable». Sus animales son parte de su vida y no se venden así como así. Y una forma de verlo es cómo cuenta la historia de ‘Tunante’ un gran toro cercano a la tonelada de peso que se le murió infartado de repente cuando él iba tan contento a llevarlo a una feria. «Lo tenía desde chico», afirma apenado a pesar de que ya hace un buen tiempo del suceso.

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