Un debate aburrido hasta decir basta, deshumanizado hasta el hastío, con cifras y más cifras en la guantera, tecnocrático a lo bestia, carente de naturalidad, con la lección aprendida, con los respectivos programas memorizados, pésimo en autocrítica, impensable para cualquier consenso, negado para cualquier negociación?. Dudo que Rajoy y Sánchez embellezcan sus porcentajes de votos para el 20-D a partir de lo expuesto anoche en un 'Cara a cara' del pasado (nunca mejor dicho). El momento más churrigueresco de la noche fue la pasada de frenada del candidato del PSOE, que llevado por la flamígera llamada de la corrupción hizo un ataque personal a la decencia de Rajoy. Fue el minuto más bronco: el de Génova se puso digno y calificó de mezquina y ruin la afirmación, y recordó a su oponente que nunca llevó al Congreso la petición de su dimisión por el asunto Bárcenas y los sobresueldos. En el paroxismo o bajada al fango se metieron en una endiablada discusión sobre quién ganaba más, declaraciones de hacienda y honores heridos. En fin, un ejemplo de serenidad política. En la mesa puesta para el 'cara a cara' faltaba una buena jarra de agua fresca y cristalina: primero, para calmar la ansiedad entre tanta interrupción, y segundo para mojar, suponemos, una garganta reseca. Seguro que la obviaron para no interrumpir el diseño futurista del mueble. El esperado encuentro no creo que altere en nada la competición electoral. Creo que Rajoy aprovechó la falta de pericia de Sánchez a la hora de bajar al fango al poner ante los televidentes su mejor cara de ciudadano cumplidor con la ley, incapaz de meter la mano en la caja de las galletas y nunca imputado pese a décadas y décadas abriendo y cerrando la puerta del coche oficial. Estaba claro que el candidato del PSOE tenía que traer la corrupción entre sus aparejos, pero le faltó un punto de sutilidad, una pizca de sosiego, un ataque menos espectacular y más profundo? Lo siento por la operación 'salvar al soldado Sánchez', pero en este asunto el socialista despilfarró una oportunidad por exhibir tan a lo tonto su deseo perverso de hacer sangre. Rajoy se hizo con la ocasión y mostró su mejor perfil de burgués nunca mancillado.
