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Días de vivos y difuntos | Viejas y nuevas tradiciones

Cuatro ‘tenorios’ recorren Vegueta

Santo Domingo, el Pilar Nuevo, San Agustín y Santa Ana acogen la representación del clásico

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Don Juan Tenorio y ambiente de Halloween

Cada año, en cuanto el sol se pone el 31 de octubre, el mundo de los vivos y el de los difuntos se sincronizan. Por unas horas, almas penitentes y otros espíritus de la eternidad se mezclan con los mortales, confundiéndose entre ellos para experimentar de nuevo los placeres de la existencia. En Las Palmas de Gran Canaria, donde las costumbres locales de los finaos han acabado confluyendo con las foráneas como Halloween hasta dar forma a una nueva tradición, la noche de ayer también tuvo otros dos protagonistas, don Juan Tenorio y doña Inés, que regresaron una vez más a Vegueta para revivir ante miles de personas su historia de amor y arrepentimiento.

El de este fin de semana -también hubo función el sábado- no fue un retorno más. La representación del clásico de José Zorrilla, una tradición en el casco antiguo desde hace más de una década y media, se multiplicó por cuatro localizaciones convertidas en la Sevilla del siglo XVI gracias a la magia de la escenografía y las técnicas de videomapping. Los dos amantes, interpretados por Fran Perea y Nuria López, hicieron suyas durante tres horas las plazas de Santo Domingo, el Pilar Nuevo, San Agustín y Santa Ana.

La acción arrancó a las nueve de la noche en Santo Domingo, magistralmente transformada en la taberna que regenta Butarelli, al que da vida Fernando Navas. Fue allí, ante unos 400 espectadores, donde el Tenorio y don Luis de Mejía, interpretado por Ciro Miró, se encontraron para comparar los resultados de su vil apuesta -quién podía conquistar a más mujeres y acabar con la vida de más hombres- y continuar porfiando.

Las intrigas de la obra, producida por DD&Company y dirigida por Tazmin Towsend a partir de una adaptación del texto original realizada por Yolanda Pallín, continuaron en el Pilar Nuevo con la Casa de Colón transformada en la de doña Ana de Pantoja. A su balcón se encaramó don Luis ante la sorprendida mirada de las más de 300 personas que cabían en la plaza. Muchas de ellas habían llegado caminando desde Santo Domingo en una peregrinación que continuó por los otros dos escenarios, aunque la organización también dispuso pantallas gigantes para quienes optaron por quedarse en la misma localización durante toda la función.

Además de Perea y López, el reparto de este Don Juan Tenorio contó con muchos más rostros conocidos del cine, el teatro y la televisión. Por los cuatro escenarios pasaron secundarios de lujo, como Jorge Roelas en el papel de Ciutti o Mari Carmen Sánchez como doña Brígida. También referentes de la escena canaria, como Blanca Rodríguez interpretando a la abadesa o Raquel Arroyo como tornera.

Tras caer embrujada ante la carta de don Juan que le entregó Brígida una plaza de San Agustín reinventada como convento, doña Inés reapareció en Santa Ana junto al Tenorio. Con la catedral y las casas consistoriales como marco, el último escenario de la función fue a la vez río -el Guadalquivir, recreado con proyecciones de elementos florales sobre la fachada del templo- y panteón. Fue allí donde, entre cenas y apariciones fantasmagóricas, el capitán Centella acabó quitando la vida a don Juan y también donde finalmente, tras la aparición de doña Inés, el truhán acabó arrepintiéndose.

Procesión de zombies

Unas calles más allá también procesionaban las ánimas, aunque no como en el Tenorio. En Triana hubo brujas, diablos, zombies y otros seres terroríficos de los dos mundos, aunque sin talleres de maquillaje y con menos afluencia que otros años. Aun así, Halloween transformó la Calle Mayor en una pasarela por la que desfilaban personajes como los de Antonio Blanco y Diana Mejía, convertidos en una elegante pareja de zombies disfrutando de un paseo dominical pese a todo: «Caímos en la consulta de un médico erróneo y después en la de un cirujano plástico, así que al final ya acabaron embalsamándonos».

Las celebraciones de Halloween no solo atrajeron a familias y adolescentes locales; también llamaron la atención de los turistas de visita en la ciudad. La neerlandesa Natasha Nordin, que paseaba caracterizada de catrina mexicana con su hijo Gallardo, reconocía haberse animado a maquillarse tras ver la animación fiestera en la calle: «En los Países Bajos es mucho más aburrido».

Irene Medina Navarro y Sara Medina Fleitas se disfrazaron para pasar la tarde, aunque solo después de que en casa tomaran una decisión salomónica para pasar el día, según explicaba su padre mientras todos descansaban en un banco de la calle: «Hemos partido el día en dos, comimos castañas por la mañana y ahora toca la fiesta de ellas».

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