El asador Casa Pablo, uno de los restaurantes más emblemáticos de la capital grancanaria, cerrará sus puertas para siempre esta misma tarde, después de dar el último almuerzo. Pablo Heras Diez, cocinero y fundador del establecimiento, lleva a sus espaldas más de 50 años de experiencia al frente de los fogones. Después de dar de comer a miles de personas a lo largo de su trayectoria, cuelga el delantal para siempre. "Le debo mucho a esta profesión, a la que año tras año me he dedicado, pero después de tanto tiempo debo despedirme", señala, estos días, con emoción.

Situado en la encrucijada de las calles Nicolás Estévanez con Secretario Artiles, en pleno corazón de la zona Puerto y muy cerca del parque Santa Catalina, por las mesas de Casa Pablo ha pasado todo tipo de clientela desde que abriera sus puertas en 1999. Un asador que ha sabido trasladar hasta el Archipiélago el encanto de la cocina castellana, con el cochinillo, el cordero o los caracoles como platos estrella. Pero, lo cierto es que Heras Diez comenzó en el mundo de la hostelería con apenas 14 años, en su Burgos natal, y desde entonces no ha parado hasta ahora.

"Empecé de pinche de cocina, de cero, no sabía nada, pero tenía mucha ilusión, la prueba es que aquí sigo después de 50 años", señala, en el salón comedor del conocido restaurante. Heras aprendió y mucho entre los fogones del Restaurante Ojeda, "el mejor que había en Burgos entonces", recalca. Era principios de 1969.

Cinco años después, sale de allí "hecho un señor cocinero", apunta, "entonces te obligaban a espabilarte, me prepararon bien". De aquel establecimiento pasa al frente de las cocinas de Los Chapiteles, también en Burgos, con apenas 19 años. No duraría mucho en aquel ambiente, pues la llamada de la mili le hizo trasladarse hasta el Levante, concretamente a la ciudad de Alicante.

"Cuando terminé la mili, decidí probar suerte allí", explica. No obstante pronto encontró un hueco en Domingo Dos, un restaurante en el que se curtió, aprendiendo a realizar nuevas recetas y, concretamente, paellas, el plato estrella de aquel establecimiento y de la cocina valenciana en general.

En tierras levantinas termina formando un grupo de cinco amigos con los que viajará a distintos lugares. Tras darse el salto a Ceuta y Melilla en años sucesivos, este quinteto acaba en las playas y bares de Las Palmas de Gran Canaria a finales de 1978. "Y al tercer día terminé por conocer a quien sería después mi mujer", apunta. El viaje de Heras estaba previsto para 20 días y, finalmente, ha durado toda una vida.

"Me insistió en que me quedara, no me dejó escapar", señala riéndose. Y así fue. En sus primeros años en la capital grancanaria no le fue nada mal. En aquel tiempo, llevó el delantal al frente de las cocinas de varios restaurantes conocidos de la ciudad, entre otros, el Acuario y el Al Andalus. Finalmente, en julio de 1983 decide embarcarse en una nueva aventura, en esta ocasión sin salir de la Isla. Logró el traspaso del restaurante del Hotel Pinito del Oro, en la calle Portugal. "Respondió bien la propuesta", señala, "por eso a los pocos años empecé a comprar varios locales".

De esta manera, Heras primero abrió un restaurante en Tomás Miller, era 1989, y apenas un año más tarde lo haría en el paseo de Las Canteras, establecimiento que cerró sus puertas en 2005. Mientras, El Cid, el primero de estos, terminó por traspasarlo hasta Nicolás Estévanez, reconvertido en Casa Pablo, y a cuyo frente ha permanecido los últimos 20 años.

"Agradezco muchísimo a la clientela que he tenido en estos años, por ser colaboradores y muy fieles", apunta el burgalés. No obstante, cuenta con algunos incondicionales que llevan sentándose a la mesa más de 30 años. "Salgo todos los días al comedor para preguntarles si todo va bien", destaca.

En este tiempo, el establecimiento ha conseguido el reconocimiento de varios organismos, entre otros, el Gobierno de Canarias, LA PROVINCIA y el portal web turístico TripAdvisor. "Muchos clientes me preguntan '¿dónde comeré ahora el cochinillo?", señala, "o me piden que no me jubile, pero son muchos años ya".

Algunos de sus platos más conocidos se cocinan en horno de leña, "algo poco común aquí", indica. Los caracoles de la abuela, el osobuco, el chuletón de buey gallego o la merluza son algunas de las recetas más demandadas. Un sitio que ha estado en el boca a boca de la ciudad durante décadas. Según relata Heras, por allí han pasado caras tan conocidas como Los Panchos, Manolo Escobar, Martes y 13 o Isabel Pantoja. "Con todos tengo foto", señala orgulloso, "incluso alguno de ellos ha repetido hasta tres y cuatro veces", añade.

Lo cierto es que no pensaba quedarse mucho tiempo en Alicante. "Quería irme a Madrid, por la cantidad de población flotante que tiene o San Sebastián, por su buena materia prima", relata. "Pero al final me quedé en Canarias", apunta. Cosas del amor. Pero, lo cierto es que el burgalés no duda a la hora de destacar el apoyo que le ha brindado su esposa, Dolores Guerra, a lo largo de todos estos años. "Ha sido una gran colaboradora, al igual que todos mis empleados y mis hijos".