Es habitual verlos en la Avenida Marítima, en San Cristóbal y en La Laja. En cambio, la lejanía de la gran ciudad les hace permanecer casi ocultos a la mirada de la población. Pero no importa, La Luz se ha convertido con los años en un punto de encuentro para numerosos aficionados. Entre barcos, ferries y plataformas de petróleo surgen a diario grupos de hasta una treintena de aficionados a la pesca deportiva de caña, concentrados en el Reina Sofía, ya que es el único lugar permitido oficialmente, y siempre en horario de día.

Sinforiano Jiménez, Lalo, dejó hace un par de años los campos de fútbol de Barranco Seco y los entrenamientos de Las Palmas, donde trabajaba como encargado, por la rutina diaria de la pesca. Entre los barcos Stende y el Poonglim nº21 prepara la carnaza a base de pollo. Tiene dos cañas, las máximas permitidas para los aficionados.

"Aquí se cogen pescados granditos, samas, brecas, jureles, medegrales, pulpos,... y están muy sabrosos. Y cuando se vayan las plataformas de petróleo se verán más", añade Lalo, que habla de haber sacado jureles de cuatro y cinco kilos, y medegrales de hasta ocho.

A unos pocos metros, sentado en una silla de playa espera pacientemente Juan Manuel Masía. "Aquí hay que aprovechar cuando sube o baja la marea, que es cuando más pescado se puede coger, porque aquí, cuando le da por entrar, se cogen algunos bichillos", dice con la experiencia de quien lleva 34 años (desde los 16) siguiendo la misma rutina. "Mi tío me inyectó el vicio", añade, mientras nos enseña en su móvil la foto de una sama roquera de más de 10 kilos que sacó el 15 de febrero, y que "dio para comer a varias familias".

Jorge Marrero asegura que en La Luz se pueden coger pulpos de hasta cuatro kilos, además de otras muchas variedades de pescado. Lleva cerca de 15 años ejerciendo esta afición, y uno de sus lugares más habituales es el Puerto, aunque también se le puede ver por la playa de Sardina, en Gáldar, y en otros lugares de la costa norteña. Algo parecido le sucede a Dionisio García, que también llega hasta Agaete para cumplir con su gran afición. En su caso, prefiere estar más alejado del bullicio en el puerto, para evitar molestarse con otros compañeros. Hace poco un amigo cogió una sama de más de 10 kilos.