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El único molino de gofio en activo de Lanzarote echa el cierre

El negocio que compró José María Gil en 1919 en San Bartolomé dejó de moler a finales de julio

Esteban Gil, propietario del molino, el pasado viernes junto al antiguo molino e instalaciones anexas. A. F.

En Lanzarote los molinos de gofio ya son historia. La única molienda que estaba en activo en la Isla es la de Don José María Gil, en pleno centro del pueblo de San Bartolomé. El negocio está en proceso de cierre y dejó de tostar y moler los granos por última vez a finales del pasado mes de julio, como atestigua el único trabajador de las instalaciones, Jorge Perera, que se prepara para echar el pestillo después de casi trece años en la misma actividad.

El cese de la elaboración del gofio sorprende a los que cada día se acercan por las instalaciones que adquirió en 1919 José María Gil Santana, natural de Gáldar (Gran Canaria), ya fallecido, quien se instaló en Lanzarote a mediados de la década de 1910, donde contrajo matrimonio con una vecina de Guatiza con la que se trasladó a vivir a San Bartolomé.

Su hijo Esteban es el actual propietario del molino. "Necesita un motor eléctrico y modernizar las instalaciones y yo no puedo realizar esa inversión porque el negocio no es rentable. Me da mucha pena que se cierre", lamenta Esteban desde el mostrador de la vieja tienda familiar de ultramarinos en la calle Don José María Gil, la misma en la que se ubica el edificio que adquirió su padre hace 97 años.

En las estanterías del local las fotografías y placas con distinciones a las agrupaciones folclóricas Ajei y Guardarfía, de las que formó parte, sustituyen a la mercancía que la hermana de Esteban, Julia, recién fallecida, tenía a la venta. Tienen otro hermano, el ingeniero José María. Su padre, inventor del Sorondongo, fue un reconocido folclorista que fundó Ajei en 1943, grupo que se alzó en 1960 con el premio del Festival Internacional de Danza Popular de Santander.

José María Gil fue alcalde de San Bartolomé durante la Guerra Civil, de 1936 a 1939, y para paliar el hambre de las familias más pobres creó las cocinas populares.

Baltasar Martín Rodríguez construyó el molino en 1870, un inmueble protegido como Bien de Interés Cultural. José María Gil, Hijo Adoptivo de San Bartolomé, lo adquirió en 1919 tras haber estado en manos de diversos propietarios, entre ellos el médico Fermín Rodríguez.

El inmueble original, que aún se conserva pero sin actividad, es de planta circular y tres alturas. Se adosó a una fábrica de molienda de harina, donde hasta hace un mes se producía gofio. Se construyó en piedra, barro y cal y una gran estructura de madera rotativa sujetaba las aspas, que al moverse con el viento generaban energía mecánica que mediante un sistema de engranajes movían las piedras que molían los granos. En 1920 ese sistema se sustituyó por un motor de fueloil.

El primer piso, detalla Patrimonio, servía de almacén y, a veces, de dormitorio del molinero. En el segundo nivel había un tubo por el que pasaba el gofio hasta caer en un saco. En el tercero se colocó la tolva en la que se depositaban los cereales (trigo, centeno, cebada) y las legumbres, como garbanzos, antes de ser molidos.

A lo largo de la geografía canaria existían muchos ingenios molineros como el de San Bartolomé, que forma parte de la Ruta Histórica del pueblo. El ayuntamiento lleva en conversaciones con familiares de Esteban desde febrero de este año para "buscar la mejor solución y rehabilitar el molino, sus instalaciones anexas y la plaza y recuperar la producción de gofio", indicó el edil de Patrimonio, David Rocío.

El Cabildo concedió en sus premios de este año por el Día Mundial del Turismo al molino la mención especial compartida junto a la Agrupación Folclórica Malpaís de la Corona, Artesanos de Teguise y la Fiesta de la Vendimia por fomentar las expresiones culturales y tradiciones conejeras.

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