El fino ingenio bautizado como Arkema-Région Aquitaine encabezaba el pasado 10 de noviembre la Transat Jacques Vabre, prestigiosa competición náutica entre Francia y Sudamérica. Pero en una mar adversa, el trimarán de 15,24 metros de eslora, un auténtico Fórmula-1 de los océanos, trabucó: perdió la primera plaza y se quedó a merced de las corrientes, boca abajo. Ocurrió a unas 220 millas del puerto de Cascais, cerca de Lisboa. Así, con la embarcación del revés, los tripulantes Lalou Roucayrol y Mayeul Riffet pasaron cuatro días, hasta que fueron arrastrados a tierra por el remolcador holandés West.

"Soy un marino, jamás abandono un barco", explicó Roucayrol a los medios franceses tras su rescate. Por eso, entre otras cosas, es una estrella de la vela de su país. Además, tenía otro motivo para no dejar a su suerte al modernísimo Arkema-Région Aquitaine, acabado en 2013. Casi cuatro años atrás perdió el barco con el que había completado una Ruta del Ron (otra de las grandes regatas transoceánicas). Había quedado segundo, pero el incidente, también tras un vuelco, debió volverse un recuerdo amargo.

Tanto, que esta vez se empeñó en que el trimarán cuya construcción había impulsado él mismo pudiese tener mejor fortuna. Su vida y la de sus compañeros no estuvieron en peligro, gracias a los sistemas de localización por satélite del barco. Pero tuvieron que pelear -y ser pacientes- para poder llevarlo a buen puerto. Éste resultó estar en Madeira, en donde Roucayrol y su equipo comprobaron que no podían proceder con las reparaciones necesarias.

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