Valleseco

Valleseco en fiestas: Manual para una feria de ganado

El pueblo de las medianías celebra el día grande de San Vicente con una soberbia exhibición de lo mejor de cada gallanía

Fiesta de San Vicente en Valleseco 2024

LP/DLP

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

Valleseco lo volvió a hacer con una feria de ganado, el rematar sus fiestas patronales en un lunes que siempre sabe a domingo en una jornada de libro en la que al concurso le sigue el preceptivo desfile de los animales que se hicieron con la escarapela ante el santo patrón, y luego, atracón, de cochino asado de Tenteniguada y verbena a todo lo que da el volumen en su plaza bajo el claroscuro de los plátanos.

Valleseco celebró este lunes su día de fiesta principal, un hito patronal a San Vicente que allí conmemoran con feria de ganado. A la cita acudieron 80 toros, vacas y novillos. Una treintena de cabras, machos y baifos. Una representación simbólica de ovejas, corderillos tiernos y carneros. Otra veintena de caballos, yeguas, burros y burras. Y un par de miles de seres humanos. Todos ellos presentes en el centro del pueblo con sus respectivos códigos de conducta.

En el caso de este último colectivo se encuentran distintos conjuntos relevantes. El personal que acude a escrudriñar con conocimiento de causa la fisonomía, presentación y calidad de los animalitos: «a esa vaca le astillaron la pezuña»; los que llevan a sus retoños a descubrir otros seres vivos no necesariamente bípedos: «quítate de detrás que te pega un toletazo»; los que se acercan por disfrutar de los reencuentros: «saluda a Liborio Apolinario, que él viene siendo primo de la tía abuela de tu consuegra»; y los que se dan un salto para dar con compadres en ánimo de parranda a pesar de que aún no es mediodía: «coño, Manolo, ¡pero qué bien vives, jodío!»

Leche escaldada, diferencias

Pero sin duda es el colectivo 'a', el del conocimiento de causa, el que lleva el verdadero peso del frangollo, y no sin sacrificio. Ahí está el aruquense Manuel Ruiz Ramírez, identificable a la afición gracias a una gorra con un gallo estampado en la visera.

Feliz propietario de 60 ovejas, cabras y baifillas, recoge con su entrega a la gallanía lo aprendido de padres y abuelos, en unos tiempos en el que el almuerzo consistía en leche escaldada con gofio y la cena en leche con gofio, sustancias que, según explica, no eran lo mismo. «La leche escaldada quedaba más dura porque se revolvía más, pero tampoco dejaba de ser agua chirri con gofio por encima». Esto en una infancia en la que mientras los amigos se iban a bobiar con la pelota, él se dedicaba a acarrear agua de la acequia y a ordeñar cabras.

El caso es que a su edad ha encontrado en las bestias la mejor compañía, vistos los pleitos de la asociación de vecinos de su barrio y la disolución de la parranda en la que militaba, y su rutina hoy por hoy es salir del camastro a las cinco de la mañana para atender la gallanía, ponerse a hablar con el ganado y volver a las dos a casa para enfundarse el pijama, explica con profusión de detalles.

Horario de los infiernos

El apartado 'horario de los infiernos' es fundamental del manual de uso de la feria de ganado, dado que la logística del acto implica ya no madrugones, sino jornadas en vela. Obsérvese el ejemplo de Mario Quintana, del propio Valleseco, nacido hace 36 años y que toma el testigo de su abuelo Pepito y de su padre Benito. Brinda a la asistencia la presencia de diez bichos de gran postura, vacas, ovejas y cabras, escogidas entre lo más presumido de su 200 cabezas de ganado con el que elabora el queso Lomo El Chorrito, rianga segundo premio de la categoría curado del último certamen del Cabildo. Entre peluquería y acicalamiento Mario se pasó todo el domingo - fiesta de guardar-, hasta las nueve y media de la noche alargando las pestañas, para madrugar de nuevo el lunes y engalanar los animales. Hasta la una de la madrugada de este martes tendría faena a cuenta de la feria.

Entre alegato y alegato se va acercando peligrosamente el mediodía. Del colectivo ‘b’, el de los chiquillos, quedan madres sentadas bajo el precioso claroscuro que ofrecen los plátanos de la plaza principal, vigilando con ojos de cernícalos a unos pequeños en claro proceso de enrale en los toboganes y saltapericos del parque infantil; y del colectivo ‘c’ y ‘d’, -el de los reencuentros y el de las ganas de parranda- se desprende una fusión, en la que con los primeros piscos, la música de verbena del grupo que ensaya para después de la misa, y la olor de los dos cochinos de 70 kilos de peso cada uno que está asando el equipo de Fernando Toscano, de Tenteneguidada, lo que al principio era un saludo más o menos formal y matinal ahora son de jaranas y espaldarazos.

4.000 huevos por hora

Para rematar el buen manual queda la misa para que Dios bendiga a una fauna que luego deberán lucir cuernos y cuartos traseros en el preceptivo desfile ante la imagen del patrón y las autoridades locales

Tras ello a jalar. A jalar los cochinos, piñas asadas y chorizos parrilleros de Toscano y, en el caso de Valleseco, el huevo duro que da pseudónimo a la fiesta, no en balde el domingo la asistencia devoró 2.000 huevos en treinta minutos, o lo que es similar, a una fuga de 4.000 huevos por hora. Esto en una jornada en la que para más exotismo, los productores de la afamada sidra del lugar vieron como sus existencias se esfumaban, también a la supersónica velocidad de huevo duro.

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