Religión| Reconocimientos 2023 del Cabildo Catedral

Vidas al servicio de la Catedral de Canarias

Intervención de Miguel Rodríguez Díaz de Quintana en el acto de entrega de las distinciones del Cabildo de la Catedral a Agustín Manrique de Lara y Bravo de Laguna y a Josefa Suárez Verona

Miguel Rodríguez Díaz de Quintana y José Lavandera, deán de la Catedral.

Miguel Rodríguez Díaz de Quintana y José Lavandera, deán de la Catedral. / LP

Miguel Rodríguez Díaz de Quintana

Excelentísimo e Ilustrísimo Cabildo Catedral de Canarias, Dignísimas autoridades, Señoras, Señores, Compañeros, Amigos.  En 1989, hace hoy justamente 34 años, a Don Agustín Manrique de Lara y Bravo de Laguna se le otorgó el título de Bienhechor Insigne de la Catedral. Don Agustín, en su emoción y gratitud preparó unas palabras para agradecer la distinción. Pero en aquella oportunidad, el galardonado no tuvo ocasión de pronunciarlas. A pesar de los largos años transcurridos, hoy, aquellas palabras tienen gran actualidad, porque además en ellas se concentran los mismos sentimientos de agradecimiento tanto de Coro de Nuestra Señora del Rosario, de doña Josefa Suárez Verona y en el mío propio.

Por ello, me gustaría que fuera el propio Don Agustín quien desde el cielo, sea el que agradezca la alta distinción que hemos recibido. Tuve el honor de que él me entregara en una cuartilla impresa, en aquella ocasión, sus emotivas palabras.

Decían así. “Hace justamente setenta años, ni uno más, ni uno menos, que de la mano de mi recordado padre entré en este templo catedralicio. Desde aquella precoz adolescencia, que aún rayaba en la niñez, comencé a sentir por estas sagradas piedras centenarias de Santa Ana un profundo cariño, un amor indescifrable que he mantenido, y que seguiré conservando, hasta el final de mi existencia.

Pasión ardiente

Desde muchacho, mi padre me fue inyectando la pasión ardiente, insaciable, hacia la Madre de Dios, culminando, a través de los años, con mi gran devoción a la Santísima Virgen María en sus advocaciones del Pino, tan tradicionalmente vinculada a mi familia, y especialmente a Nuestra Señora de los Dolores. No me ruboriza confesar, que este amor, permanente, ejercitado y consumado en todo momento, constituye una de mis verdaderas obsesiones.

Cabildo catedralicio, distinguidos y familiares.

Cabildo catedralicio, distinguidos y familiares. / LP

A través de mi padre fui conociendo los atractivos del culto divino en sus diferentes manifestaciones, tanto artísticas como religiosas. De él aprendí a aficionarme por el esplendor y la magnificencia que le dedicaba a las principales solemnidades de nuestra Iglesia Mayor, porque consideraba que eran las mejores expresiones de fervor y servicio hacia Dios Nuestro Señor.

Fue de esta manera como comencé a encariñarme con la Semana Santa de nuestra ciudad, con la solemnidad del Corpus Christi y con los cultos dedicados a Nuestra Señora de los Dolores, a cuya procesión solemne del Viernes Santo no he dejado de acudir desde que en 1928 salió por primera vez recorriendo las calles de Vegueta.

Poco antes de morir mi padre, encontrándose ya en el lecho de muerte, me rogó que no abandonara nunca la Catedral. Incluso, para que no fuese quebrantado su deseo, el ruego lo incluyó en su testamento a través de una cláusula, en la que me encarecía que siguiera prestando especial atención a las manifestaciones del culto divino y, particularmente, a la Virgen de los Dolores de nuestro primer templo de Canarias.

«Poco antes de morir mi padre, encontrándose ya en el lecho de muerte, me rogó que no abandonara nunca la Catedral»

Por todo ello, Ilustres Señores Capitulares, esta distinción que hoy se me entrega, y que agradezco profundamente, me satisface recogerla como homenaje a la memoria siempre recordada de mi padre, porque él fue el verdadero artífice de la obra. Yo no he sido más que el continuador de sus desvelos, de aquella labor, posiblemente ejemplar y generosa, que dispensó siempre en beneficio de esta Santa Basílica.

Clásico

No quiero terminar cayendo en el clásico tópico de expresar que esta honrosa distinción me va a obligar a una dedicación mucho más expresiva. Cómo sincero católico y heredero de un legado para mí histórico y afectivo, mi servicio a la Iglesia seguirá siendo permanente. Mi casa continuará estando abierta para la Santa Iglesia Catedral de Santa Ana en sus máximas expresiones de Semana Santa y Corpus Christi”.

Como dije antes, estas letras siguen teniendo la máxima actualidad, porque su casa, efectivamente. Sigue hoy abierta para este querido y admirado templo. Sus hijas y sus nietos recogieron del patriarca ausente el traspaso de este magnífico legado. Señores Capitulares, muchísimas gracias en nombre de todos los que hoy hemos sido galardonados.