Alguien debería despertar a Rajoy para comunicarle que ha ganado las elecciones, lo cual conlleva una mínima tarea de representación. Nunca nadie fue tan votado, ni huyó tanto de sus votantes. Sus promotores, conscientes de la endeblez del producto que vendían, lo maquillaron con el eslogan "será mejor presidente que candidato". En general, se muestra cierta prevención a casarse con quien "será mejor esposo que novio", o a subir a un avión pilotado por quien "será mejor comandante de Boeing que fontanero", en todos los casos sin experiencia previa del ascendido.

La infeliz coincidencia de las jornadas poselectorales con partidos de Champions ha retrasado lógicamente la incorporación de Rajoy a sus nuevas responsabilidades. Además, la victoria siempre pilla desprevenidos a los perdedores natos. De ahí que la única medida económica de choque adoptada por el futuro presidente del Gobierno haya consistido en comisionar periódicamente a Cospedal, para que abronque a los ciudadanos. La flamígera secretaria general dispara la productividad con sus amonestaciones, pero tal vez una cómitre que fustigue a los remeros no sea suficiente para apaciguar a los merkados.

La parsimonia del mejor presidente que candidato obliga a plantear qué prisa había por adelantar las elecciones. Los economistas del PP vaticinaron la recuperación inmediata en cuanto los sondeos afianzaran la victoria de la derecha -y no-, o una vez que finalizara el recuento de las urnas, y tampoco. La resurrección se posterga ahora a la investidura, y los escépticos de la derecha se remiten directamente a la primavera. Olvidan que poco después empiezan las retransmisiones ciclistas, que absorberán la mayor parte del tiempo útil del presidente. En el ínterin, nos entretienen con "la luz al final del túnel" y "los brotes verdes", melodías que ya popularizó el PSOE. Por si cundiera el nerviosismo ante la indisponibilidad de Rajoy, sus publicistas han acuñado un nuevo eslogan, "será mejor presidente de segunda legislatura que de primera". Y así sucesivamente.