Hace poco más de un mes que la tormenta tropical ‘Hermine’ dejó enchumbada a Canarias hasta casi el núcleo interno de la Tierra, con históricos acumulados de más de 340 litros en La Palma, o de 170 litros por metro cuadrado en el pluviómetro que tiene en la azotea el isletero Ángel Zurdo Martín, un montañero que, asegura, no ha visto verde igual en el volcánico paisaje protegido de La Isleta. 

El prodigio comenzó en Cabo Verde el pasado 20 de septiembre, cuando iba cogiendo forma una onda tropical que en vez de rumbiar hacia el oeste, tiró por el norte besando la costa africana para terminar brincando del Sáhara a Canarias cuatro días más tarde, ya convertida en la histórica tormenta tropical Hermine.

El caudal de precipitaciones, manso pero persistente, dejó picos de hasta 345 litros por metro cuadrado en La Palma, y 170 litros por metro cuadro en el pluviómetro que tiene en la azotea el montañero y residente en La Isleta, Ángel Zurdo Martín.

Zurdo, que se confiesa un meticuloso de libro, tiene la cifra anotada en su correspondiente casilla, e ilustra que tuvo que vaciar tres veces la probeta de medir para poder dar abasto a este remanente del diluvio universal.

Bajo la ancestral premisa isleña que reza ‘fuerte tierra esta agradecida’, algo en el subsuelo volcánico comenzó a macerar.

La Isleta, una isla con entidad propia conectada con el resto de Gran Canaria por un simple tómbolo de arena de apenas 200 metros de ancho en su punto más escuálido, es un rebumbio de escorias, picón, depósitos piroplásticos y coladas, con laderas rumbientas por el óxido, que dan nombre a la Montaña de Las Coloradas; volcanes a los que apenas les queda una ladera, como la Montaña del Confital, tras perder el cono por el embate de las olas y el marismo; y otro más devorado por la minería, como así luce el edificio natural de La Esfinge.

«Allí lucen ahora todos los matos con nombre de marisco, como el saladillo, la magarza de costa o la uva de mar»

Emproado al norte, todo el conjunto se enfrenta al alisio como un enorme mascarón de proa isleño, un cortavientos para una capital agazapada a su popa, encadenada a la pequeña península por una cadena de calles y avenidas en un lugar donde al principio de sus tiempos lucía un río de agua salada de un kilómetro de longitud.

Si al fuego, el viento y el salitre se le suma la inclemente solajera, el combinado resulta una vegetación cuya mayor aspiración es a formato matorral, pero de una riqueza extraordinaria, con 60 especies vasculares de las que treinta son endémicas, o bien de la isla o de toda Canarias.

Una flora que permanece agazapada en tiempo de secano, pero que, apenas atisbe agua dulce, tiene el mismo efecto que una gota en sal de fruta.

La Isleta de verde

La Isleta de verde Ángel Zurdo Martín

Un mes después del tormentón La Isleta reventó. Zurdo, senderista habitual del lugar, en el que al fin y al cabo es su gran patio trasero, no ha visto cosa igual. Y si la vio se le fundió en la memoria. Allí lucen ahora todos los matos con nombre de marisco: como la lechuga de mar, la siempreviva del mar, el salado, la uva de mar, la estrella de mar, el saladillo, la magarza de costa o el espino de mar, que se añaden a otros más conocidos como el verode, la barrilla, la vinagrera, las tabaibas dulces y amargas, el tabaco moro, la cerraja, la hierba amarilla, la lengua de pájaro o el romerillo, además de la foránea tunera, que colorea el conjunto en sus cuatro puntos cardinales con un salpicón de tunos.

El también isletero Juan Morales Brito, de 78 años, que disfruta al oreo del verde terrestre y el azul atlántico en un estratégico mirador, sí que recuerda alfombrados espectaculares de cuando niño en La Isleta y Las Coloradas, de la época en la que el jareado de pescado generaba un simparar de decenas de personas trajinando a ras del agua.

Pero para Morales, que a lo largo de su vida ha dado varias vueltas al mundo embarcado en mercantes noruegos y plataformas petrolíferas, sea poca o mucha la hierba que rebrote, su Isleta es de todos los puntos del globo, «el más favorito» del planeta. «Y hoy aún más».