El padre Pedro Fuertes era periodista. Aunque nunca ejerció como tal, sí que durante unos años escribió de forma habitual columnas en LA PROVINCIA/Diario de Las Palmas en las que reflexionaba sobre el devenir de la Iglesia durante los últimos años. Una de las más extensas y más significativas tenía como título Carta abierta al papa Francisco. Se publicó el 7 de junio de 2014, apenas un año después de que fuera designado como máxima figura de la Iglesia Católica. En esa misiva dejaba claro que esos meses iniciales sirvieron para hacerse una idea de quien estaba al frente del Vaticano: «Tu deseo es hacer una iglesia de Jesús normal para gente normal», se alegraba Fuertes en un escrito en el que le agradeció ser un «ejemplo».
Fuertes, sin embargo, empieza el texto haciendo una advertencia: «Te diré que esperaba mucho del nuevo Papa, mucho; que me librara, nos librara de tantas ataduras caducas y efímeras que no nos llevan a ninguna parte». Varias líneas después admite que la llegada del nuevo pontífice había supuesto «una bocanada de aire fresco en los pulmones de la Iglesia» que le hacían, al propio Fuertes, «mas libre, más para andar por casa, sin trabas, más natural» frente a una iglesia anterior que se estaba muriendo «de frío» donde «se creía más en la curia que en los carismas».
Gran parte del artículo viaja sobre la idea de llevar la religión católica a la tierra, al pueblo. «Me alientas a salir a las periferias a buscar a la gente, a amar a la gente» dijo Fuertes, que ya en la década de los ochenta realizó una acción de este tipo cuando decidió abandonar por un tiempo el Claret para impartir clases en un colegio del barrio de Pedro Hidalgo. Allí aseguró que aprendió «mucho». «A participar de las alegrías y las tristezas de los vecinos, a saber estar con la gente. Yo daba clases, pero, en realidad, hacía de todo: asistente social, gestionaba consultas médicas para persona que no tenían seguros, etc.», declaró en una entrevista concedida a este periódico en el año 2011.
En la carta al Papa también hizo referencia a la cúpula de la Iglesia. «Veo que te diriges a las alturas, a los obispos, a los sacerdotes para que sean verdaderos, para que no se apoyen en sus prebendas, abalorios y oropeles, y palabras solemnes y que bajen a la arena todos los días, al pueblo fiel; que tienen que oler a oveja, estar con el pueblo, animar al pueblo, llegar al pueblo».
Fuertes agradeció al Papa por no defraudarle. «Gracias por tus palabras que tanto necesitaba. Gracias por tu ejemplo, porque quieres ser bueno y al mismo tiempo te sientes pecador». Y finalizó: «Gracias porque eres una gracia para mí y para todos».
