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Opinión

¿Por qué es santa esta semana?

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Celebración de la misa del Jueves Santo en la Catedral de Santa Ana

Lo que los cristianos celebramos estos tres días que llamamos ‘santos’ es lo más importante que rememoramos en todo el año. De hecho, todo lo que celebramos en el cristianismo tiene que ver con este acontecimiento ‘pascual’ – en referencia a la Pascua: la liberación o el paso de lo viejo a lo nuevo, de la muerte a la vida – o dicho con mayor precisión: todo lo que celebramos es esto. El misterio de la pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo es el centro de la fe y no hay nada que sea auténticamente cristiano que no sea una penetración en el sentido o una conmemoración actual de este misterio salvífico. Pero esto que está tan claro para un creyente puede escaparse a quién no comparta la fe y estaría privado de las claves de interpretación que unifican y dan sentido a todos los días del tríduo santo y a todo lo que se hace y contemplarlos exclusivamente como expresiones culturales o folclóricas. Si quisiéramos aproximarnos con una razón curiosa y que desea comprender el significado profundo de la Pascua cristiana, quizá el mejor modo sea atender a los desafíos que propone la propia naturaleza al conocimiento humano. Hoy sabemos que nuestro conocimiento se muestra muy limitado al intentar descubrir, analizar o medir el mundo cuántico. Esta estructura de lo real se muestra irreductible a nuestra percepción puesto que cada vez que intentamos una interacción a esos niveles, nuestro mismo intento cambia la realidad. En el mismo hecho de observar se determina el comportamiento de las partículas subatómicas y esto no solo para intentar una recreación física que se corresponda con los cánones del mundo supraatómico y que podamos entender algo, sino incluso para un mero cálculo matemático que se hace imposible sin usar números imaginarios o complejos. Una situación parecida se estudia en psicología o en pedagogía con el famoso efecto pigmalión que describe la influencia potencial que un ser humano con sus impresiones, suposiciones o creencias puede ejercer sobre otro ser y sobre lo que hace. En este sentido podemos decir que el hecho de conocer algo, a ciertos niveles, hace ese algo, hace la realidad. Nuestro conocimiento no sería aséptico con respecto a lo que conoce, sino que está involucrado en la misma realidad conocida. Pues bien, lo que el cristianismo cree no es que Dios siendo el creador de todas las cosas las observa ‘desde lejos’ sin influir en ellas, sino que se ha involucrado decisivamente en la historia humana y ha cambiado las tendencias avocadas a la muerte y a la obcecación egoísta. Por eso, la consideramos una historia de salvación. Y ¿cómo lo ha hecho? Involucrándose de la manera más radical; es decir, haciéndose historia, haciéndose humano y compartiendo todo lo nuestro: nuestras carencias, límites, sufrimientos e incluso, la muerte. Lo que celebramos estos días de Semana Santa es que Dios ha cambiado la historia desde dentro ofreciéndose por amor y permitiéndonos compartir su vida – que llamamos eterna – ganándonos así, la libertad suprema para no sucumbir ante la inexorable muerte o el sin sentido del mal. La alegría que sentimos los cristianos al conmemorar la plenitud de la historia no se entendería sin considerar que la pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo son nuestra liberación: son nuestra Pascua.

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