La Provincia - Diario de Las Palmas

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TROPEZONES

Reflexiones viajeras XIX

Toscana: la cálida y acogedora naturaleza de la comarca italiana de la Toscana demanda sin duda una inmersión más que una descripción; por ello me voy a detener aquí en otras inesperadas manifestaciones de su reconocida hospitalidad.

Ya en los baños del aeropuerto de Pisa, puerta de entrada a la región, primera sorpresa: los asientos de los inodoros llevan incorporados un ingenioso contrapeso que los mantiene siempre en posición "manos arriba"; merced a tan original artimaña, al bajarlos para su modo sentado se agradece verlos siempre limpios de cualquier vestigio de anteriores usuarios con poca puntería, como es frecuente sufrirlo en las tapas tradicionales.

Iniciado el trayecto por carretera desde Lucca a Florencia, constatamos cómo cada pocos kilómetros la autovía se ensancha, embolsillando un apetecible miniestacionamiento, siempre anunciado, como si de un oasis se tratara, por un par de frondosos pinos que le regalan su sombra cuando el sol aprieta, y su cobijo cuando llueve. Para los que conocemos el cansancio en la conducción por autovías interminables, urdidas más para los vehículos que para los humanos, donde es imposible encontrar un mínimo espacio para detenerse a estirar las piernas o recuperarse del amodorramiento que nos acecha, constituye tal iniciativa una "divina benedizione".

Ítem más: al detenernos en un pintoresco y sencillo restaurante de carretera, nueva sorpresa: al visitar el baño para lavarnos las manos, observamos un hermoso caño de latón asomándose a la vasija, pero nos percatamos alarmados que no hay señal de grifos, que parecen haberse ido de vacaciones, como nosotros. Al advertírselo al tabernero, éste nos indica, condescendiente y divertido, que hay un pedal bajo el lavabo, y que no saldrá agua mientras no pisemos el acelerador. Y añado yo que desde que el cliente termine con sus abluciones no se desperdiciará ni una gota de agua; y no como en los acostumbrados grifos que se han dejado abiertos, o los de compresión a tiempo programado, más sofisticados pero estúpidos, que siguen manando cuando el usuario ya ha terminado de secarse las manos. Estamos en presencia de genuina ecología en acción, de ir por casa pero contundente.

Una vez llegados a nuestros destinos, Florencia, Siena y demás maravillas, nos llama la atención otra iniciativa destinada a mejorar la calidad de vida del personal. Sin ser una exclusiva de este país, parece más sistematizado el uso de las calzadas para aprovechamiento peatonal: de nuevo se antepone el hombre al coche, tapizando el asfalto de tarimas de madera sobre las que se plantan sin dilación sillas y mesas pronto pobladas de hedonistas saboreando sus vermuts o capuccinos.

Aficionado como soy a temerarias generalizaciones, no puedo por menos que concluir, a la vista de estos reveladores ejemplos, que los habitantes de la Toscana son dignos descendientes y aventajados alumnos del ilustre compatriota renacentista que sin duda más ha contribuido en este gran país a la mejora de la calidad de vida de sus congéneres: el florentino por excelencia Lionardo di ser Piero Da Vinci.

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