Ante el juez instructor admitió que abusó sexualmente de su nieta varias veces, pero ayer Cristóbal P. M. cambió de versión y trató de incriminar al hermano de la víctima. "Me culpé yo para evitar que mi nieto fuera a un centro de menores", declaró el procesado ante la sección segunda de la Audiencia de Las Palmas.

Según la nueva explicación de P.M., su nieta le confesó que el hermano la había sometido a tocamientos y él decidió asumir la responsabilidad para "salvar" al chico. Esa versión de los hechos sólo fue respaldada por los testigos de la defensa, entre ellos un hermano y una cuñada del acusado, aunque no explicaron de manera convincente por qué han estado callados tanto tiempo. Dijeron que el acusado le era infiel a su mujer y que la denuncia presentada contra él obedece a una venganza. La amante también declaró en el mismo sentido.

Sin embargo, ni el cambio de versión ni la aportación de estos nuevos testigos produjo ningún efecto en las acusaciones pública y particular, que tacharon de "inverosímil" el alegato de la defensa y mantuvieron sus peticiones de cárcel. La fiscal Cristina Ferrer sí modificó las conclusiones provisionales, pero no por las declaraciones exculpatorias, sino porque considera que hubo un único delito continuado y no dos. Pidió 12 años de prisión frente a los 20 interesados por el abogado particular, que sí entendió acreditado los dos abusos sexuales continuados y diferenciados en el tiempo.

La menor relató que su abuelo la sometió a tocamientos de todo tipo mientras pasaban las vacaciones en Lanzarote, Galicia y Gran Canaria, de donde son naturales. La víctima se lo contó a sus padres en 2008, según ella porque "estaba preocupada por si me quedaba embarazada".

Los médicos forenses corroboraron la sinceridad del relato de la menor, así como su "obsesión" y "temor" a quedarse preñada. Entre los actos sexuales no hubo coito, pero ella sostiene que su abuelo se tocaba mientras le metía mano.

Tampoco hubo contradicción entre los progenitores. Se enteraron de lo que ocurría de madrugada. La niña no podía dormir y se sentó en la cama del matrimonio. "Papi, no quiero que la familia se rompa, pero el abuelo me está tocando", le espetó la hija al padre.