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La columna del lector

Inmigración: la solución en origen

Se repite la realidad de la inmigración: la llamada económica y la de los refugiados que huyen de las guerras. En la primera, se sigue un proceso y se le aplica una solución que es mejorable, como toda actividad humana. En la segunda, deben ser acogidos de acuerdo a los tratados internacionales. Una vez acogidos y vistos por los servicios médicos, y recuperados del duro camino que han tenido que recorrer hasta llegar a Europa, deben ser registrados para saber su procedencia y la razón de su situación migratoria. El registro es necesario tanto a nivel organizativo como por razones de seguridad, pues, todos los que formamos parte de Europa, lo estamos: DNI, pasaporte, tarjeta sanitaria, etc.

Pienso que cada país europeo debe ver cuáles son sus posibilidades de acogida y tener en cuenta su propia situación sociolaboral (en mi entorno hay un hijo sin trabajo, hermanos, sobrinos, primos, amigos, vecinos, etc).

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, así como otras circunstancias de su responsabilidad, los que tienen que decidir sobre esta situación migratoria, quizás, tendrían que tener en cuenta las enseñanzas que se desprenden de la lectura bíblica de Lucas 14, 38-30: "En efecto, cuando uno de ustedes quiere construir una casa en el campo, ¿no comienza por sentarse a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminar? Porque si pone los cimientos y después no puede acabar la casa, todos los que lo vean se burlaran de él y dirán: ahí tienen a un hombre que comenzó a construir y fue incapaz de concluir".

Creo que se debe acoger a todos los refugiados por razones de guerra. Y, tras valorar su situación, actuar en consecuencia. Ya, en diferentes medios de comunicación, he oído a muchos entendidos y conocedores de la zona en conflicto y coinciden en que la solución es en origen. Por ello, creo que, una vez acogidos y atendidos los refugiados, hay que preparar a un colectivo humano de hombres y mujeres adultos, para que, preparados y dotados de medios, actúen en el país de donde partieron, procurando ser como una inoculación que va a terminar con la enfermedad de la guerra en su zona. Son ellos los que, una vez formados y dotados del material necesario, tienen que acabar con la guerra que les hizo huir. Ellos conocen el terreno mejor que nosotros, tienen más razones por las que luchar: la recuperación de las familias que son atendidas en Europa y la ayuda a los que tuvieron la desgracia de verse obligados a quedarse luchando: niños, mujeres, ancianos, etc.

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