- ¿Cómo se ve la precariedad laboral desde las alturas del Tribunal Supremo?

- Nos preocupa que la gente se quede sin trabajo. Es lamentable. Vemos que se producen los despidos y se suceden los expedientes de regulación de empleo. Estamos preocupados por ver cómo el Derecho puede hacer frente a esto, porque el problema es de tipo financiero.

- ¿Qué criterios se siguen en materia de despidos?

- No podemos innovar ni establecer criterios que se salgan de ley. Tratamos de sacarle todo el partido para conseguir que la extinción de los contratos de trabajo sea lo más humana y jurídicamente aceptable.

- Pero con esto de la crisis habrá casos curiosos.

- Tenemos casos peculiares. En este momento histórico los empresarios y los trabajadores están afinando mucho, porque intentan que se aplique la ley con mucha precisión. Son frecuentes los despidos con ofertas de indemnización que luego no se producen, y nosotros estamos estableciendo las reglas para que se cumplan. En los despidos por causas económicas (objetivos) la ley también es un tanto confusa. Pero la crisis sigue y no tenemos posibilidad de impedirla. Sólo podemos aplicar la ley con carácter humanitario.

- ¿Confunden las empresas los despidos improcedentes con los objetivos?

- Hay de todo. En las empresas grandes la implantación sindical hace que los problemas se resuelvan civilizadamente, con acuerdos. Pero en España hay mucha empresa pequeña que hace cosas como cerrar la puerta o despedir a todos los empleados sin pedir autorización.

- ¿Los empresarios han aprovechado la crisis para hacer majo y limpio?

- No. Las empresas intentan salvarse y una manera de hacerlo es prescindir de los trabajadores. Lo que preocupa es la falta de costumbre para resolver los problemas de manera civilizada.

- ¿Carecemos de costumbre conciliadora?

- Sí. Hace falta profundizar en la mediación, porque el juicio es una manera de resolver los problemas a la brava, mediante la aplicación estricta de la ley. En España hay demasiada afición de acudir al juzgado.