Hace tiempo que me siento inclinado a dedicarle unas letras a este gran amigo, pero la tristeza de conocer en el día a día su tan delicado estado de salud me hacía muy difícil llevarlo a cabo.

Cuando digo un gran amigo está más que justificado después de haber disfrutado de esa admirable amistad durante más de setenta años, de forma ininterrumpida y manteniendo un contacto con él y con Pepa, su esposa, prácticamente en el día a día.

Practicamos deporte juntos desde muy jóvenes, en especial el tenis, donde fuimos pareja de dobles muchos años. Qué maravilla de compañero. Fue Capitán de nuestro equipo durante los doce años que jugamos contra Tenerife, y al final se obtuvo el Trofeo para nuestro Club.

En su época anterior practicó la Yola y la Vela, convirtiéndose en un puntal de las competiciones en el Club Náutico, así como en un experto al estudiar la carrera de marino mercante.

¿Qué decir del Golf? Ha sido su pasión durante muchos años, no solo al practicarlo a un nivel espectacular sino dedicándole horas y horas a nuestro querido club, como directivo y en especial como Capitán de Campo.

Entiendo que, si no ha ganado todos los trofeos del club poco le ha faltado. En este difícil deporte demostró siempre su temple, serenidad y habilidad, al margen claro esta de su caballerosidad.

¡Cuántos viajes hicimos juntos los dos matrimonios! Qué maravilla de saber estar, de convivencia perfecta que nos hizo disfrutar cada momento, gracias a ese carácter tan especial del que tanto pudimos aprender.

Para mí su principal característica fue la NOBLEZA. Es que le salía por los poros, con una naturalidad que infundía paz en todos, empezando por su estupenda y ejemplar Familia, con Pepita Domínguez dirigiendo la orquesta y sus cuatro magníficos hijos marcando el paso como Dios manda.

Con esas cualidades ha entregado su alma al Señor, tranquilo, sin aspavientos y en la seguridad de ser recibido con la alegría propia de las buenas y NOBLES personas.

Tus amigos de siempre,

María Aurora y Jorge