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Opinión

Tsipras enseña los dientes

Alexis Tsipras ha invertido sus primeros días de gobierno en demostrar a la UE que no ha sido elegido para incumplir sus promesas electorales. Y que, de tener que hacerlo, no será sin antes luchar, empleando las armas que tenga más a mano.

La culata de una de esas armas asomó ya esta semana cuando Grecia amenazó con vetar una prórroga de las sanciones con que el bloque castiga regularmente a Rusia por su injerencia en la guerra civil ucraniana.

No fue un simple amago: la postura del canciller heleno, Nikos Kotzias, obligó a sus homólogos a enmendar el comunicado final de la reunión, para que en vez de hablar de "medidas restrictivas" lo hiciera de "medidas adecuadas".

Hubo amenaza de veto, y seria. Lo confirmó de viva voz el ministro español de Exteriores, José Manuel García-Margallo. Y también la breve y secreta reunión que mantuvo con Kotzias el jefe de la diplomacia alemana, Frank-Walter Steinmeier, después de la cual el club alcanzó la ansiada unanimidad.

La suavización del texto irritó a los países que abogan por que la UE se emplee con mayor contundencia sancionadora contra Putin, caso de Reino Unido y de Polonia, pero, sobre todo, deja muy claro que el Gobierno de Syriza puede ponérselo muy difícil a sus socios para aprobar castigos más duros contra Moscú.

¿Cómo de difícil? Pues a tenor de lo ocurrido en Bruselas este jueves, bastante. Otra cosa es relacionar esa dificultad -si es que llega a haberla- con la marcha de las negociaciones entre Tsipras y sus socios sobre las demandas de Atenas: quita parcial de la deuda, vincular el pago del resto al crecimiento?

Pero hay temor a que Grecia mezcle una cosa con la otra y venda caro su plácet a una nueva ronda de sanciones a Rusia. Así lo prueba que el ministro germano de Finanzas, Wolfgang Schäuble, advirtiera el viernes, aunque en contexto económico: "Los alemanes no somos fáciles de chantajear".

La UE tiene ya demasiados problemas como para echarse a la espalda un bloqueo griego a las medidas de castigo que el amigo americano manda tomar contra Putin; sobre todo, ahora que Obama puede darle la puntilla con la caída de los precios del petróleo.

La fórmula sólo es ganadora si se suma al aislamiento en que Rusia está cayendo por la política de sanciones transatlántica.

Tsipras es contrario a esa política, y el lunes, sólo un día después de ganar las elecciones, lo demostró acabando con una tradición: convocó primero al embajador ruso, no al norteamericano. Toda una declaración de principios y un gesto que la prensa de Moscú recibió con vítores.

Al Kremlin le faltó tiempo para ofrecer su ayuda a Grecia -en caso de que la necesite y se la pida-, aunque una de las primeras decisiones tomadas por el nuevo Gobierno heleno también perjudica a la antigua superpotencia.

La empresa de ferrocarriles rusos era la favorita para hacerse con los ferrocarriles griegos, y otra compañía rusa había manifestado interés por el puerto de Salónica. Pero Tsipras ha paralizado el proceso de privatización de grandes infraestructuras y concluido que, para sobrevivir, tiene que enseñar los dientes desde el principio. A todos.

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