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Adiós a una monja centenaria

Sor Elena, que dio clases en el colegio del Carmen del Puerto desde 1942, fallece a los 100 años de edad | Ayudó a familias desfavorecidas de las chabolas de El Confital

Sor Elena

Varias generaciones de mujeres de la capital lloran estos días la marcha de sor Elena tras fallecer el pasado sábado, 3 de octubre, a la edad de 100 años. Llegó en 1942 desde su Vitoria natal, tras una larga travesía en barco, y pasó el resto de su vida dedicándose a la enseñanza y a los más necesitados, a través de la congregación de las Hijas de la Caridad y del colegio de Nuestra Señora del Carmen, en la calle Luis Morote de Las Palmas de Gran Canaria.

“Tenía una gran sonrisa”, señala Fátima Paz Cruz, quien ayudó en sus años de adolescencia, junto a otras compañeras, a sor Elena, tanto en el comedor social del colegio del Carmen, como a familias desfavorecidas en chabolas de El Confital en los años 80. “Estaba en todas partes, era un fosforito, siempre con el corre corre”, añade. “Andaba como si siempre tuviera prisa”, comenta por su parte Ana Sofía, exalumna.

Huérfana de madre, cuando marchó del País Vasco apenas tenía 22 años. “Mi padre me escribió una carta muy triste diciéndome que le daba pena que me fuera tan lejos”, señaló en 2006 a la periodista Marisol Ayala en este diario. Entonces ya lo tenía claro, “aquí moriré ya, mi hija; ésta es mi casa y ésta es mi familia”. El pasado 18 de agosto cumplió 100 años rodeada de aquellos que más la apreciaron en vida y, un mes y medio después, pasó a dejar un gran vacío, especialmente entre todas las generaciones a las que educó.

“Estaba en todas partes, era un fosforito, siempre con el corre corre”, señala Fátima Paz Cruz

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En aquella entrevista, sor Elena reconoció que en aquellos duros años 40, en plena posguerra, ni siquiera sabía dónde quedaba Canarias. “Además, me equivoqué porque al decirme que me mandaban a un colegio que estaba en el Puerto de la Luz lo confundí con una zona de Francia que se llama así. Luego me di cuenta que no, las Islas estaban muy lejos de casa”, reconoció a en las páginas de este periódico hace doce años.

Dedicó muchos años a la enseñanza y nunca abandonó su vocación por ayudar a los demás. “También estuvo en las Damas de la Caridad”, señala Fátima. Aunque por último las fuerzas ya las tenías debilitadas, tras su jubilación como profesora de primaria se dedicó a las labores de la portería, resolver recados o hacer mantelería de ganchillo, una de sus grandes aficiones, en este caso en fiel compañía de sor Petra, quien falleció hace unos años cuando también rozaba la centuria, según explica esta antigua alumna del colegio del Carmen.

“Era muy servicial”, recalca Fátima. “Pura energía”, añade. De ahí que fuera tan querida por las alumnas -pues el Carmen fue hasta no hace tanto un colegio femenino-, padres, madres y todas las hermanas de la congregación de las Hijas de la Caridad, a la que perteneció desde que era muy jovencita. De hecho, antes de partir a la Isla pasó por dos centros gestionados por esta orden religiosa. Y eso que a la periodista Marisol Ayala le llegó a contar que de pequeña no se veía de monja. Pero llegó la vocación.

“Recuerdo que era súper cariñosa, nos trataba con muy bien, siempre nos esperaba con un abrazo”, señala Loly Gutiérrez, quien destaca que sor Elena, al mismo tiempo, era “estricta y recta”. Pero, por encima de todo, “sentía un gran afecto por las niñas, deseaba que llegara septiembre para ver el bullicio”, añade, y es que se manejaba como pez en el agua entre los pasillos, patios y aulas del colegio.

Activa y sonriente, como recuerda, Zoraida, otra exalumna, sor Elena logró sacar lo mejor de muchas de las niñas a las que dio clase. “Nunca he sido buena dibujando, pero ella consiguió que hiciera algo medianamente decente a carboncillo”, comenta. Intentaba sacar siempre “lo mejor de cada una”, tal y como rememoran ellas.

Sor Elena partió de su Vitoria natal con 22 años, pensando que el Puerto de La Luz era en Francia

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Y, como es lógico, al estar tantos años dedicada a la enseñanza son varias las generaciones de madres e hijas que compartieron su ternura. “Le dio clase a mí madre y siempre preguntaba por ella”, indica Eulalia Delgado. “Tenía auténtica vocación”, recalca. En este sentido, otras exalumnas también se han pronunciado por las redes sociales, caso de Andrés Romero Padrón escribía en Twitter estos días “qué triste noticia, muy impactante, la conocía mucho; le dio clase a mi hermana, mi mujer, mi hija y sabe Dios a cuántos”.

Por último ayudaba a pelar papas y otras pequeñas cosas en el comedor, “siempre te recibía con alegría”, indica Guayarmina Rodríguez, una de las profesoras del centro y de las últimas en verla, pues iba a visitarla a la comunidad casi todos los días. En definitiva, “una gran maestra y persona”, tal y como resaltó Davinia, otra exalumna, en Twitter estos días, “siempre condescendiente con quien necesitaba de su ayuda”. De hecho, el blog Mi playa de Las Canteras también la homenajeó este fin de semana en esta misma red social ante el gran recuerdo que dejó en la zona del Puerto.

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