Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Bocadillos, fraternidad e historia en las cuatro décadas del Piscolabis Navarro

Desde 1979 los hermanos Navarro han gestionado el negocio, que llegó a tener cinco bares abiertos

Hace un año lo traspasaron a Richard y Ancor García

El empleado Carlos Godoy corta una pata frente a los antiguos propietarios, de izquierda a derecha, Bernardo, Carmelo y Francisco Navarro.

El empleado Carlos Godoy corta una pata frente a los antiguos propietarios, de izquierda a derecha, Bernardo, Carmelo y Francisco Navarro. / Andrés Cruz

Los hermanos Fracisco, Carmelo, Bernardo y Alexis Navarro han trabajado toda la vida en el sector de la hostelería. Su padre abrió el Piscolabis Navarro en 1979 después de que el sector de la construcción sufriera una crisis y tuviera que reinventarse. Desde el comienzo fue un negocio familiar al que se dedicaron en cuerpo y alma los cuatro hermanos. La empresa fue creciendo con ellos, ya que empezaron a muy temprana edad a trabajar y lideraron la expansión del bar por la ciudad. Hace un año traspasaron el último local, en Rafael Cabrera, que actualmente regentan Richard y Ancor García, padre e hijo.

Eran muy pequeños cuando los hermanos comenzaron en el negocio, la mayoría tenían entre 12 y 15 años, algunos aún no habían pegado el estirón y tenían que poner una caja para poder llegar a la estatura para lavar los platos. Fue un sacrificio diario para todos, pero ahora lo miran con más perspectiva. «Yo a nivel particular no tengo malos recuerdos, todo lo contrario. Es muy duro, sobre todo por los horarios, pero al final lo coges por otra parte porque siendo joven ya tienes las espaldas cubiertas», considera Carmelo.

Todo comenzó en Rafael Cabrera donde se ubican actualmente y unos años después se mudaron a Alcaravaneras y abrieron otro bar. En el futuro llegaron a sumar hasta cinco locales. Se especializaron en abrir las 24 horas del día sin descanso para atraer al máximo de clientes. Por lo que en cada franja horaria tenían consumidores diferentes, de madrugada o a a primera hora de la mañana llegaban los fiesteros que querían un bocadillo antes de echarse a dormir, así como los trabajadores del horario nocturno. Luego llegaban los obreros que trabajan en la zona y más tarde los empleados de las oficinas cercana. «Era un no parar», explica Francisco.

Reformas

El local ha cambiado desde aquella época, ha pasado por dos grandes reformas. La más cercana fue hace diez años cuando añadieron las mesas del interior y redujeron la zona de barra. Aunque el principal cambio de la empresa no han sido las obras, sino el traspaso del local hace un año. 

Después de años de dedicación los hermanos decidieron traspasar local a local para descansar de un trabajo sacrificado como el de la hostelería. «Cuando yo un día me miré en el espejo, me vi desnudo y me dije, no, esto hay que cambiarlo, así que pensé que ya era el momento de traspasar todos los locales», recuerda Carmelo. Además de la posibilidad de que cada uno se enfocara en sus proyectos personales. 

Los nuevos propietarios de izquierda a derecha Ancor y Richard García junto a un empleado.

Los nuevos propietarios de izquierda a derecha Ancor y Richard García junto al empleado, Carlos Godoy. / Andrés Cruz

Por ello, desde hace un año Richard y Ancor García gestionan el local. Ninguno de los dos había trabajado en la hostelería antes, pero a fuerza de empeño lo sacaron adelante. Richard García trabajaba instalando máquinas recreativas, por lo que iba y venía de bar en bar, pero nunca había estado detrás de la barra. En un principio estaba más interesado por la tienda 24 horas El Búho, que está justo al lado del Piscolabis Navarro. Sin embargo, observó que el bar tenía más vida, siempre había alguien entrando y saliendo, se decidió y ahora no se arrepiente.

También arrastró a su hijo Ancor, que era transportista, y que ahora dirige la cafetería junto a su padre. Los hermanos enseñaron a García durante dos meses todo lo necesario para regentar el local, y después, él se lo transmitió a su padre. Francisco Navarro fue el encargado de traspasar el local a García y asegura que están haciendo «un buen trabajo». «Paco está más aquí que antes», bromea García. Y es que después de tantos años al frente del negocio la morriña a veces le puede.

Tuvo que aprender de cero porque nunca había tenido contacto con el mundo de la hostelería. De esta forma se preparó para hacer cafés, gestionar el sistema, pero también lo más importante del lugar: el menú. Algunos de los bocadillos han permanecido desde la apertura del primer Piscolabis Navarro hace 45 años. Son tres singulares bocadillos como el Mortero, el Navarrito y el Canarión. «El Mortero, por ejemplo, era de vegetal, con un serrano, crema de atún y queso. El navarrito de alioli, orégano, pata de cerdo y tomate y otra cosa más pero no te lo puedo decir porque tendría que matarte, y el canarión es mayonesa, queso tierno, pimiento y pata de cerdo», detalla Carmelo. 

Los bocadillos del Piscolabis Navarro.

Los bocadillos del Piscolabis Navarro. / Andrés Cruz

Al igual que bocadillos, hay clientes que han estado a lo largo de las cuatro décadas. «Son muchos años aquí, hay clientes que vienen, algunos se van muriendo y luego vienen los hijos», comenta Carmelo. De esta forma, el Piscolabis Navarro ha conseguido afianzar a su clientela y seguir preparando los bocadillos de toda la vida, ya sea con los Navarro o los García al mando.

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