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La casona de Punta Brava, el 'Macondo' de Las Canteras

El poeta Manuel Padorno utilizó durante años el número 86 del Paseo como lugar de inspiración, de tertulia y encuentro con artistas y escritores

El artista Manuel Padorno en el patio de la casa de Punta Brava, en una foto de archivo de los años 90. LA PROVINCIA/DLP

"Aquella casa era el Macondo de Las Canteras", señala el periodista Antonio Puente. En el universo literario del escritor mexicano Gabriel García Márquez Macondo es el pueblo ficticio en el que transcurren sus novelas. Pero, en este caso, el también escritor hace referencia a Punta Brava, la residencia donde vivió el poeta y pintor Manuel Padorno (Santa Cruz de Tenerife, 30 de septiembre de 1933 - Madrid, 22 de mayo de 2002) los últimos años de su vida, inmueble que la familia ha decidido poner a la venta. Allí el artista desarrolló buena parte de su obra, en especial sus versos, pues Las Canteras se convirtió en una fuente incansable de inspiración, al igual que lo fue para toda una generación con los que el canario mantuvo una estrecha relación y amistad.

"Por allí pasaron pintores, escritores y filósofos, era un punto de referencia, una insignia de la ciudad", señala Puente. "Es, sin duda, un emblema de la vida en la capital en los años 80 y 90", apunta. Padorno compró el inmueble en 1988, a partir de ese momento, el lugar pasó a ser un lugar de encuentro para él y para su esposa, Josefina Betancor. Ella aún recuerda a su marido hablar durante horas por teléfono con el periodista Pepe Alemán. "Comentaban cualquier cosa que pasara en el mundo", indica.

Quien conoció a Padorno lo recuerda como una persona que vivía en la "anarquía", "no tenía horarios, comía, dormía y trabajaba cuando quería", explica Puente, quien retiene aún en la memoria haber tocado la mítica puerta de color azul del número 86 del paseo de Las Canteras a eso de las cuatro de la madrugada.

Betancor recuerda a buena parte de esa multitud de personalidades que pasaron por allí, especialmente a quien fuera director del Museo Reina Sofía, Juan Manuel Bonet, quien llegó a definir Punta Brava como "la casa de la vida". La viuda de Padorno explica que, quien también estuviera al frente del Instituto Cervantes, tenía muy en estima el lugar. "Por mi parte no hay duda en calificar la casa como una de las más hermosas que he podido conocer nunca; una casa abierta al mar", apuntó Bonet.

Pero la viuda de Padorno también recuerda especialmente a varios escritores y poetas españoles de la generación del 50. Entre ellos, Antonio Gamoneda, José Manuel Caballero Bonald o Fernando Quiñones. El matrimonio tuvo amigos en otros ámbitos, como el famoso domador de leones Ángel Cristo o Carmelo di Bártolo, quien estuviera al frente del Instituto Europeo de Diseño de Milán. "Elvireta Escobio [viuda de Manolo Millares] fue otra gran amiga que venía a vernos", señala Betancor.

"Esa casa era una maravilla, es muy importante en la obra de Manolo", señala Escobio a este diario. El citado inmueble de Las Canteras está muy presente en las creaciones de Padorno, hasta tal punto que uno de sus libros lleva el nombre de Desnudo en Punta Brava (1990). "La mayoría de sus poemas son una descripción literal de lo que veía desde las ventanas de su casa", señala Puente, quien describe como "un barco" la propia azotea del edificio, "cuando estabas allí parecía que ibas a zarpar en cualquier momento", apunta. No obstante, este estrecha parte del Paseo de la playa, hasta tal punto que si los nuevos propietarios quisieran derribarlo tendrían que retranquear la nueva construcción y perder superficie de parcela.

Son muchas las voces que han clamado para que este rincón emblemático de la capital grancanaria esté destinado al mundo de las artes. La de Punta Brava es una de las casas más antiguas que se conservan en la playa, la única que data de fines del siglo XIX. Por ahora, el viceconsejero de Cultura del Gobierno de Canarias, Juan Márquez, ya ha indicado a este diario su interés por plantear a Hacienda la adquisición del inmueble.

Y lo cierto es que Las Canteras ha sido lugar de inspiración y encuentro para toda una generación de artistas afincados en la capital. Manolo Millares, Tony Gallardo, Martín Chirino o Felo Monzón son solo algunos de los nombres reseñables. "Sería una lástima que se perdiera la casa y que no tuviera un aprovechamiento público, debería conservar ese espíritu mágico", apunta Michel Jorge Millares, periodista. "Todos esos creadores tenían que ver con la playa", añade. El poeta Arturo Maccanti, cuya familia ha estado vinculada a la playa desde la aparición de la central de Italcable, según explica su hermano Luis, fue precisamente una de las grandes amistades de Padorno. "Ambos desarrollaron una poesía focalizada en la playa", explica Puente.

"Pero no se circunscribía a sus amigos, hablaba con todo el mundo, incluida la gente joven", recuerda Betancor. "A la hora que hiciera falta", apunta, "pues era un bohemio, no tenía reglas", Padorno acudía al Gas, un local cercano a la Plazoleta Farray donde jugaba al billar, en numerosas ocasiones con periodistas como Pepe Alemán o Diego Talavera cuando estos salían de la redacción. "Algunos días tenía que ir a recogerlo a las siete de la mañana, cuando iba a buscar el periódico, para llevármelo de vuelta", indica su viuda.

Los locales nocturnos del Puerto no eran los únicos espacios que frecuentó Padorno entonces. El escritor y pintor también se atrevió con otro tipo de artes, recuerda Carlos Álvarez, uno de los componentes del grupo Nocturnal Free junto al poeta. "Éramos la antimúsica, no teníamos ni idea, aquello era coger la batería o la guitarra y hacer ruido", apunta, en referencia a los "irrepetibles" -por ser improvisados- conciertos en el Cuasquias. Pero más allá de esto, Álvarez recuerda la pasión de Padorno para hablar "sobre poesía durante horas, era un gran activista cultural".

Entre todo aquello, siempre estaba su casa de Punta Brava, al menos en aquellos últimos 14 años de vida, en los cuales publicó la mayor parte de sus obras literarias. César Manrique fue otro de los que llegó a visitar ese rincón de creatividad, apunta Betancor, o el periodista tinerfeño Juan Cruz. También el escritor Vicente Valero, "este era de Ibiza y vino como jurado a unas oposiciones, estuvo más tiempo en casa que en las pruebas", recuerda con gracia. Son solo algunos de los nombres que llegaban de la Península con la intención de compartir horas de tertulia.

"La casa era paso obligatorio de cuantos venían", recalca Betancor, quien espera que algún día se haga una recopilación de las cartas que intercambió Padorno con sus amistades de la Península, pues fue con ellos con quien "realmente" Punta Brava fue la protagonista de sus vidas.

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