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punto de vista

El Museo Canario, patrimonio arqueológico e investigación

El funcionamiento de un museo se asemeja mucho al de un ser vivo. Un ser vivo está conformado por diferentes elementos, cada uno de los cuales no sólo tiene que desempeñar una función concreta, sino que además debe hacerlo de manera coordinada con los restantes para garantizar el buen desarrollo del organismo que constituyen. Un ser vivo además se interrelaciona con su entorno y ha de adaptarse a él para sobrevivir. Considero que esta imagen puede aplicarse muy bien a las instituciones museísticas, cuya buena salud depende y reside precisamente en el adecuado ejercicio y equilibrio de cada una de las funciones que han de abordar y en su adaptación al entorno en el que se inscriben. No voy a hablar ahora de todas esas funciones y deberes que tenemos los museos, pero sí de una en concreto por ser la que más directamente me atañe: la investigación. Sin la investigación -en especial aquella que tiene por objeto los fondos que definen la naturaleza y temática de un museo- resulta difícil imaginar una interpretación y difusión de calidad en torno al patrimonio que albergan y exponen estas instituciones.

Trabajo como conservadora en El Museo Canario, dedicando parte del tiempo a la investigación en torno al pasado indígena de Gran Canaria a partir de los materiales que de esta población son conservados en él. Reconozco que siempre me ha apasionado lo que hago, tal vez porque cada nuevo análisis emprendido y los resultados aportados llevan a contemplar el pasado con otros ojos, a plantear nuevas preguntas y con ellas abrir nuevas líneas de trabajo y, por supuesto, a renovar los discursos interpretativos en torno a los materiales que el museo expone en sus salas. Y un buen ejemplo de ello puede ser el proyecto de investigación que en estos momentos El Museo Canario desarrolla en torno a las momias de los antiguos canarios.

Dicho proyecto parte de una relectura de las momias a la luz de los datos que estaban aportando las últimas excavaciones arqueológicas de cementerios de superficie (cistas, fosas y túmulos), que ponían de manifiesto cómo los restos no momificados hallados en tales recintos habían recibido idéntico tratamiento funerario que el mostrado por las momias, en cuanto a disposición del cuerpo y envoltura en fardos de piel y fibras vegetales. ¿Son por tanto las momias con sus envolturas el producto de una conservación natural propiciada por las condiciones ambientales de las cuevas en las que se depositaron? Lo cierto es que el análisis de sus restos óseos y dentales para conocer sus prácticas alimen-ticias y actividades desempeñadas, la disposición de sus huesos y las técnicas de amortajamiento para reconstruir cómo fue preparado el cuerpo de estas personas tras su muerte, entre otras cuestiones, o incluso la representación de la fauna cadavérica que aún preservan, apuntan a que si hoy tenemos momias es gracias a la buena labor de conservación de algunas cuevas. Pero junto a estas cuestiones, el estudio en torno a los restos momificados de los antiguos canarios está abriendo también nuevas líneas de trabajo, al sacar a la luz aspectos hasta ahora escasamente abordados por la arqueología de Gran Canaria. Ejemplo de ello es la identificación de dientes de perro con los que algunas personas se amortajaron -lo que nos introduce en el ámbito de las creencias y en el papel conferido por los antiguos canarios a este animal-; o el uso funerario de elementos de madera cuyas especies están siendo en estos momentos analizadas; además de darnos también la oportunidad de acercarnos a las prácticas mortuorias en la población infantil, entre otras muchas cuestiones.

No sé si quienes lean estas líneas se habrán percatado de la disparidad de elementos que han ido nombrándose en relación con las momias: pieles y fibras vegetales de las mortajas, elementos de madera, dientes de perro, huesos y dientes humanos? Se trata de materialidades de muy diversa naturaleza cuyo análisis integral sería inabordable de no contar el museo con la colaboración de investigadoras e investigadores de diferentes especialidades e instituciones: bioarqueólogos (los que estudiamos dientes y huesos humanos), arqueozoólogos (analizan los restos de fauna), antracólogos (estudian los restos de madera), entomólogos (en nuestro caso, se encargan de estudiar la fauna cadavérica)?

Como no podría ser de otra forma, los resultados que van obteniéndose son objeto de diversas publicaciones, presentándose también en congresos -como el Congreso Mundial Extraordinario de Estudios sobre Momias que en breve tendrá lugar en Tenerife-, además de conferencias y actividades de puertas abiertas que pretenden trasladar a la sociedad los logros de tales trabajos, pues no podemos olvidar que sin comunicación la investigación histórica perdería toda su razón de ser, especialmente cuando nos encontramos en el ámbito de los museos.

En definitiva, y para terminar, con todo ello quería poner de manifiesto que la investigación en El Museo Canario está viva, que los proyectos que en estos momentos aborda contribuyen a hacer de él un espacio donde el intercambio, la producción y la transmisión social de nuevo conocimiento están presentes, como elementos imprescindibles para la activación del rico patrimonio cultural que alberga esta institución.

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