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cartas a gregorio

Con cara de perro

Querido amigo: Dicen que los perros se parecen a sus dueños, pero creo que son los dueños los que se van pareciendo a sus perros a medida que conviven bajo un mismo techo.

Mi amiga Tere se quedó viuda hace unos años y, desde que los hijos se independizaron, vive en una casa grande que solo comparte con su perra Golden, una golden retriever tan rubia y gorda como su dueña, y hasta parece que las dos tengan el mismo corte de pelo.

Con los años, mi amiga se ha hecho más casera, y aunque sale a pasear todos los días con la perra, no le gusta mucho que nadie venga a verla a casa. Luego en la calle es muy alegre y comunicativa, pero en su casa se vuelve gruñona, y le falta poco para ladrar si alguien se atreve a interrumpirla en la tranquilidad de su hogar.

También su perra juguetea con los vecinos por la calle, pero cuando alguien se acerca a su casa, ladra como una fiera aunque sea conocido. Mi amiga y su perra son tal para cual, y a Tere solo le falta ir meando por las esquinas para marcar su territorio...

Es un hecho científicamente comprobado que la mayoría de las mascotas se parecen a sus dueños, tal como sucede con los matrimonios después de una relación de años, que llegan a parecerse físicamente y hasta en la forma de actuar de cada uno. Pero lo más sorprendente es que, al parecer, escogemos a nuestra pareja de la misma forma que elegimos a nuestro perro.

La razón es que intentamos que nuestra pareja y nuestra mascota sean compatibles con nuestra forma de ser. El comportamiento y las emociones que manifiesta una persona influye en la personalidad de la otra y son los factores que determinan esa mímesis.

Se podría decir, en tal caso, que para ser bonito solo necesitas tener una mascota bonita, pero no creo que eso funcione porque, como dice el refrán: "Todo se pega menos la hermosura".

Lo que a mí me parece, Gregorio, es que a mi amiga Tere se le ha puesto cara de "Golden", y hasta creo que le sienta bien...

Por alguna razón, los animales no hablan ni se ríen. Imagínate, entonces, si tu perro va por ahí contándole a todo el mundo lo que sabe de ti, o que el puñetero se descojone cuando te vea por la calle... Porque razones no le faltarían viéndonos como nos ven y sabiendo lo que saben. Pero, que ellos no hablen no quiere decir que nosotros seamos más listos, podrían hablar si quisieran. Y si no, fíjate cómo hablan los loros. Y nosotros diciendo que no se puede ser más tonto que una gallina. Quién sabe si con las nuevas tecnologías un día podríamos saber lo que piensa nuestro perro. Aunque mejor no saberlo... si es que queremos seguir siendo amigos.

Un abrazo y hasta el martes que viene.

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