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Aforismos y expresiones canarias

Se cayó de una higuera

La expresión 'caerse de la higuera' viene recogida en el Diccionario de la lengua como un americanismo coloquial sinónimo de 'caer alguien en la cuenta'. Sin embargo, en las islas es más propio su uso para advertir que alguien es muy ingenuo: 'Este se cayó de una higuera', haciendo notar que se trata de una persona inocentona, simplona o cándida. Y equivaldría al momento de la pérdida la inocencia, a espabilarse, a abrírsele a alguien los ojos de repente y despertar del sueño de la ignorancia o del atolondramiento de la ingenuidad.

La alegoría traslada la imagen de las brevas que, remaduras y listas para comer, caen al suelo por su propio peso. La higuera es árbol que abunda en toda la geografía insular, muy resistente a la sequía (metafórica ausencia de conocimiento); y su fruto es apreciado como alimento desde la Antigüedad. Por tanto, cuando la fruta, una vez madura o remadura, cae, es porque está en el olvido del recolector (falta de un sujeto aleccionante que abra los ojos al necio). A semejanza de las brevas, cuando las personas están listas, cuando maduran, 'caen por su propio peso', abandonando ese estado de embelesamiento inducido por la ingenuidad o por la ignorancia. Como mismo el viento o el vareado hace caer la fruta, la persona ingenua 'madura' por los propios embates de la vida; despertando cuando recibe el revés, ya sea fútil o severo.

Con mayor agudeza o sentido, en su etiología, la expresión parece rememorar -inconscientemente- cierto atavismo bíblico. Según alguna tradición, el árbol del conocimiento del bien y del mar del que comieron furtivos Adán y Eva en el Paraíso sería, precisamente, una higuera. (Quizás por ello no sea casual que el capítulo III del Génesis venga identificado como: La caída; encerrando la metáfora un doble sentido). Tal presunción de identidad del higo como fruto prohibido (y no la manzana como es creencia popular extendida, pero errónea ya que la poma no viene mencionada en el libro) se deduce del propio Génesis y de la interpretación de algunos exégetas. Viene subrepticiamente sugerido en el primer libro del Pentateuco, cuando relata la reacción de la pareja primigenia después de haber comido el fruto vedado: se les abrieron los ojos y "se dieron cuenta" de que estaban desnudos, "cosiendo hojas de higuera, se hicieron unos ceñidores" para cubrir sus vergüenzas. Y quién sabe si después del empache se entregaron al reposo y quedaron dormidos a la sombra del árbol... Quizás, la maledicencia de dormir la siesta a la sombra de una higuera que pregona nuestro hombre del campo bien pudiera ser fruto de la superstición remanente de aquella memoria atávica. Además, el higo o la breva, como es sabido, guarda afinidades y resonancias sexuales en diversas culturas mediterráneas y africanas, y en nuestra propia cultura canaria. No sería descabellado pensar que podría ser también esta imagen mítica de la 'caída' bíblica relacionada con la higuera y, simbólicamente, con la pérdida de la 'inocencia' (en sentido figurado), la que se rememora -subliminalmente- en el dicho: 'caerse de una higuera' como sinónimo de espabilarse y despertar de la ingenuidad.

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