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Cartas a Gregorio

Manuel Ojeda

Amor de contrato temporal

Querido amigo, no sé que será peor, que se acabe un año o que empiece otro. La experiencia dice que mejor malo conocido que bueno por conocer pero, de todas formas, este año llega cargado de incertidumbres.

2017 es un año nuevo que sabe a viejo, Gregorio. Quizá sea porque nos recuerde al dos mil siete cuando empezó todo esto de la crisis que, aunque digan que ha pasado, ya nada ha sido igual después de aquel año.

Quién lo iba a decir, amigo, a nosotros que vivimos aquellos felices sesenta. Pero hemos pasado de la década prodigiosa a la perniciosa, y eso siendo optimista, porque el decenio puede convertirse en oncenio y hasta no sé en cuántos años más.

Es lamentable que después de trabajar como burros y cotizar como esclavos nos vengan ahora a amargar la jubilación mermando nuestra capacidad adquisitiva y hasta con amenazas de que nuestro legítimo derecho a percibir parte de lo que hemos cotizado desaparezca.

Ahora dicen que para no vaciar la hucha que con nuestro trabajo habíamos reservado, quieren incrementar la población laboral ofreciendo incentivos económicos que vayan a favor de incrementar el índice de natalidad. Pues, con nosotros la van a tener crudo, a menos que incluyan la Viagra en la receta de la Seguridad Social en cantidades industriales...

Son los mismos incentivos que ofrecieron en 2015, pero, aun así, la tasa de natalidad siguió descendiendo. Debe ser que ya nos hemos acostumbrado a que todo lo que dice o promete el gobierno hay que tomárselo al revés, y si dicen que van a bajar los impuestos es que, sin duda, los van a subir.

Es una especie de "psicopatía discordante" que ha establecido el PP desde que llegó al poder y, como decía Berto Romero en un programa de Buenafuente, cuando un político dice: "En nuestro partido cumplimos lo que prometemos. Solo los imbéciles pueden creer que no lucharemos contra la corrupción", quiere decir todo lo contrario: "Solo los imbéciles pueden creer que en nuestro partido cumplimos lo que prometemos".

Pero, si los incentivos para la natalidad están pensados para los jóvenes, aún lo tienen más difícil si creen que alguien está dispuesto a casarse y tener hijos sin un trabajo o con un contrato de trabajo temporal. La gente joven no quiere casarse y mucho menos tener hijos cuando no puede pagarse un alquiler, y mucho menos comprarse un piso. Además, con todos esos problemas, es normal que hasta se le quiten las ganas de esas cosas.

Los datos ofrecidos en el informe del Instituto Nacional de Estadística sobre natalidad en el primer semestre de 2016 consolidan la tendencia hacia lo que algunos especialistas califican como una catástrofe demográfica.

Lo que están consiguiendo estos señores conservadores, Gregorio, es que las nuevas parejas hayan decidido practicar el amor libre y sin compromiso, un amor de contrato temporal apropiado a las actuales circunstancias.

Feliz año temporal, amigo, y hasta el martes que viene.

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