Mercedes-Benz no reniega de una categoría, la de los monovolúmenes, que sigue en retirada táctica fruto del despliegue masivo de efectivos todocamino, pero toma cierta distancia dando a su Clase B una línea más deportiva y, también, más acorde con toda la línea actual de producto. Aires más dinámicos y una dinámica de conducción más sofisticada, pero -como vamos a ver- sin descuidar el confort ni el espacio. Así nace el Mercedes Benz B200.

Aunque experimenta un crecimiento considerable, los diseñadores se las han arreglado para que el Clase B siga la tendencia del resto de la gama. Es 26 centímetros más largo y diez más ancho, aunque lima su altura en cuatro centímetros. Decimos que sigue la senda de los demás Mercedes-Benz, porque este monovolumen adquiere una apariencia tan deportiva que la marca lo cataloga ahora como un Sports Tourer.

Para desmarcarse de la etiqueta monovolumen, además de esa línea de techo más baja, dinamiza sus proporciones con unos voladizos más cortos, llantas más grandes y un frontal más pegado al suelo. Son también códigos propios de coches deportivos sus musculosos hombros, la armónica transición entre capó, pilares A y techo o el alerón posterior integrado con unos spoilers aerodinámicos en color negro brillante. Es así y con una menor superficie frontal como mejora su coeficiente cx hasta 0,24 (antes, 0,25).

La batalla crece considerablemente hasta los 2.729 mm (30 cm más) y aunque ya hemos apuntado que es ligeramente más bajo, la mayor parte de las dimensiones interiores, las que afectan al espacio interior, se incrementan para mantener intacta la amplitud de las dos filas de asientos, incluso la altura hasta el techo. Sí se pierden por el camino 33 litros de volumen en el maletero (455 litros), pero queda en anécdota porque con los asientos traseros abatidos se recupera el terreno perdido con hasta 1.100 litros.

En términos de confort, y con los números delante, lo más asombroso es que piloto y copiloto tienen 33 centímetros más a la altura de los codos. Esto se debe a una geometría mejorada de los asientos que, entre otras cosas, pone al conductor 90 mm más alto para tener una mejor visión de la carretera. Pero, como en toda la nueva promoción de Mercedes-Benz, cualquier consideración del interior queda a la sombra del ambiente tecnológico que inunda la cabina y que analizamos en un cuadro aparte.

Aunque es el sentido de la vista la que recibe un mayor torrente de estímulos, el verdadero confort empieza por los asientos. Aquí el Clase B ofrece como opción unos que varían periódicamente la inclinación de respaldo y banqueta para provocar pequeños cambios en la postura y evitar así dolencias de espalda. Más avanzada la comercialización del modelo se ofrecerá la posibilidad de desplazar longitudinalmente los asientos posteriores 14 centímetros y colocar el respaldo en una posición más erguida. Esto hará variable el volumen de carga del maletero, pudiéndose mover entre los 455 y los 705 litros.Tacto inconfundible

Aunque es el más familiar de la rama compacta, el Clase B se siente como lo que es, como un Mercedes-Benz. Ya el modelo precedente presumía de una viveza fuera de lo común entre los de su especie, así que la marca ha querido potenciar su confort. Aunque esta versión no montaba el eje trasero multibrazo (reservado a las versiones más potentes o con el tren de rodaje de altura rebajada con amortiguación adaptativa y activa) nos pareció más que aceptable a pesar de su sencillez.

Quizá consecuencia de ese enfoque más rutero y confortable, la activación del modo deportivo del Dynamic Select -el selector de perfiles de conducción mediante un conmutador de la consola- no vuelve excesivamente arisco al Clase B. Motor y transmisión están más alerta para proporcionar la máxima aceleración, pero sin asperezas más allá de una mayor sonoridad del motor y el turbo que se traducen en una sonrisa maliciosa en la boca del conductor.

Es cierto que 'choca' la colocación de la palanca selectora del cambio automático en la columna de dirección, pero dejando a un lado filias y fobias, la verdad es que en transmisiones como la 7G-DCT con levas en el volante, acaba mereciendo la pena sacrificar esa posición más convencional para hacer sitio al mando táctil de la consola central. Al fin y al cabo, con tantos dispositivos conviviendo en el interior del MBUX, acaba siendo una decisión de lo más sensata en términos de ergonomía.

A propósito del cambio de doble embrague 7G-DCT, un lujo su comportamiento se mire por donde se mire. Sin duda, al nivel de los mejores de este tipo. Con él es difícil verle las costuras al motor cuatro cilindros 1.3 de inyección directa y turboalimentado de 163 CV. No es un propulsor que derroche potencia, pero el equilibrio entre prestaciones y eficiencia es uno de sus puntos fuertes, especialmente en las versiones con el cambio de doble embrague, ya que cuentan con la desconexión selectiva de cilindros. Es decir, en situaciones de baja demanda sobre el pedal del acelerador -en concreto, entre las 1.250 y las 3.800 rpm-, el sistema desactiva las válvulas de admisión y escape del segundo y tercer cilindro para reducir consumos. Según ficha técnica, los consumos oscilan entre los 5,4 y los 5,6 l/100 km, y lo cierto es que durante la prueba estuvieron muy cerca de estos valores de referencia.