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Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Frutas con sabor conejero

Juan Quintero abrió el negocio tras dedicarse a la venta ambulante de fruta procedente de Lanzarote | Su hija Beatriz mantiene su legado

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Comercio Histórico: Frutas y Verduras Quintero JC Guerra

Frutas y Verduras Quintero abrió en el verano de 1970, unos meses después de hacerlo el propio mercado municipal de Altavista. En este centro lleva 52 años proporcionando producto fresco a una clientela que, en algunos casos, supera los 40 años y, en otros, se ha materializado en nuevas generaciones. 

El olor fresco y la variedad de colores invade el olfato y la vista del que decide recorrer el expositor de Frutas y Verduras Quintero, un puesto tan antiguo como el propio lugar en el que se encuentra, el mercado municipal de Altavista

Fundado por Juan Quintero Lemes en agosto de 1970 -el mercado abrió en enero de ese mismo año-, este es uno de los puestos de frutas y verduras más antiguos de la ciudad, con 52 años a sus espaldas. En la actualidad, Beatriz Quintero, hija de Juan, continúa con el negocio familiar, tratando de mantener muy vivo y presente el espíritu de su progenitor, cuya imagen preside el puesto en el mercado con la inscripción ‘El Jefe’.

Los comienzos

Juan Quintero llegó a Las Palmas de Gran Canaria a los 13 años desde el pueblo lanzaroteño de Tao, en el municipio de Teguise, en 1960. Iba a pasar un verano junto a su prima recién casada y mudada a Moya con su marido grancanario, sin embargo, ese verano se convirtió en toda su vida. «Mi padre empezó trayendo cebollas, papas y sandías de Lanzarote. Iba por los mercados y las tiendas con un furgón y se dedicaba a vender el producto que le mandaba mi abuelo desde allá», relata Beatriz, recordando los comienzos de su padre como vendedor ambulante de fruta conejera. Su abuelo tenía tierras en Lanzarote y, dependiendo de la temporada, se encargaba de mandarle uvas, batatas, cebollas o sandías. «Un día llegó a este mercado con mucha mercancía y le ofrecieron quedarse con un puesto, ya que lo veían continuamente con bastante producto», recuerda Quintero, que con 25 años empezó a trabajar con sus padres. «Estaba acabando unas oposiciones para dar clase en un instituto y hasta que se resolviera el concurso me dedicaba a ayudar a mis padres por la mañana», detalla, apuntando que al final lleva 25 años ‘ayudando’ en el negocio familiar. 

«Tenemos señores que venían a comprarle a mi padre desde el principio y ahora vienen sus hijos»

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La intensa labor de su padre, que se mantuvo trabajando diariamente hasta su jubilación, en 2014, labró una gran reputación al puesto entre sus clientes. «Mantenemos una clientela de muchos años, hasta 40 en algunos casos. Tenemos señores que venían a comprarle a mi padre desde el principio y ahora vienen sus hijos». Y es que el buen producto y el trato cercano han conseguido cruzar generaciones de clientes en el caso del negocio de los Quintero. 

Beatriz Quintero junto a una foto de su padre, Juan Quintero, con la inscripción ‘El Jefe’ José Carlos Guerra

En un principio, el producto que ofrecían en el mercado de Altavista era cien por cien local. Su padre se recorría los pueblos de las medianías en busca de fruta y verdura, como las uvas, en Santa Brígida, o los limones, en Fontanales. «Se lo curraba mucho más que nosotros ahora, que lo compramos todo en Mercalaspalmas», reconoce Beatriz, justificando esta situación en que antes no había tantas exigencias y controles como ahora, que «tienes que tener factura de todo lo que compras». 

Actualmente, la mayor parte del producto que venden procede de la Península, ya que «hay poquita cosa aquí». «El producto local que ofrecemos es el de temporada, como ahora, que están viniendo mandarinas, naranjas y aguacates del país», explica.

Beatriz Quintero destaca a los mercados municipales por prestar una atención más personalizada

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Mercado vs. supermercado

Así y todo, Beatriz Quintero destaca a los mercados municipales por prestar una atención más personalizada y, por lo general, ofrecer una materia prima de superior categoría. «Aquí conocemos a todos los clientes y sabemos lo que les gusta y lo que no. Si tú vas a comprar a una gran superficie y vuelves al día siguiente, seguramente haya otra persona atendiéndote», señala. 

En relación con los grandes supermecados, Quintero reconoce que siempre representaron un temor ante la caída de los clásicos mercados. «Hace 45 años, cuando abrió el supermercado Simago en Triana, mis padres se asustaron porque pensaban que el mercado iba a decaer», rememora, al igual que cuando aparecieron los Cruzmayor, HiperDino o Continente -ahora Carrefour-. «Siempre hubo miedo, pero siempre lo superamos», destaca con una sonrisa. 

Con una crisis en ciernes, Beatriz tiene claro que, aunque la afronta con algo de incertidumbre, después de más de medio siglo en activo y con muchas a sus espaldas su intención es mantener el negocio y continuar con la tradición familiar

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