Mario Hernández Sanginés, el político de los vulnerables: niños, mayores y enfermos

Comenzó su carrera en 1987 como concejal de Beneficiencia de Las Palmas de Gran Canaria

Su legado social queda plasmado en la actual Red SocioSanitaria del Cabildo de Gran Canaria, pero su trayectoria en la vida pública se recordará como la del político de las tres ‘i’: incómodo, invisible e íntegro

Mario Hernández Sanginés, el político de los vulnerables: niños, mayores y enfermos

LP/DLP

Laura Morant

Mario Hernández Sanginés, nació el 18 de septiembre de 1938 en Güímar, Tenerife, y murió el 21 de febrero de este 2024 en Las Palmas de Gran Canaria, rodeado de sus seres queridos. Fue hijo y nieto de médicos de familia. Su padre era Alcibíades Hernández Mora. “Médico titular de Icod, Los Silos, Santa Cruz, Guía de Isora y Güímar; presidente del Casino de esta localidad, alférez médico, consejero de los cabildos insulares de Tenerife y Gran Canaria, jefe provincial del Movimiento en Las Palmas de Gran Canaria, responsable sanitario de la provincia de La Palmas como jefe de la Obra del 18 de Julio y colaborador periodístico”, según el cronista oficial de Güímar, Octavio Rodríguez Delgado. Su madre fue María del Socorro Sanginés Fumero, la primera mujer que escribió sobre las tácticas de ajedrez, según testimonios veraces, pero no escritos, como suele pasar con la historia pasada de las mujeres. Con estas raíces, Mario se trasladó con su familia a Las Palmas de Gran Canaria con tres años. Vivió en Tamaraceite, en La Isleta, en la Casa del Marino y, casi toda su vida, ya casado con “la roja” María Reyes Acosta Diaz , llamada por él Maye, en una casa terrera en alquiler de Alcaravaneras hasta el último día de su vida. 

Sin duda su inquietud política tiene su origen en su procedencia. Mario se crió en una familia con aquellos ideales de la derecha de antaño, que no son los de ahora, con principios y valores en los que el bienestar del vecino y el prójimo sí son de tu incumbencia y sí te producen desazón. Ya en Las Palmas de Gran Canaria, mientras su padre ejercía la medicina y realizaba sus labores de Juez de Paz y su abuelo se dedicaba a la mal llamada Beneficencia, Mario pasaba por la Academia Militar de Zaragoza; después fue profesor de gimnasia; estudió dos años de Medicina; anduvo montando un circo y practicando juegos malabares; e incluso tanteó con el contrabando de tabaco. Podría haber sido un personaje de cine. De ahí que también fuera el primero y mayor cinéfilo de Canarias, ya que solo a él se le ocurrió crear la ahora extinta ‘Real Academia del Cine Canario’, sin prosperidad por falta de fondos. Los que tanto sobran ahora, que le vendrían muy bien a ese joven visionario. 

Hernández Sanginés fue un político incómodo, invisible e integro

Además de esta variopinta experiencia, Mario fue durante toda su vida personal, porque fue muy personal, un político, pero, a pesar de la confusión de muchos, no fue ni de derechas ni de izquierdas, fue de centro y de justicia. Fue un político vecinal y social, incómodo, invisible e íntegro. Dedicado a las personas más vulnerables de la sociedad: niños, mayores y enfermos. De ahí que cambiara tanto de partido, siempre dejando el acta. Por esa necesidad de aportar a la sociedad intentó fundar su propio partido, porque creía que solo desde la política se podía cambiar el sistema. Fue leal en todo lo que se involucró, partido y responsabilidad administrativa, a pesar de la difamación, a pesar de las zancadillas y a pesar de los episodios de corruptelas. Y cuando palpaba la falta de coherencia de los supuestos “camaradas” se iba sin ruido, sin ánimo de venganza, sin sangre y con elegancia, como aprendió de Laurel and Hardy, Buster Keaton, Harold Lloyd, Frank Kapra, Charles Chaplin y, por su puesto, Groucho Marx. Sus ídolos cinematográficos, entre otros tantos del cine de las décadas de los 40 a los 60. Era un político, en palabras de alguien que le admiró, Gorky Bethencourt, de “dedicación y compromiso hasta el final en tareas que se antojaban titánicas, del que aprendimos que no hay enemigo temido, que lo que hay es valor para defender aquello en lo que se cree”. 

Son muchos los que han recordado la labor de Mario a lo largo de su carrera como político de corte social. Pero no se ha contado todo lo que ha aportado Hernández Sanginés por esta ciudad y por Gran Canaria. Comenzó en los movimientos vecinales, entró en política con el Centro Democrático Social -CDS- de Adolfo Suárez; fue concejal de Beneficencia con la primera alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria de José Vicente León en 1987; continuó como concejal de Limpieza, Playas y Medio Ambiente, hasta que llegó al Cabildo de Gran Canaria para hacerse cargo de la Consejería de Asuntos Sociales con el Partido Popular, con José Macías y María Eugenia Márquez, desde 1995 hasta 2003; fundó el partido Centro Democrático Liberal (CDL), lideró la Plataforma Vecinal contra la MetroGuagua y volvió a crear otro nuevo partido: Tercera Edad en Acción. Antes de estos dos partidos, fue militante del Partido Popular y de Coalición Canaria durante muchos años, pero no pudo ser y por principios los dejó, así como sus actas. 

Pero este no es el legado de Mario. Su legado es la actual Red Socio-Sanitaria del Cabildo de Gran Canaria: el desmantelamiento del viejo y deteriorado Hospital San Martín, en donde estaban hacinados los desprotegido ancianos, que fueron trasladados, a pesar de las presiones, a un dignificado y moderno Centro Sociosanitario El Sabinal; también se ocupó de los menores en situación de desamparo y acabó con los hospicios y antiguos internados, creando una red de casas tuteladas y centros de acogidas que tuvieran en cuenta las circunstancias de vulnerabilidad del menor; también recuperó el Centro Nuestra Señora de Fátima para diferentes ONG’s; fue el ideólogo que reconvirtió el antiguo dermatológico en el Centro de Enfermos de Alzheimer, y fue el propulsor de las innumerables asociaciones de vecinos de Las Palmas de Gran Canarias que surgieron gracias a su incansable motivación que inspiraba a todo el que se tropezaba con él. También fue el pateador incansable de campañas electorales de cada uno de los partidos políticos de los que formó parte, y como dice Melchor Camón: “En el PP de Canarias hizo también una labor silenciosa de formar y proveer una red de interventores y apoderados que eran la envidia de otros partidos. Y que nunca se le supo agradecer”.  

Ahora que tanto importan los números en todo tipo de cuentas, bancarias y virtuales, les puedo asegurar que el legado que deja Mario Hernández Sanginés es incalculable. Está formado por miles y miles de personas anónimas, que ni si quiera saben que él fue importante en sus vidas. Y públicas, que supongo que están muy ocupadas para acordarse.  

Con orgullo, este sábado fui a recordar su memoria con su familia, como solíamos hacer en muchas ocasiones desde hace 36 años, sentados alrededor de una mesa, con vino y queso. Con Maye, su hijo Sergio, su hija Nuria, su nuera y yernos, Rita, Guille y Jaime, y amigos queridos, mientras sus nietos y nieta trasteaban por el jardín. “Era el político del 'pasa, pasa'. Era una persona accesible”, decía Sergio acompañando con la mano sus palabras, “Amaba la cultura canaria. Me llevaba a todos los museos. Era un erudito. Autodidacta. Estudiaba por satisfacción personal. Le encantaba comprar todos los periódicos para tener una visión personal, sin filtros. Él veía la política como un acto social. No era un talibán”. Guille, el marido de Nuria, ironizaba con la frase que le dijo en su boda: “No se devuelve ¡eh!”. Yo recordé como llegué con 14 años a la vida de Mario y Mayeye, en un momento de mi vida vulnerable. Me encontré con una familia acogedora, y con Mario, un hombre que veía mi invisibilidad, mi indefensión y mi potencial, que me protegió, me dio una oportunidad profesional y fue el primero que mostró mucho respeto por mi persona. “Sin aires de machismo”, apuntó Sergio, “mi padre con cariño llamaba a todas las mujeres con su nombre en diminutivo: Carmencita, Pepita…”. Y entonces respondí yo: “Menos a mí, que me llamaba Morant”. Entiendo que mostrándome ese orgullo que sentía por mí y por mi profesión, y es que íbamos a hablar de cosas serias. 

En ese encuentro familiar por su memoria también recordamos sus muletillas. “Mira, ya que estás de pie”, soltó Nuria y empezó a enumerar: “Queridos contribuyentes, camaradas, colaboradores, Mayita”. Y entonces, la pequeña de sus hijos se fue a la época del circo. “Tenía el carné de los amigos del circo, y cuando venía un circo, nos dejaban entrar para alimentar a los animales. Una de sus películas favoritas era 'El mayor espectáculo del mundo'. Y la única vez que le vi disfrazado fue de Groucho Marx en 'Una noche en Casablanca”.

Él fue muy Groucho y se iba de un lado a otro no porque sus principios cambiaran, sino porque no tragaba la falta de principios de otros. Pero se iba sin ruido, sin florituras y seguía batallando, que no guerreando. Ya en su vejez, siguió en eso de batallar y mientras todas las cabras caían por el barranco, él con el bigote negro y un puro en la boca iba por el camino contrario, con manos en los bolsillos, pasos pausados y frase manía, pero bien usada: “paren el mundo que me bajo”. 

Aquellos que no siguieron su camino, que se curen las heridas solas, y todos los que le quisimos y le queremos, acompañaremos a su mujer, María Reyes Acosta Díaz, hijos e hijas, Sergio, Víctor, Cristina y Nuria, y familia cercana, hoy martes 27 de febrero en la Misa Funeral que se celebrará a las 19:00 horas en la parroquia de La Sagrada Familia de su amado barrio de Las Alcaravaneras (Alfredo Calderón). A todos los que le quisieron y admiraron allí les esperamos. Buen viaje Maestro