"Esto es una chapuza con todas las letras". Marcos Santana, presidente de la Asociación de Vecinos Atlante Norte de Cañada Honda, no oculta su indignación ante las obras de mejora y ampliación que se realizan en la calle Barranco de Tazarte desde el pasado noviembre. Y es que ya son tres las veces que se ha tenido que picar y volver a asfaltar para arreglar una carretera que "no llega a los 500 metros" y donde según denuncia ya han aparecido los primeros desperfectos. Un hecho que se suma al temor que existe en el vecindario a que con la próxima lluvia se inunden las casas puesto que, además, "se ha asfaltado al mismo nivel que las aceras".

Precisamente las precipitaciones que se producen a veces en Las Palmas de Gran Canaria han convertido en protagonista a este barrio donde las escorrentías procedentes de la cuenca del barranco han llegado a dejar incomunicados a los vecinos en numerosas ocasiones. "El agua baja con tanta fuerza que hasta ha llegado a arrastrar camiones", asegura Roberto Zamora, residente "de toda la vida" de la citada vía. Es por ello que hace casi un año el Ayuntamiento capitalino sacó a licitación los trabajos de adecentamiento, adecuación y modernización de la zona con una inversión de 601.819 euros a cargo del Plan de Cooperación del Cabildo de Gran Canaria.

Finalmente, el proyecto fue adjudicado a Construplan Construcciones y Planificación por casi 479.950 euros. Los trabajos contemplaban la mejora del pavimento, la construcción de nuevas aceras y la reforma de las redes de abastecimiento, de saneamiento y de electricidad, con el objetivo de mejorar con ello tanto la accesibilidad como la habitabilidad de los vecinos de la zona, según explicó el concejal de Urbanismo, Javier Doreste, en agosto de 2018. Con esta premisa, la empresa arrancaba tres meses después la intervención y desde entonces no ha estado exenta de problemas.

"Aunque decían que se estaba cumpliendo con toda la normativa de seguridad, aquí no ha habido seguridad alguna porque hemos tenido que pasar como podíamos por agujeros porque no pusieron plataformas ni vallas en las zonas donde habían roto el piso", critica Zamora. Su propio padre se cayó al salir de casa al intentar sortear las cavidades. La suegra de Lidia Pérez Figueroa, otra vecina de la calle, también sufrió un accidente similar cuando transitaba por la vía en la que aún no han concluido las obras.

Y es que aunque estaba previsto que el tiempo de ejecución fuese de seis meses, la empresa tuvo que pedir una prórroga debido al desastre que se produjo el pasado abril cuando las lluvias levantaron las nuevas tuberías que se habían colocado a un metro bajo tierra. "Nosotros se lo advertimos, que esta no es una calle normal y que cuando llueve el agua viene en tromba y arrastra rocas y maleza", asevera Roberto Santana. Sea como fuere, este suceso ralentizó los trabajos al tener que volver a colocar los tubos.

También ha prolongado la intervención el hecho de que las tapas de las alcantarillas se colocaran del revés de manera que el agua hace que se levanten. "Fueron los vecinos los que también avisamos de este hecho", cuenta el representante vecinal, quien en una entrevista en la Cadena Ser se quejó de que tienen que estar "vigilantes con la obra". Pero es que este no fue el último contratiempo que se produjo en la calle Barranco de Tazarte, donde el asfaltado también ha dado problemas. "En la base de la carretera no pasó ni una apisonadora, solo una máquina chiquitita y lo hicieron a sacho, literal", señala Santana. No obstante, lo que más críticas ha desatado de la parte destinada a la circulación de coches es el hecho de que hubiese tantos desniveles "que parece que había lomos de asno cada dos metros".

Esta situación llevó al Ayuntamiento a pedir a la empresa que llevase a cabo el rebaje en unos 17 centímetros del pavimento "en un único punto de la vía", según explicó Javier Doreste. El edil aseguró que las dificultades se han producido al tratarse de una zona en la que "se construyeron las casas antes que la propia calle, por lo que han tenido que tenerse en cuenta las alturas de diferentes viviendas y garajes".

El pasado viernes esta acción se llevaba a cabo delante de la casa de Lidia Pérez Figueroa, donde hubo que volver a picar y donde se aprecia el parche de un negro más intenso que el resto del suelo. A Roberto Zamora también le propusieron reducir el nivel de la calzada a la altura de su vivienda, si bien él confiesa no ser partidario porque la diferencia con el bordillo es tan elevada que quiere evitar tener problemas para meter su vehículo en su cochera.

La altura entre la acera y la carretera es otra de las grandes preocupaciones entre los vecinos ya que ambas zonas se encuentran al mismo nivel, por lo que temen que el agua de las lluvias inunde sus hogares. Tampoco entienden por qué el espacio peatonal no se ha prolongado hasta la entrada del barrio, así como han manifestado su disgusto con el hecho de que ahora la plataforma para los coches finalice en el pequeño parquin de arena que hay a escasos metros de la citada vía en la que aparcan cuando hay precipitaciones para evitar que sus transportes sean arrastrados por las escorrentías. Porque lo cierto es que tampoco tienen mucha fe en que el decantador que se construye en la parte de arriba de la calle sea capaz de frenar las barranqueras. "Esto no va a aguantar, porque ya hay zonas hundidas. Así que estamos esperando que llueva para que nos den la razón", sentencia Santana.