San Bartolomé de Tirajana

Las mujeres que hacen Fataga

El Ayuntamiento homenajea a Caridad Moreno, Clara Cabeza, Rosario López, Pilar Moreno y Teresa Reyes por sentar las bases de la economía del pueblo.

Clara María Cabeza González, María del Pilar Moreno Falcón, María Teresa Reyes López, Caridad Moreno Artiles y Rosario López Reyes son cinco mujeres vecinas de Fataga, unas por nacimiento y otras por convicción, con un profundo conocimiento del pueblo que las vio crecer, casarse y criar a sus hijos. Pero también son vecinas de una tierra a la que ellas mismas han mimado y hecho evolucionar desde un enclave dedicado casi en exclusiva al campo a otro por el que cada día pasan cientos de turistas en sus excursiones de la costa a la cumbre. Agricultoras, empaquetadoras de tomate, hosteleras, artesanas, gasolineras y hasta empresarias del sector turístico rural, todas son mujeres que hace décadas miraron al futuro y cuyo emprendimiento sentó las bases de la economía local, unos pilares que hoy continúan dando de comer a sus familias y a otras tantas del pueblo y sin cuya apuesta no se entendería la Fataga actual.

Entre los 71 y los 92 años, todas ya jubiladas, estas cinco mujeres aguardan en su memoria los recuerdos de toda una vida con un enorme arraigo a la tierra, pues buena parte de ellas todavía conservan un cachito de tierra en el que plantan papas, calabacines, naranjeros o calabazas y el que tienen incluso gallinas o alguna cabra. Son mujeres mayores, rodeadas de familia, con aficiones, con las puertas siempre abiertas para invitar a un café y con dos amores a los que ponen por delante: su familia y Fataga. Su contribución al desarrollo del pueblo es reconocida por el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, en un homenaje que debió celebrarse ayer sábado en la IFeria Mujer Rural en Fataga pero que se suspendió por el mal tiempo y se retomará el sábado 13 de abril.

Clara María Cabeza González (71)

Nació en Piletas, en Agüimes, el 16 de septiembre de 1953 en una familia de fatagueros, barrio al que ha estado vinculada toda su vida, primero para visitar a su abuela y luego para vivir. Le encantaba ir a la escuela, pero la falta de recursos le impidió seguir estudiando, así que a los 15 años comenzó a trabajar en un almacén de empaquetado de tomate en Piletas y Cruce de Arinaga. «Era duro, se trabajaba de la mañana a la noche», recuerda. En aquel almacén, antes de la llegada de la democracia, luchó junto a otras mujeres por la creación de un sindicato. «Eran momentos difíciles, había muchas trabas y estábamos señaladas por los jefes».

Clara María Cabeza González.

Clara María Cabeza González. / José Carlos Guerra

Aprendió a calar en la Sección Femenina y comenzó a venderlo. «Daba para escapar», relata, y tiempo después pasó a ser artesana de la Fedac. Con 21 años se casó y se marchó a vivir a Fataga, donde combinó la crianza de sus hijos con tareas de agricultura y elaboración de queso para consumo propio. Y años después una propuesta del Ayuntamiento la animó a adentrarse en el mundo del turismo y con subvenciones europeas habilitó una de sus viviendas como casa rural. «Fui la primera persona que puso una casa rural en Fataga», señala. Apenas habla idiomas -solo inglés básico con un título de Radio Ecca- pero ella se hacía entender con señas. Estuvo en el sector 15 años. Ahora, en su tiempo libre atiende su casa, toca el timple y colabora en la limpieza de la iglesia.

María Teresa Reyes López (90)

Nació en Fataga el 16 de febrero de 1934 en una familia de diez hermanos que se quedaron huérfanos de padre muy pronto, lo que obligó a María Teresa, después de la educación básica, a ponerse a trabajar primero en tomateros y luego en un almacén de empaquetado en Vecindario. Al volver a Fataga conoció al que sería su marido en la tienda que un vecino había montado en una habitación que su madre le alquiló en su casa. Y ahí trabajaron ambos, hasta que se casaron, se desvincularon de ese hombre y montaron su propia tienda, una de las primeras del pueblo. Con lo que ganaron, compraron un terreno en el que construyeron el restaurante El Labrador y, encima, su casa. «Lo pasamos mal durante un tiempo porque teníamos muchas letras que pagar, pero gracias a una fiesta que se celebró en el restaurante salimos adelante», recuerda.

María Teresa Reyes López.

María Teresa Reyes López. / José Carlos Guerra

Allí trabajaron la pareja y los hijos desde niños haciendo todas las labores. «Había mucha gente y mucho trabajo, sobre todo cuando empezaron a llegar los turistas», señala. No hablaba inglés, pero rápido aprendió los números «para contar las perras», bromea. Junto al restaurante abrió una tienda de artesanía. Hoy, 47 años después el establecimiento está arrendado. «Cuando el bar está abierto, en el barrio hay vida».

Caridad Moreno Artiles (92)

El próximo 8 de abril cumple 93 años, una edad que la convierte en la mujer las longeva del pueblo. De adolescente, con 15 años, trabajó empaquetando tomates y luego se marchó a recoger almendras y albaricoques para llevarlos al Mercalaspalmas. Se casó tarde, recuerda, con 30 años «porque mi madre no me dejaba salir de casa». Caridad ha tenido una vida dura: su marido murió a los cuatro años de casados, encontró a su hermano fallecido y tuvo que cuidar a su madre cuando enfermó. «He pasado mucho», dice, pero eso la impulsó a salir adelante por sus hijos, nietos y bisnietos. Su vivienda, cuenta, sigue siendo un punto de parada para muchas personas que pasan por Fataga o van a las labores agrícolas, unas labores que ella ya no realiza por su avanzada edad. De hecho, tiene terrenos con calabacines, papas, albaricoqueros, guayaberos, nispireros o ñames, pero su familia ya no la deja ir «porque el cuerpo no aguanta». Tiene cabras y gallinas. Caridad lanza un mensaje a los más jóvenes para que vuelvan al campo a cultivar las tierras. «Es necesario que los jóvenes trabajen la agricultura, que es lo que nos da la comida».

Caridad Moreno Artiles.

Caridad Moreno Artiles. / José Carlos Guerra

Rosario López Reyes (77)

Nació el 16 de septiembre de 1947 en el Ingenio de Santa Lucía, pero acabó en Fataga porque su ahora marido pasó por la tienda y el bar que sus padres tenían en el barrio santaluceño y se enamoraron. De niña combinaba la escuela con ayudar a su madre en la tienda de aceite y vinagre, hasta que a los 15 años fue a trabajar a los tomateros y almacén de empaquetado en Vecindario. Cuando se casó montó con su marido el bar Los Giles, que esta semana cumplió 42 años. «Trabajaba en la cocina, la barra y donde hiciera falta», señala. Y a los dos meses montaron la que sigue siendo la única gasolinera de Fataga, dos negocios que impulsaron el pueblo y que ha dado de comer a toda su familia. «Del campo me fui a otro sector, y me salió bien», relata. Ahora, ya jubilada, atiende sus terrenos y su casa, y muy a menudo baja a la gasolinera, que ahora llevan las nuevas generaciones de su familia, y allí pasa el tiempo charlando con la gente que pasa. «El ojo del amo engorda al caballo», bromea.

Rosario López Reyes.

Rosario López Reyes. / José Carlos Guerra

María del Pilar Moreno Falcón (92)

Oriunda de Fataga, desde niña ayudaba a su padre en las labores del campo, pero también se adentró en las de albañilería cuando llevaba, al peso y sobre la cabeza, cada una de las piezas del suelo de la plaza de Fataga. «Antes no era como hoy, que todo el mundo tiene una carretilla». Nunca llegó a tener trabajo propio, sino ayudando a su padre y su marido recogiendo albaricoques, higos o almendras en su terreno para llevarlo al mercado, además de ejercer las labores de ama de casa. También ayudaba a su marido en la matanza para hacer revoltillos de cordero o morcillas con cerdo. «Y teniendo eso, sobrevivíamos con el trueque: si hoy nosotros matábamos un cochino y otro día lo hacía un vecinos, nos intercambiábamos y así siempre teníamos carne fresca. Ahora dedica el tiempo a los crucigramas y las sopas de letras. «Me alegra que me homenajeen por sacar el pueblo adelante, aunque yo pensé que era por la vejez», sonríe.

María del Pilar Moreno Falcón.

María del Pilar Moreno Falcón. / José Carlos Guerra

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