Agüimes

La última mercería de Arinaga

Eusebia Castellano abrió el negocio familiar hace 40 años

El comercio, que fue antes dulcería, churrería y tienda de aceite y vinagre, atrae a clientes de toda la isla

Juan, su hijo, recoge el legado y dice que «no cerrará como las otras"

Eusebia, ayer en su mercería de Arinaga.

Eusebia, ayer en su mercería de Arinaga. / Pepa Pallarés

Han pasado 41 años, pero el negocio familiar de la mercería Eusebia, en un rincón de Playa de Arinaga, se mantiene vivo. Es hoy día la única que ha sobrevivido en todo Agüimes. «Hay un renacer de la costura». Lo afirma el hijo de Eusebia Castellano, Juan Abrante, su sucesor aunque ella sigue controlando a pesar de padecer enfermedades como el Parkinson. 

El negocio ha cambiado de tercios e innovado con el tiempo. Es mercería hace más de 20 años, después de probar como dulcería, churrería o tienda de aceite y vinagre. Ahora la mercería «no cerrará» como lo han hecho las que quedaban», afirma su descendiente.

Mercería Eusebia, en la calle Luis Velasco, casi pasa desapercibida porque no luce enormes ni vistosos escaparates. Aún así, su clientela ganada en años es fiel y va en aumento. Llegan a comprarles de todo Agüimes y del norte de la isla. Es pequeñita pero acogedora y sobre todo, rezuma amor, mucho del que carecen muchos fuera de ese entrañable negocio, de poco más de 30 metros cuadrados que todos conocen. Y además, vende de todo. De máquinas de coser a cualquier tipo de material necesario para la costura.

Emprendedora

La historia laboral y emprendedora de Eusebia no empezó hace 41 años. Trabajó desde los 12 empaquetando tomates en Carrizal, donde nació. Su padre había emigrado a Venezuela y ella, la mayor de 4 hermanos, tenía que mantenerlos. Estudió costura en el poco rato libre que le dejaba este trabajo, «aunque nunca pensé en dedicarme a esto, pero ya ves» comentó ayer mientras saludaba tras el mostrador a un cliente.  

Se explicó entonces: «Yo me casé jovencita con Pedro Abrante, que era de aquí, de Agüimes. Reunimos dinero y compramos un solar en Arinaga y construimos entre los dos esta casa», mientras señala a su alrededor y también el piso superior, donde se encuentra la casa en la que viven. 

«No era por falta de dinero», explicó, «pero yo solo me dedicaba a mis dos hijos, Juan y Manuel, y se me ocurrió montar algún tipo de negocio en la planta de abajo». Y así fue, hace 41 años antes de mercería, este local fue dulcería, churrería e incluso tiendita «de esas como aceite y vinagre. Pero abrieron supermercados en la esquina de arriba y se me ocurrió ir colocando en la tienda también cosas de mercería, para ver qué se vendía mejor». 

Es de Carrizal, empezó a trabajar con 12 años en los tomateros y creó un negocio que ha sobrevivido

Así empezó a ganar terreno el negocio de la mercería mientras veían que el supermercado les quitaba todo el terreno. 

La mercería se quedó como tal hace 20 años y se hizo primero con toda la clientela de Arinaga, después con la del municipio y también de otro puntos de la isla como Gáldar, Arucas o La Aldea, añade el hijo de Eusebia, que ya avisa que «no morirá la mercería. Está resurgiendo la costura sobre todo entre jóvenes». Aclara que está de moda y como ejemplo cita formatos televisivos como Maestros de la Costura, por ejemplo, que «están ayudando mucho a que el negocio vaya mejor». No se refiere a la costura en sí, «sino a que quien cose necesita un material que nosotros vendemos». 

Eusebia y su hijo Juan, con un tapiz que bordó con su nombre

Eusebia y su hijo Juan, con un tapiz que bordó con su nombre / Pepa Pallarés

"Fuera de aquí solo hay lobos"

Además, detalla también que a nivel institucional «se han dado cuenta y organizan cada vez más talleres de formación o aprendizaje de costura. «Aquí al lado, en la Casa de la Cultura, hay uno ahora mismo y está lleno y claro, todas esas personas pueden venir a comprarnos el material a nosotros».

Mientras se explica, su madre recuerda que también ella hacía trabajos de costura por encargo, «pero después de mi enfermedad tuve que dejarlo».

Mirando también con mucha ternura a Juan su hijo y de reojo indicó que «también busqué que este negocio fuera bueno para mi hijo, que no fuera sacrificado. Con la mercería tiene los fines de semana libres», menos el sábado por la mañana, puntualizó Juan medio riendo. «Mi hijo cuida de la mercería y de mí», agrega Eusebia «y este trabajo es mejor para tener vida». Juan aprendió de niño este oficio y continuará en él. «Fuera de aquí solo hay lobos acechando en los trabajos para fastidiarte la vida», dijo riendo pero afirmándolo con certeza.

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