Lorenza Machín pasó 61 años de su vida en Fuerteventura y allí forjó décadas de lucha «en todos los frentes», asegura. Reconocida activista feminista y pro derechos LGTBI, con 58 años se divorció del padre de sus hijos y con 60 pasó a compartir su vida con una mujer. En esta entrevista, previa a recoger el reconocimiento como hija predilecta, habla sobre la importancia de vivir el amor y tu sexualidad tengas la edad que tengas.

Ha sido un referente en Fuerteventura, pero nació en Las Palmas de Gran Canaria. ¿Cómo se lleva ser hija predilecta?

Mis padres vivieron en Tarfaya y mi madre fue a La Isleta solo para darme a luz. Luego regresamos según nací; con cinco nos trasladamos a La Isleta y ya cuando no había cumplido nueve me acogió Fuerteventura. Allí permanecí 61 años. Me adoptó la isla. Así que soy adoptiva de Fuerteventura y predilecta de Las Palmas de Gran Canaria. Estoy agradecida porque son muestras de cariño y de afecto. Los últimos seis años sí he vivido en Gran Canaria, cinco en Agaete junto a Carmen.

Ha hecho de todo un poco durante su trayectoria.

Me reconozco como una mujer activista, en todos los frentes. Desde mi participación en la apertura de Comisiones Obreras en Fuerteventura cuando murió Franco, hasta haber participado en elecciones y entrar y seguir siendo hasta ahora parte del Partido Comunista. Lo de la escritura y mi implicación en teatro y cine me vino a partir de mis 60 años. Me divorcié con 58; decidimos que no marchaba bien la historia y pasé un duelo, por lo que entré en el mundo del teatro. Eso hizo que descubriera que tenía una venita artística. Hice mis propios monólogos para llevarlos a escenas, siempre con una denuncia social y política.

¿Qué le llevó a la política?

La situación de injusticia a nivel de las Islas, España y el mundo. Para mí no hay fronteras, las puertas se deben dejar abiertas. A medida que fui creciendo me di cuenta de la sociedad injusta que había, el patriarcado, los poderes que oprimían al pueblo. No estaba conforme con ello, por lo que empezó a crecer en mí la vena rebelde. Con Franco vivo salía en las noches a sembrar el pueblo de octavillas.

Las injusticias la han movido.

En todos los frentes. A mí no me daban trabajo por roja. Pero las injusticias no las estaban cometiendo solo conmigo, también a gran parte del pueblo. Un día me dijeron que soñaba con una utopía, le contesté que salía a la calle a reivindicar una serie de derechos para abrir surcos en la tierra, pero si no lo hacía mis hijos no podrán plantar la semilla, ni mis nietos recoger la cosecha. Ahora temo porque estamos retrocediendo en los logros conseguidos y para eso mucha gente se quedó en el camino. Todavía hay pozos y veredas con restos de quienes lucharon por la dignidad. Me da escalofríos ver nubes negras que no son de lluvia, son tiempos oscuros, me preocupo sobre todo por los jóvenes que están empezando a vivir.

«Me llevó a la política la situación de injusticia, en las Islas y el mundo, para mí no hay fronteras»

¿Qué logros consiguieron en los años de lucha social?

Cuando trabajaba en el hospital de Puerto Cabras; en ese entonces los pinches quedaban en cocina y las pinches íbamos a dar la comida a los y las pacientes. Reivindicamos que deberían ser listas conjuntas y lo logramos. Al final es reconocer la valía de las mujeres. Desde pequeños deberían encauzarnos por la igualdad, por no marcarnos con unos colores, con unos determinados juguetes para unos y para otros. Enseñar en las escuelas respeto e igualdad.

Presentación del cuento 'Las tres nanas', de Lorenza Machín. GABRIEL FUSELLI

Ha destacado también como activista LGTBI. Con 60 años reconstruyó su vida junto a una mujer, Carmen.

Viví 38 años casada con un hombre. Me comprometí con 14, no sabía de la vida nada. En aquel entonces ni los padres ni las escuelas hablaban de lo que era la sexualidad. Solo de las responsabilidades que tenían niños por un lado y niñas por otro. La niña era ser sumisa, obediente, ordenada y responsable. De esa manera llegas a la mayoría de edad sin saber de la vida las tres cuartas partes y sueñas con un príncipe azul. Entras así en una vereda y como me decían «mi niña, nosotras hemos nacido para sufrir». Tuve una vida de esposa y madre, aunque salía a la calle a reivindicar derechos. Pero con el tiempo me di cuenta que me faltaba algo; o me sobraba. Ya no solo eran las luchas sindicales y pacifistas, también me metí en los colectivos LGTBI y defendí que todo ser humano tiene derecho a querer a quien le dé la gana; o que una persona que no se sienta conforme con el cuerpo que tiene pueda reivindicarse. Todos tenemos derecho a ser. No me daba cuenta que eso tenía que ver con que no era completamente feliz.

Hasta que tomó la decisión en un momento dado.

Un día planteamos el padre de mis hijos y yo que no podíamos seguir así y nos divorciamos. Me metí en el teatro y allí me crucé con una mujer. Yo tenía 60 años. Me di cuenta que había tenido un velo toda mi vida, porque tenía que haber sido al lado de una mujer. Pero si valió la pena hacerlo con un hombre ha sido porque he tenido mi parte de felicidad; porque de ahí traigo dos tesoros valiosos, mis hijos. No retrocedería en el tiempo para vivir con una mujer si no los tuviera a ellos. Después de eso seguí saliendo a reivindicar derechos para todos, pero con más fuerza.

¿Nunca es tarde para dar el paso y reivindicarse?

Lo vivido, queda atrás. Solamente quiero pensar que llevo ya 16 años viviendo cada minuto de mi vida con Carmen. Mi lucha es para decirle a las personas mayores, que porque nosotras hayamos cumplido 50 años y se nos retire la regla, el corazón y los sentimientos siguen ahí. Que aunque cumplamos 65 y nos jubilemos, el corazón y los sentimientos no lo hacen. Ahora que tengo 76 años, todavía siento y vivo cada segundo. Los disfruto. No envejezco porque mi corazón nace cada día que pasa. Cada vez que camino de la mano con mi compañera por la calle, me enorgullezco de estar con la persona que quiero. A cada persona que no se atreva a dar este paso, las animo a que lo hagan. Cuando estire la pata, diré que han sido pocos años, pero los disfruté a tope y me iré con una felicidad plena.

¿Qué significa para usted la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria?


Es la ciudad donde nací. Me recuerda a cuando mi tía me llevaba a su casa de Guanarteme; a cuando fui a ver a Pinito del Oro al circo. Gran Canaria es una isla que vio mi primer respirar y me acogió tras estar 61 años ausente; he vivido más fuera que dentro, pero siempre ha estado en mi corazón, soy una canaria majorera saharaui.