Apenas diez kilómetros en las afueras de la ciudad de Telde, repartido entre los pagos de Lomo Magullo y Cazadores, se encuentra uno de los tesoros paisajísticos más preciados de la Isla. Manantial continuo de agua y lugar donde habita la mayor población de sauces en el Archipiélago, el barranco de Los Cernícalos se presenta como uno de los itinerarios ecológicos preferidos por senderistas locales y foráneos.

 

Con una longitud de 12 kilómetros de largo e integrado en la Reserva Natural de los Marteles, el recorrido de este barranco puede durar aproximadamente tres horas, aunque siempre depende de la agilidad del excursionista.

 

Varias son las rutas que se pueden trazar en este barranco. La más frecuente comienza en el área recreativa del barrio de Los Arenales y finaliza en el pueblo de Tecén, pago que se encuentra repartido entre los municipios de Telde y Valsequillo.

 

En la pequeña explanada que precede al riachuelo principal del camino pasea Lorenzo. Propietario de la heredad de aguas del Valle de los Nueve, institución centenaria que aprovecha el agua de las galerías del Blanquizal y de los Guinderos que se encuentran en este barranco para uso agrícola, sugiere seguir la señalización del recorrido para evitar incidentes. "Mucho antes de que se construyeran estas galerías existían abundantes manantiales en la zona. Y, aunque aún circula una gran cantidad de este recurso por tuberías subterráneas, la mayor parte del agua recorre la superficie de este barranco, como se puede apreciar a simple vista", explicó Lorenzo. Entre olivos, tajinastes y almendros, el sendero se desarrolla junto a acequias y caideros que se forman entre las paredes del barranco. El agua transcurre por su orografía durante todo el año, formando numerosas cascadas y desfiladeros. En el ascenso por el cauce del riachuelo, se llega a la zona conocida como el Castillo, donde los árboles y la fauna ofrecen al senderista su máximo esplendor. Allí se encuentran Manolo y Pino, vecinos de San Bartolomé de Tirajana y aficionados a pasear entre la naturaleza. "Para lo poco que llueve en esta Isla, es increíble ver tanta cantidad de agua corriendo barranco abajo. Sin duda es un lujo perderse por este bosque y escuchar de fondo el sonido de las cascadas", destacó con cara de disfrute el visitante. A medida que se avanza en el sendero, la vegetación va adquiriendo un carácter más frondoso y diverso. Alcornoques, dragos, vinagreras y retamares blancos se entremezclan con una de las mayores poblaciones de sauce canario en el archipiélago. Un sauzal que se extiende por varios kilómetros de este barranco y se conserva gracias a la abundancia de agua que emana en el interior de este paraje.

 

A la sombra de una higuera descansa Rosario Santana, que ha aprovechado el inicio de las vacaciones de su nieto para disfrutar de un día en familia. "Me relaja el sonido del agua y respirar aire puro", comentó la vecina de Telde mientras preparaba una improvisada mesa para almorzar. Con sombrero y bañador llama a su hijo y a su nieto Aitor, de seis años, que se divierten dándose un chapuzón en el riachuelo. "Recuerdo cuando mis hijos se quedaban de pequeños en lo alto del barranco durante sus campamentos de boy scouts y dormían en casetas de cañas que ellos mismos fabricaban", contó Santana. Mientras, su hijo Julio refrescaba a su pequeño con el agua, ya que el sol al mediodía en esta zona no ofrece tregua.

 

"Me acuerdo de ver hace unos años a una comuna de hippies viviendo en el barranco. Se embarraban en la arcilla, que había en la mina de más arriba del bosque y dormían en las antiguas galerías y grutas de los alrededores", relató Julio. Y anadió: "También me he encontrado con velas, flores y restos de animales muertos alguna vez, restos de rituales de santería que algunos personas vienen a practicar aquí dada la espiritualidad que se respira en el ambiente".

 

Con algunos cernícalos sobrevolando el barranco, ya que en este lugar se criaban antiguamente muchos ejemplares de esta especie, el camino comienza a complicarse. El sendero marcado desaparece y la ruta se convierte en una pequeña escalada de piedras. La misma orografía advierte riesgos de desprendimientos y ha llegado el momento en el que cada visitante se abre camino a su manera.

 

En la zona conocida como el Cañón, junto a una cascada, descansan la pareja de tinerfeños Goyo y Cristina. Estos senderistas profesionales han decido pasar sus vacaciones en la Isla y descubrir nuevos entornos para practicar su pasión: el descenso de barrancos. Goyo, que regenta un club de montaña en la isla vecina, afirmó que está barajando la idea de organizar excursiones en este enclave. "No entiendo cómo no se organizan visitas guiadas en este barranco o no se le da la promoción ecoturística que se merece. Yo ya me lo apunto en mi lista de destinos preferidos", matizó Goyo. Ya en el camino de vuelta y con el acompañamiento de algunos roedores y lagartos de la zona, el descenso resulta bastante rápido y fácil. En una de las acequias de la explanada cercana a la zona de aparcamiento un francés, un gallego y una valenciana se disponen a comenzar el camino con perro incluido. "Vivimos por razones de trabajo en Maspalomas, pero hoy hemos decidido alejarnos de la playa y la típica ruta del Roque Nublo y descubrir este sitio", apostilló Mayte mientras se enfundaba su mochila. Con acento francófono y tono gracioso, Phillipe confesó que viene a buscar plantas de aloe vera, ya que según él son el secreto de la juventud eterna. "Además hoy espero conocer otras especies autóctonas de Gran Canaria", señaló entusiasmado.