La Provincia - Diario de Las Palmas

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Desde mi isla

Crónica de un desencuentro en tiempo real

La densa nube, desde hace tiempo acumulada, sobre el delta del Ebro, empieza a moverse, lentamente, en busca de los Pirineos. El bien nutrido gallo blanco y el famélico gallo negro están prestos a la pelea. Los espectadores van llenando la gallera. Los partidarios del gallo negro abogan por que el ganador sea proclamado por los espectadores y los del gallo blanco porque lo decidan los jueces, de acuerdo con la ley. Llevado el caso a mayores, el Tribunal Constitucional, tan lento en tomar decisiones en otros casos, decide, en tiempo récord ¡24 horas!, dar la razón a los del gallo blanco. La lucha, pues, ha empezado con la amenaza de un referéndum por parte de los del gallo negro. Sus contrarios juran y perjuran que tal referéndum no tendrá lugar y para ello confiscan papeletas, urnas y voluntades patrias. La nube, aún blanca pero con algunos jirones negros, ya rumbea sobre la Sagrada Familia.

De repente Cataluña se ha llenado de gallos azules, vestidos con corazas de acero y espolones de plata. El poder central ha elegido ahogar desde la Barceloneta el obligado y necesario diálogo. La mediocridad de las partes diluye las culpas. Los del gallo blanco intentan cerrar el camino a las urnas, retirando papeletas, sentimientos y voluntades. La policía construye en las calles jaulas para halcones, donde solo hay mirlos negros... El espíritu del duque de Alba vuelve desde los Países Bajos. La violencia sustituye a la razón arrinconando a la política, que en manos de los mediocres son incapaces de evitarnos el bochornoso espectáculo. Europa nos mira, asombrada, a través de los televisores. A pesar de la oposición, de los del gallo blanco, el referéndum se realiza. Eso sí, es un referéndum cojitranco, tuerto, inválido y viciado en sus valores racionales y legales. Podía haberse celebrado sin recurrir a la fuerza para evitarlo, porque el referéndum ya estaba muerto, era un cadáver del que se había desprendido el alma, desde su comienzo. Fue la lucha de Don Quijote y los molinos, sin poder identificar a uno y a los otros. Fue un magnifico ridículo, que hubiera sido útil de ser acompañado por sonadas dimisiones.

Hay números de la suerte. El número 7 -tantos baños, tantas vueltas al templo- sirve a los vedas hindúes para vencer la esterilidad de la mujer. Pero el número 155 no es número de suerte. A lo más que llega es a ser el número de una línea de guaguas madrileña, que, al menos, tiene claro dónde empieza y dónde acaba, lo que no ocurre con el político 155, necesitado de inventarios y acotaciones de última hora, recordando a Romanones cuando decía: "Hagan ellos las leyes que yo haré los reglamentos". ¿Cómo puede acoger el pueblo catalán la suspensión de sus derechos autonómicos por un Gobierno central en manos de un partido cuajado de corruptos violadores de las leyes, de la honradez y del mínimo respeto a los ciudadanos? ¿Cómo no pensar en una inmensa farsa -un erizo de mar, cargado de afiladas púas- aprovechada por los partidos corruptos para desviar la atención pública de sus sucias manos y mentes. ¿Habrá leído alguno de estos corruptos a Bertrand de Juvenel, cuando afirma que la política es una ciencia moral?

El gallo negro perdió la pelea, cuando algunos espectadores (los empresarios) empezaron a abandonar la gallera. Se escapó, como se escapó San Pedro negando a Cristo, coreado por un gallo, tres veces. Se escapó, dejando tras sí su disfraz y los millones de plumas negras que, siguiendo la tradición agustiniana, nunca se podrán eliminar totalmente, pues se convertirán en numerosos Anteos, que no se podrán estrangular por Hércules, el hijo de Zeus, sino por una política de acercamiento y diálogo con Cataluña, para cuya ejecución, desgraciadamente, no veo los actores adecuados.

Tampoco ayuda a solventar el problema la politización de la justicia, más atenta a los efectos inmediatos que al estudio y la reflexión de un tema que tiene muchas aristas. Más efectos que causas. Contrasta con la lentitud -años- que ha escoltado al caso Gurtel, por ejemplo.

Ya está en marcha el 155, anunciando nuevas elecciones para el 21 de diciembre. Será, quieras o no, otro referéndum, que irá por las mismas Ramblas, pero en sentido contrario al anterior. No se puede descartar que a pesar de la presión y la propaganda del Gobierno central (recuérdese la utilización partidista que hace en TVE) vuelvan a ganar los partidarios del nuevo gallo negro. ¿Volverán entonces los gallos a una nueva pelea? Si ganan los del gallo blanco, todavía será más profunda la grieta que separará a nuestra patria. Grieta que se abrió tras muchos años de desencuentro y repuntó con los trece meses de cerco a los que fue sometida Barcelona, con Felipe V y con el corto discurso de Felipe VI, en el que cambió una mediación moderada por una peligrosa agresividad. Difícil es jugar esta partida, sin que los contendientes no hagan trampas. Pienso que mientras llega el nuevo día señalado la mediocridad debe conocer que ha ido por caminos equivocados. Volver a la senda iluminada es plantear un programa futuro, en el que se taponen con hilos de oro y diálogo los abundantes desgarrones de la Constitución, adecuándola a la situación actual y futura. Un examen crítico de la justicia, la destrucción y castigo, sin desmayos, de la corrupción, reforma de la Administración, incluida la eliminación de las varias instituciones sin hueco en un nuevo Estado, la consecución de la igualdad ciudadana cortando, de una vez, tantos privilegios y prebendas de los políticos, la renovación de las élites políticas, entre otras medidas urgentes. Yo abogo por una España unida, libre de tantos intereses bastardos, de tanta apestosa porquería humana, que no me deja respirar al caer la tarde, porque el olor mefítico que desprende me impregna el alma, esa alma que debo guardar intacta para mi familia y mis amigos. Yo sueño con una España dulce, tranquila para todos los españoles y me sirve de ejemplo el poema Canarias, de nuestro Nicolás Estévanez: "Mi patria es de un almendro la suave, fresca e inolvidable sombra".

Pero las nubes ya han llegado a los Pirineos. Todavía no han optado por color alguno. Puede desencadenarse una tormenta que arrastre tierras, animales y hombres, formar profundos barrancos. El Caos. O puede caer beatífica, ligera, acunando fructíferas cosechas. Espero que, al menos por una vez, los políticos estén a la altura de las necesidades patrias.

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