Rubí, la joyería más antigua de Triana cierra después de 86 años de vida. El histórico establecimiento se une así al largo listado de comercios tradicionales que han ido bajando sus persianas por última vez en la calle Mayor en los últimos años. Durante casi un siglo fueron todo un referente en Las Palmas de Gran Canaria en relojes de la marca Rólex y en artículos de plata y oro, además de la honradez con la que su fiel clientela definió a las tres generaciones de joyeros. El negocio liquida sus existencias estos días hasta apagar sus luces por última vez el próximo viernes, 19 de marzo.

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Liquidación por cierre de la Relojería Rubi Andrés Cruz

Las hermanas Croissier López heredaron la tienda hace décadas, aunque desde hace unos años son las hijas de una de ellas -Elena, Cristina e Irene del Castillo Croissier- quienes han sacado adelante el negocio. Todo comenzó en 1935, cuando su padre y abuelo respectivamente, Juan Rafael Croissier Falcón, decidió montar una relojería en Triana, el centro comercial por excelencia de la Isla. Natural de Arucas y procedente de una familia de relojeros, llegó a vender relojes en el camino que conducía a la villa mariana de Teror hasta que fundó su propio negocio junto a sus hermanos en la capital grancanaria.

“La gente destacaba de mi abuelo la honradez y seriedad con la que trabajaba”, cuenta Cristina. “Las malas lenguas decían que en otras joyerías entregabas un anillo con piedras preciosas para arreglarlo y te lo devolvían con una circonita, pero aquí eso no pasaba”, relata al tiempo que inspecciona con la mirada la cantidad de historias que guardan las paredes de la tienda. Y es que el mobiliario apenas ha tenido cambios desde la apertura en 1935. “Está todo igual, la única diferencia es que en este lado había una mesita de relojero”, indica Elena.

Porcelana de Dresden

Las tres hermanas del Castillo Croissier conservan una cajita con media docena de tarjetas de visita de la joyería relojería Rubí, selladas por el fotógrafo Hernández Gil en diciembre de 1947. El escaparate ha permanecido prácticamente intacto desde entonces, salvo por la sustitución de la madera por el acero -por motivos de seguridad, principalmente-. Es más, en una de las vitrinas la figura de una bailarina ha estado girando durante décadas. “Es de porcelana de Dresden [Alemania], un experto nos llegó a decir que en el mundo solo existen cinco iguales a esta”, destaca Elena con la delicada figura entre sus manos.

En los tiempos del puerto franco numerosos peninsulares, extranjeros varios y tripulantes de las navieras pesqueras se acercaban hasta las puertas de Rubí en busca de un buen Rólex, entre otros productos de alta gama. Y es que durante años Croissier gozó de la exclusividad en la Isla de la conocida marca de relojes suizos. Precisamente, la ausencia de turistas por culpa de la pandemia ha hecho acelerar el cierre del negocio. “Es algo que llevábamos tiempo pensando y la crisis nos ha hecho decidirnos”, afirma Elena.

“Aquí ha venido siempre mucho turista en busca de antigüedades, veían el negocio como algo muy peculiar”, señala Cristina. Relojes de cuerda, medallas, candelabros o monedas antiguas se cuentan entre algunos de los artículos más demandados entre quienes visitan la Isla. “Muchos repetían”, señalan. Es más, las hermanas recuerdan a un holandés oftalmólogo de profesión pero relojero de afición que llegó a comprarles despertadores y relojes de cuerda “que estaban para el desguace”, relatan. “Se dedicaba a repararlos como hobbie y quedó encantado”, apuntan.

La noche del 23-F un ladrón les robó joyas y relojes por un valor de 120 millones de pesetas

Pero, a pesar de la bajada de ventas que ha supuesto la crisis y la falta de turistas, el negocio sufrió su peor desgracia la noche del 23 de febrero de 1981, justamente mientras el teniente coronel Antonio Tejero protagonizaba un intento de golpe de Estado en el Congreso de los Diputados. “El edificio de al lado no estaba construido, entonces desde el solar hicieron un butrón en la pared y entraron a robar”, explica Elena. El ladrón se llevó artículos por un valor de 120 millones de las antiguas pesetas -algo más de 720.000 euros al cambio-. “Dejaron la joyería pelada”, destaca. “Revolvieron todo y sabían lo que se llevaban, los Rólex, las joyas de oro; en cambio el contrachapado lo dejaron en su sitio”, precisa Cristina.

Por ese entonces Croissier perdió la exclusividad de Rólex, “la marca pedía modernizar el negocio y le pilló mayor para hacer algo así”, apunta Cristina. Aún así, el negocio consiguió salir adelante. “Aquí ha venido gente de 70 años que decía que de niña ya compraba aquí su padre”, añade. Pero los cambios de hábitos y modas pasan factura. “A la plata hay que dedicarle tiempo a limpiarla y eso ahora...”, señala.

“Antes venían señoras en busca de collares de perlas y otras joyas para ir a la ópera, eso ahora es impensable”, apunta Cristina. Tras sus persianas quedarán así miles de recuerdos. Han sido varios los coleccionistas que se han acercado estos días en busca de alguna ganga o curiosidad. Y es que las herederas conservan hasta las herramientas originales de Juan Rafael Croissier. El inmueble ya está vendido y los descuentos de liquidación son de hasta el 50%; se cierra así un capítulo de la historia comercial de la capital.

La calle Mayor se queda sin comercios tradicionales


El comercio tradicional no ha parado de cerrar sus puertas de manera definitiva en la calle Triana en los últimos años. La joyería y relojería Rubí se suma así a una larga lista en la que están ya Arencibia, Rexach, Lámparas Perdomo, Metharam o la también joyería Ernst. El fin de las rentas antiguas en 2015 abocó al cesé a más de uno, pero ese no ha sido el único de los motivos, de hecho los herederos de Rubí eran los propietarios del inmueble. Los cambios de hábito y consumo en la población, la llegada de las franquicias y multinacionales o el comercio electrónico son otros de los motivos que han acelerado los cambios en una de las calles con el metro cuadrado más caro de toda Canarias. La óptica Herrera Cerpa es uno de los pocos establecimientos que ha mantenido sus puertas abiertas durante buena parte del pasado siglo XX y todavía sigue adelante. Aunque las franquicias y establecimientos cuyo desembarco en la calle Mayor se ha producido en fechas recientes tampoco pasan por su mejor momento, la pandemia les ha dado la puntilla a muchos de estos. Actualmente hay más de una veintena de establecimientos en la principal vía comercial de la ciudad y alrededores con carteles de “local disponible” o “se alquila”. | A. V.