Valsequillo

Un almendro como un pino

Valsequillo luce canariedad ante más de 10.000 visitantes, y 200 cabras, en su medio siglo de la Ruta del Almendrero en Flor

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

Se veía venir que las bodas de oro de la Ruta del Almendrero en Flor de Valsequillo iban a colapsar las medianías y cumbres de esa vera de Gran Canaria y así fue, con una asistencia de más de diez mil personas, y no menos de 200 cabras, que vivieron las delicias de un domingo en el que el pueblo se convirtió en la auténtica capital de la identidad isleña.

La Canarias más auténtica se dio cita ayer en Valsequillo, capital del archipiélago durante unas horas a la que acudían más de diez mil personas según las cuentas de la autoridad competente en calibrar volúmenes. Y si no eran 10.000 lo parecían, con una caravana de tráfico que antes de la raya del mediodía cubría toda la extensión de la carretera que une el municipio con el casco de Telde.

Era la Ruta del Almendrero en Flor en sus bodas de oro, y lo celebró por todo lo alto, con nada menos que 200 ventorrillos apostados en el casco de la localidad, y en los barrios de Tenteniguada, Las Vegas y La Barrera.

Un tumulto de personal vestido de típico, tirando de las almendras tostadas y garrapiñadas, de la carne cochino, de los chicharrones, de los bocadillos con chorizo y el Clípper de fresa, mientras los grupos parranderos, que los había desde Las Rehoyas a La Aldea, rianga rianga, con timples y guitarras anunciando el por qué somos costeros.

Detrás de cada mato, un gato. O 200 cabras que eran las que se subió al casco de Valsequillo el pastor Ramón Viera desde el barranco de San Miguel, a las que puso a andurriar a las ocho de la mañana para meterlas en un solar cercado para novelería de la concurrencia, que observaba desde el litoral en forma de acera lo que lucía como un océano de cuerno y pelo.

La fiesta se extendía por Valsequillo casco, y los barrios de Las Vegas, La Barrera y Tenteniguada

Los balidos le llegaba a la mismísima oreja al que ayer era el confitero mayor de la ínsula de Gran Canaria, Francisco Herrera, hacedor de manzanas caramelizadas, nueces, manises y almendras garrapiñadas. Allí andaba en un puesto ardiente del que salía la golosina del día, la almendra en todos sus formatos provenientes de una flor del pasado año, tras el retraso en parir de los almendreros en este invierno veinte-veintitrés.

El vecindario en peso es el que capitanea la jarana. En cada cacharro del que salgan fuegos o vapores hay uno de ellos, como José Antonio Peñate, de Era de Mota, que anda trajinando un artefacto quemador con el que tuesta las almendras, junto a sus compañeros de la asociación de vecinos del lugar, mientras explica con paciencia el proceso de la almendra, desde cuando se parte, se despipita, se tuesta y se le echa agua y azúcar para garrapiñar. Justo un poco más allá anda Josefa del Pino Hernández, haciendo horchata, guisando almendras con un litro de agua, otro litro de leche, «azúcar al gusto, una rodajita de limón y una canela en rama». Bueno para refrescar, e inmejorable, en su versión colada para restituir el espíritu a las parturientas, «que era lo que se hacía antiguamente».

Para los novios y las novias

Pero silencio, que llega el Rancho de Ánimas. Su rondero mayor es Agustín Calderín, pero como está más adelante, es José Antonio Sánchez el que explica el repertorio del día, que en fiestas, es el llamado Por Flores, que se dedica «a los novios y las novias». Detalla que existen otros dos formatos, el que canta a las ánimas y el que lo hace a los pasajes bíblicos, sobre los misterios y «milagros del Señor». Y suena la guitarra, el timple, el tambor, el pandero y la espada, los instrumentos del rancho. Es entonces cuando Valsequillo para, y recula, siglos atrás hasta el principio de los tiempos.

La caravana de coches al mediodía cubría toda la carretera que une el centro de localidad con el casco de Telde

Del alcalde, Francisco Atta, asoma el cachorro embutido entre el rancho, privado por la creciente concurrencia, pero sin olvidar a quién se arraya el millo: «Este es un gran día de enaltecimiento de la identidad canaria», asevera entre el murmullo, «que es posible gracias a los vecinos, vecinas, asociaciones y colectivos que colaboran con el Ayuntamiento para que cada año salga adelante. Es precisamente la participación ciudadana la que hace, de ésta, una fiesta grande». Y tanto.

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