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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

¿Ha sido la burundanga?

La verdad es que empiezo a dar crédito a la tesis de que en este país no existe un uso generalizado de la burundanga, la droga que anula la voluntad, pero tampoco es menos cierto que existen síntomas de los que se podría inferir que el proceso electoralísimo en el que nos encontramos inmersos (¿desde cuándo?) se asemeja a una toma colectiva de la droga, pues es perceptible y tangible una sensación de tinieblas, siendo casi alucinatorio el hecho de que el Rey estuviese en la ONU y recordase la necesidad de un gobierno para su país, sin quitar importancia, por otro lado, al deseo posesivo de una parte de la ciudadanía para que se incorpore al bodegón el perro con el que un día (creo que en la primera campaña, ya confundo) se retrató Rajoy, puesto que son muchos los que creen que el canino tiene en su cerebro las claves, a no ser, claro está, que fuese contratado en una perrera por el partido para darle humanidad al líder, hecho, por otra parte, de arriesgado cotejo en Sánchez, que no muestra compasión ni nada por el estilo con una sociedad aburundangada, y que convoca un comité del que muchos esperan que sea un asesinato en el comité central, con un apagón de luz, tal como lo describió Manolo Vázquez Montalbán, que hubiese visto la resurrección del espía Paesa (El hombre de la mil caras, en el cine y portada en Vanity Fair) como una rareza más de un país donde siempre hay cosas que no se pueden aclarar, igual que ocurre con los restos de Lorca, siempre sin aparecer, de la misma manera, en consonancia, con este exceso de los excesos al que ya nadie asusta, sino más bien abunda en una somnolencia infinita, repiqueteada a diario con un parte que ofrece la frase del día de Rivera o de Iglesias en tierras vascas y gallegas, que también están en esta enorme bola que es España de un tiempo a ahora, en la que se echa de menos que los que nos han puesto la burundanga muerdan un palo y callen por mucho tiempo, hasta que pase la resaca.

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