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La defensa achaca el parricidio de El Secadero a un trastorno mental

La letrada pide la absolución del hombre que decapitó a su madre con un hacha y asocia el crimen a sus problemas de identidad sexual

El vecino de El Secadero que decapitó en 2014 a su madre con un hacha se juega el resto de su vida en prisión o ingresado en un centro psiquiátrico. La defensa no discute los hechos, pero sí el estado mental en el que Domingo Martín Suárez Jiménez cometió el parricidio. Su abogada de oficio, Isabel Martínez, apeló ayer a los problemas sociales, familiares y mentales que arrastra el acusado para solicitar la absolución en la primera sesión del juicio o, en el peor de los escenarios, una pena bastante inferior a los 18 años de cárcel que pide la Fiscalía de Las Palmas.

Entre esos límites, a priori, se desarrollará el juicio por asesinato que se celebra en la Audiencia de Las Palmas. La vista oral, que está dirigida por la magistrada Eugenia Cabello, comenzó ayer en la Ciudad de la Justicia de la capital grancanaria, tras la constitución del jurado popular, los informes preliminares y la declaración del acusado, que rechazó responder a las preguntas del fiscal, Pedro Gimeno, y de su letrada, Isabel Martínez.

El silencio de Domingo Martín Suárez no parece que reste o sume alicientes al juicio, pues el procesado se entregó y confesó el crimen la misma tarde de cometerlo, el 26 de junio de 2014, cuando la Policía Nacional desconocía aún lo sucedido en la casa familiar de la calle Farmacéutico Francisco Arencibia Cabrera. Por esa colaboración, la Fiscalía solicita 18 años cárcel, dos menos que el máximo previsto en el Código Penal para el delito de asesinato (también hay que ponderar la agravante de parentesco).

Suárez padece disforia de género, esto es, vive en un cuerpo distinto al sexo que le gustaría tener, y sufre un trastorno de la personalidad. Según el fiscal, ninguna de esas circunstancias influyó en el crimen. Pedro Gimeno, que fundamenta esa conclusión en los informes forenses, considera que el imputado "sabía lo que hacía y quería hacerlo", mientras que la defensa expuso al jurado un cúmulo de factores que han podido desencadenar la actuación violenta del imputado, entre ellos los problemas de identidad sexual y las anomalías de su personalidad.

La letrada defensora, que es la quinta en hacerse cargo del caso, entiende que Suárez sufrió algún tipo de "psicopatía" que le llevó a actuar de esa manera. Martínez, en ese sentido, cuestiona que los forenses no reconocieran al acusado lo antes posible, sino 20 días después de que acabara con la vida de su madre.

La abogada planteó que Suárez no es un "monstruo". Lo describió, en esa línea de defensa, como una persona "normal" que cuidaba de su progenitora, enferma de alzhéimer, con dificultades de convivencia familiar por dos motivos: la disforia de género y las penurias económicas, con un desahucio incluido. "Ese día debió de ocurrir algo que justifique su acción", destacó la letrada.

El fiscal, en cambio, rechaza que esos problemas provocaran en el procesado una alteración mental. "No estamos ante un enajenado ni ante una persona que se cree Napoleón. Sabía lo que hacía y quería hacerlo", sostuvo Gimeno ante los miembros del tribunal popular. El fiscal basa sus conclusiones provisionales en los informes forenses, en la inspección ocular del escenario del crimen y en la confesión de Suárez.

Seis meses antes de matar a María Rosario Jiménez García, de 86 años, su hijo se compró un hacha de leñador y practicó con melones y sandías para iniciarse en el manejo del arma. La noche antes disolvió ansiolíticos en un vaso de agua y se los dio a su madre para dejarla dormida, con la finalidad de "asegurarse" el resultado mortal de su ataque. Por la mañana repitió la operación, con las mismas pastillas en leche, y la anciana perdió la conciencia al llegar al salón. Suárez la colocó en el suelo con la espalda apoyada en el sofá, bajó al sótano de la casa terrera, cogió el hacha y le asestó un primer corte a la altura de los ojos. En total le propinó una "docena" de golpes en el cuello hasta que finalmente le seccionó la cabeza del cuerpo. La defensa no discute la secuencia de los hechos, sino el estado mental del acusado. El juicio sigue hoy con los testimonios de los agentes y los familiares.

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