El origen del mito de la media naranja lo tenemos que buscar en Platón y en su obra El Banquete, donde habla de las enseñanzas de Aristófanes, quien nos explica que al principio de los tiempos, la raza humana era casi perfecta. Eran redondos. Tenían cuatro brazos, cuatro piernas y una cabeza que reunía los dos semblantes opuestos entre sí. Podían ser de tres clases: hombre-hombre; mujer-mujer u hombre-mujer, denominados estos últimos "andróginos". Según Aristófanes, debido a su perfección, eran demasiado atrevidos, tanto que decidieron subir al cielo y combatir con los dioses. Júpiter no quería exterminar al hombre, así que ante semejante osadía decidió separarlos en dos y disminuir sus fuerzas. Y de ahí viene el problema del siglo XXI. Júpiter nos jodió pero bien. Gracias a él llevamos toda una vida buscando a nuestra media naranja, exprimiéndonos mutuamente el jugo, para después de un tiempo, ya secos como una jarea, descubrir que esa otra mitad no nos completa. Tan solo nos acompaña durante un tiempo, durante un proceso de aprendizaje y luego se va. Y así vamos, de naranja en naranja y tiro porque me toca. Juntándonos con plátanos, piñas o fresas. ¡Qué más da! Hasta la macedonia es válida con tal de acabar con ese sentimiento de soledad que nos escupe su aliento en la nuca. Un sentimiento de soledad que nos empuja a relacionarnos con ácidos limones salvajes con los que somos incompatibles.

Creer en la media naranja es creer en la perfección y la perfección es imposible. Una pareja no es una simbiosis de dos individuos. Son dos personas totalmente diferentes, con ritmos evolutivos distintos y un bagaje probablemente dispar. La magia, lo heroico no está en encontrar a tu media naranja, sino en adaptarte a otra fruta entera a las duras y a las maduras.

Lo que más me asusta de este mito es lo que esconde. Ese mensaje subliminal de considerarnos seres incompletos que solo alcanzarán la plenitud y la máxima felicidad cuando encuentren el amor verdadero. Esa creencia es la que nos conduce al vacío y a la incomprensión. ¿Por qué tiene que ser mejor estar con alguien que con uno mismo? ¿Por qué tenemos que responsabilizar a los demás de nuestra felicidad? Yo elijo ser mis dos mitades, porque quiero que quien decida estar conmigo lo haga para complementarse y no para completarse. Y quiero que ese alguien pueda vivir sin mí con la libre elección de hacerlo conmigo. Así que no busquen más medias naranjas y sean su propia fruta de la pasión.