Muere una grancanaria en Argentina

Yle, ante todo, luz

Ylenia del Carmen León Carrillo, que murió en un accidente de tráfico en Argentina, era activista y lesbiana visible y orgullosa, defensora de cualquier lucha que se le pusiera delante, aunque no le afectase directamente

Una joven canaria muere en un accidente en Argentina

Cynthia Martel Martín

Ylenia del Carmen León Carrillo, murió a mi lado el 11 de noviembre de 2023, mientras disfrutábamos del regalo de la vida durante una excursión en la Patagonia argentina. Ylenia del Carmen León Carrillo, joven médica, sí. Ylenia del Carmen León Carrillo, orgullo del servicio de Salud Mental del Hospital Doctor Negrín, por supuesto. Pero para mí, sus familiares y amigues: Yle, quien jamás se definió a sí misma por su profesión. Incluso, cuando no le quedaba más remedio y alguien le preguntaba a qué se dedicaba, ella ponía cara de incomodidad y, rascándose la cabeza, decía con la voz pequeñita: «soy residente de Psiquiatría».

No por no estar orgullosa de lo que hacía, ni por cómo lo hacía (siempre venía contenta a casa a contarme lo bien que le fue a tal paciente suyo, solo por desahogarse con ella y no medicar tanto), sino porque sabía que su dignidad no residía solo en ser médica, ni valía más que nadie por dedicarse a lo que se dedicaba. Siempre me decía que, aun teniendo la opción de hacer más guardias y ganar más dinero ese mes, ella prefería disfrutar los fines de semana conmigo, sus amigos, su familia y su perro Turrón, porque la vida para ella era «disfrutar y pasármelo bien». Eso me dijo muchas, muchas veces.

Yle era, ante todo, sonrisa y luz. No porque fuese mi novia, ni porque ahora tienda a romantizar y enaltecer su memoria por la tragedia que sucedió sino porque, desde el día en que la conocí , hasta el día en que su corazón dejó de latir a mi lado en el asiento de la guagua donde íbamos de excursión, puedo asegurar que fue la persona con más pasión por la vida que la existencia me regaló.

Yle era activista y lesbiana visible y orgullosa, defensora de cualquier lucha que se le pusiera delante, aunque no le afectase directamente. Curiosamente, la conocí en una manifestación por el Orgullo LGTBI en Las Palmas de Gran Canaria, una de tantas a las que habíamos ido, y la recuerdo con su camisa verde, sonriendo, siempre sonriendo. Fuimos amigas durante muchos años a partir de ese día.

Entonces yo era vegana y ella era vegetariana pero, cuando empezamos la relación, quiso implicarse más y dio un pasito más hacia la lucha por los derechos de los animales. A partir de entonces, su pasión absoluta era comer hamburguesas veganas y papas fritas, así como participar en todos los eventos antiespecistas que pudiese.

Siempre intentaba estar presente en cualquier acto reivindicativo: las manifestaciones por el Día de la Mujer, el Orgullo LGTBI o el Día Internacional contra la violencia machista (de hecho, su Trabajo de Fin de Grado trató sobre este tema). También en las decenas de concentraciones que organizábamos dentro del colectivo Gamá, con formaciones continuas, debates con escucha activa de otras compañeras o sobre la lucha decolonial canaria.

A quien tenga a Yle en sus contactos de WhatsApp, les invito a que lean la frase que tiene en su estado desde el año 2018; «deconstrucción del ser, desaprendizaje». Una frase de uno de nuestros grupos favoritos: Mafalda. Porque a ella jamás le costó pedir perdón, ni admitir que se había equivocado en algo, porque dirigía su vida a deconstruirse para volverse a construir y ser mejor persona para ella misma y para los demás.

Esto va dedicado a todos esos medios de comunicación clasistas que ponen por delante la palabra «médica» a «persona»

Ella era un amor de persona que siempre se preguntaba cuál era la acción correcta para todo lo que le rodeaba: personas humanas, animales, naturaleza. Además, Yle era pasión pura por bailar, como si no hubiese un mañana, en los conciertos de metal y punk o en las fiestas de música electrónica. Siempre se apuntaba a lo que le hiciese vibrar y yo tuve el privilegio de que me llevase consigo de la mano en ese aura infinita de felicidad explosiva.

Yle era paseos por el campo y deportista nata desde pequeña: cinturón negro de kárate, fútbol, body combat, apasionada de las carreras de obstáculos. Su tienda favorita era Decathlon porque además era práctica y sencilla, le daba igual llevar una camisa que ya tuviese seis años si estaba en buen estado. Porque Yle era esencia y entendía lo que de verdad era importante de la vida, nadita de apariencias y corteza superficial.

Yle era madrugar para ver el amanecer en la playa y nadar aunque el agua estuviese helada. Yle era los atardeceres en miradores con una cerveza fría. Y comer pizza vegana viendo Mom, su sitcom favorita, y reírse a carcajadas mientras yo me quejaba de que bajase la voz. Y era quedarse la última en las fiestas y los bares, porque disfrutaba al máximo de hablar con la gente, de reírse, de compartir ideas.

Yle era ilusión y proyectos infinitos. Siempre buscando nuevas aventuras, nuevos viajes y nuevas experiencias. Yle quería volver al activismo en Canarias cuando volviésemos de Argentina: formar una asociación de deporte LGTBI, ayudar en el refugio de animales de The Animal Academy en Fuerteventura, recorrerse el norte de España en caravana, ir a tomar mate a la cumbre, ir al siguiente festival de Her en Tenerife, ir a los últimos conciertos de despedida de Mafalda. Yle quería seguir disfrutando y seguir viendo reír a las personas que quería.

Yle, ante todo, luz. Era decirme que su cosa favorita del mundo era tumbarse a mi lado y dormir en mi pecho mientras yo veía la televisión. Y levantarse por las mañanas con un «buenos días, guapa» y darme un beso en la mejilla para empezar el día, aunque se fuese refunfuñando porque ese día le tocaba entrar temprano a trabajar. Y precisamente por esa luz preciosa que emitía, allá donde esté, espero que su memoria se honre como es debido, no solo anteponiendo que era médica, porque ya les digo que era lo último que la definía.

Esto va dedicado a todos esos medios de comunicación clasistas que ponen por delante la palabra «médica» a «persona», como si eso le diese más dignidad y orgullo a quien siempre fue mucho más que eso. Pero, sobre todo, esto va dedicado a ti, Yle, que siempre estarás en mi corazón, y que, a partes iguales, sigue tan roto por tu partida y tan desbordado por el amor que me regalaste, que te prometo que jamás dejaré morir. Porque siempre fuimos el mejor equipo, mi preciosa.