Cuando la Avenida Marítima es un juego de mesa: esta es la última contribución de arte urbano en Las Palmas de Gran Canaria

Los cubos del rompeolas de la Avenida Marítima han sido pintados como si fueran parte de un juego de mesa cuyo tablero es el paseo

El autor no ha firmado la obra

Cubos de hormigón simulan dados gigantes a la altura de San Cristóbal

Juan Castro

Por la Avenida Marítima transitan cientos de personas ya sea por la mañana, tarde o noche. Los viandantes, a través de su larga extensión y emperchados en sus mejores galas deportivas, caminan, corren o montan en bicicleta mientras respiran la brisa del mar. Sin embargo, la vista en ocasiones puede ser monótona con el marino manto azul que no cambia más allá del horizonte, los barcos se mueven al golpito y queda más bien poco para entretener el cerebro mientras ejercitan el cuerpo. Como solución a este problema o como simple forma de expresión artística, desde hace unas semanas aparecieron unos dados pintados en las piedras del rompeolas cercano al barrio marinero de San Cristóbal. De esta forma, el autor rompe con el paisaje gris de la escollera.

«A mí no me molesta y así la gente lo ve mientras pasea», apunta Ramón Santana en una de sus caminatas. El hombre hace ejercicio cuando puede, pero de vez en cuando junto a su compañera Pino Suárez se hacen una pateada por la zona. La última vez que pasaron por la avenida, hará unos 15 días, aseguran que ya estaba pintado. Los dados están desperdigados a lo largo de un pequeño tramo con algunos metros de separación, por lo que lo más interesante es ir descubriendo cuál es el siguiente número. No tienen firma visible, así que el autor o autora es, por ahora, una incógnita por descubrir.

Lo que está claro es que optó por algo sencillo pero con cierta ironía, ya que habitualmente a estas rocas de contención se les llama precisamente dados. Aunque, por supuesto, este tipo de dados son mucho más divertidos pintados de esta manera y con el nuevo significado que han adquirido. Y es que todo el mundo ha jugado alguna vez a la oca, el parchís, el Monopoly o cualquiera de los otros cientos de juegos de mesa que implican un dado para moverse por el tablero. Ahora, el tablero es la Avenida Marítima y el jugador puede ser cualquiera que tenga despierta la mente, ya que en este caso el único que se mueve es el jugador. Aunque jugar no es precisamente la función de esta expresión artística, ya que poco se puede hacer sin hoja de ruta y con un dado que puede llegar a pesar varias toneladas. Pero lo que sí es posible es entretenerse al descansar un momento en el lugar o simplemente contemplarlos con la curiosidad con la que muchos giraban la vista para echar una ojeada.

Seis lados

El fondo de los cubos está pintado de blanco y algunos de los círculos que señalan el número están en rojo y otros con el propio color de la piedra. En dependencia de en qué dirección camine el viandante podrá encontrar una serie u otra, desde el barrio de San Cristóbal de camino al centro de la ciudad se puede observar al principio el uno, luego el cinco, tres, seis, dos y, por último, el cuatro, todos los lados de los que están compuestos los dados.

No es el único lugar costero de Las Palmas de Gran Canaria que tiene en sus rompeolas un toque artístico. En el Muelle Deportivo los tripulantes de la famosa regata Atlantic Rally for Cruisers (ARC) dejan su huella a lo largo de los años antes de marchar en su aventura. Esbozan los nombres de los barcos, fechas y hacen dibujos en unas piedras que se vuelven lienzos. Pero no solo en la capital grancanaria forma parte de la estampa marina, en Santa Cruz de Tenerife el artista búlgaro Stojko Gagamov dibujó los rostros de músicos famosos internacionales y locales, en la escollera frente al Auditorio de la Isla vecina. También el artista Agustín Ibarrola creó Los cubos de la memoria en Asturias, una intervención artística de envergadura que dotó de color e imaginación al puerto marinero de Llanes y lo convirtió en un punto turístico. Así pues, llenar con arte espacios tan uniformes y estrictamente funcionales como un rompeolas gris convierte las rutinas de los paseantes en algo un poco más extraordinario, porque allí donde hay color hay imaginación. 

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